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Katia Castorena | ESPN Digital 4y

Diario de un Opening Week desde un vacío Dodger Stadium, la nueva normalidad del deporte

Es viernes por la tarde en la Ciudad de Los Ángeles. Pega el sol californiano en una habitual templada tarde de verano. Vengo manejando rumbo a Dodger Stadium. Será mi primera cobertura presencial después de 133 días. Hay una mezcla de emoción, cierta nostalgia y un poco de preocupación. No hay autos a la redonda, no está la habitual fila en los diferentes accesos del estadio, ni el tráfico de la ciudad, ni los policías dirigiendo. Por el contrario, todo es silencio. Nadie pensaría que es día de juego, en la semana de apertura (en pleno julio) y un viernes por la noche.

Manejo por la calle Vin Scully y me dirijo a la caseta de entrada. “Máscaras a partir de este punto”, lee un letrero. Me recibe el primer guardia de seguridad portando su cubre bocas de color azul con las iniciales del equipo. Le muestro mi identificación y encuentra mi nombre en la lista. Con una sonrisa, puedo distinguirla pese a que ambos tenemos la cara cubierta, me da la bienvenida y procede a hacerme unas preguntas rutinarias de seguridad tales como, si he tenido síntomas, contacto con alguna persona expuesta al COVID-19, etc. Toma mi temperatura con un termómetro y me indica que puedo proceder.

Obviamente no tengo que preocuparme por el estacionamiento, pues hay bastante espacio en el lote designado para la prensa. El proceso de ingreso al estadio es el rutinario, recojo mi acreditación, revisan mi mochila, paso el filtro de seguridad, a excepción de la botella de gel antibacterial que está en la entrada y ahora debo poner en mis manos como parte de la rutina. La entrada para los medios de comunicación no es la de siempre, ya que nuestros lugares en el estadio tampoco son los habituales. El palco de prensa está cerrado y han habilitado otras mesas. Detrás de mi acreditación de prensa indica el asiento que me corresponde, cada uno de los periodistas tenemos asignado un lugar con distancia del colega.

Fotografías de aficionados impresas en cartón adornan algunos de los asientos, específicamente detrás de Home y del dugout tanto local como visitante. Y detrás de los aficionados de cartón, estamos nosotros.

Suena el himno nacional de los Estados Unidos como parte del protocolo previo al arranque del juego, pero no hay fuegos artificiales, ni gritos, ni aplausos.

Comienza el juego, segundo de la serie de apertura entre Los Angeles Dodgers y su rival divisional, San Francisco Giants. Los angelinos ganaron la noche del jueves 8-1 en Opening Day. Por un momento estoy escribiendo, cierro los ojos y pareciera que es un juego normal. En las bocinas del estadio reproducen bullicio de los aficionados, gritos, porras y la música. Escucho entre el cambio de una entrada a otra el sonido que retumba en el estadio y por unos instantes parece que han logrado el truco, se asemejan los sonidos a los de un juego de antes. Sin embargo, abro los ojos y sólo hay figuras de cartón frente a mí.

Los pasillos del Dodger Stadium están vacíos, las tiendas y concesiones de comida, cerrados. Es un juego de béisbol de Grandes Ligas, pero sin el tradicional olor a palomitas de maíz o hot dogs y la energía de la gente.

Dodgers venció 9-1 a Giants en el segundo juego de la serie. ¡Victoria para Dodgers! Se lee en las pantallas del estadio, mientras se escuchan los gritos y festejos simulando aficionados desde los altavoces. Un triunfo sin fuegos artificiales celebratorios post partido.

“Potente, peligrosa, explosiva, emocionante, no hay solamente una palabra que describa (la alineación). Se siente bien estar de regreso en juegos oficiales”, dijo Max Muncy después de la segunda victoria el viernes por la noche.

Las conferencias de prensa continúan siendo virtuales y no tenemos acceso a los jugadores pese a estar dentro del mismo inmueble.

Nos encontramos de nuevo tan cerca a la acción, escuchamos en vivo cómo conecta el bat con la pelota, pero seguimos a la vez tan lejos, lejos de las sensaciones a las que estábamos acostumbrados a vivir a través del deporte.

“Es raro. Sin aficionados es diferente, no sientes esa adrenalina, ni escuchas el grito de los aficionados, están haciendo lo mejor que pueden con el sonido desde las bocinas simulando al público, pero no es igual”, dijo Muncy quien pegó dos cuadrangulares esta noche.

Concuerdo con Muncy. Es raro. Solamente queda seguir y disfrutar el juego hasta que se pueda ver un estadio repleto de nuevo.

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