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Hasta el casi siempre desierto Tropicana Field siente la pegada del coronavirus

ST. PETERSBURG, Florida - Incluso para uno de los estadios que menos aficionados recibe cada año, el panorama alrededor del Tropicana Field en los días que juegan los Tampa Bay Rays es desconsolador en la atípica temporada 2020 de las Grandes Ligas.

Un hombre que parecía ejercitarse fue la única persona que cruzó en casi una hora por la calzada frontal del parque de los Rays cerca del mediodía del domingo, antes del último partido de la serie contra los populares New York Yankees.

En tiempos normales, durante las horas previas a los encuentros dominicales (que aquí regularmente arrancan a la 1:10 pm ET) el área está llena de ruido con cientos -miles en algún punto- de personas que caminan por los alrededores del parque, incluso si no planean asistir al juego de pelota.

Pero estamos en la era del coronavirus, la terrible pandemia que obligó a las Grandes Ligas a jugar una temporada de calendario reducido a 60 cotejos y sin aficionados en las gradas. En una mañana preciosa y soleada, ningún niño estaba buscando autógrafos. No había familias buscando puestos en los populares restaurantes cercanos al domo de los Rays.

"Es algo diferente, bastante difícil", dijo Enrique Oliú, un nicaragüense que ha sido el comentarista de la transmisión radial en español de los Rays desde que la franquicia debutó en Grandes Ligas hace 22 años.

"No hay algarabía, no hay emoción. Es como estar en un trabajo cualquiera de oficina. No es como ir a un estadio", agregó Oliú.

Jugar con el estadio vacío no es exactamente una novedad para los Rays.

Tampa Bay ha quedado en el último puesto de la Liga Americana en asistencia por cinco temporadas consecutivas y en los últimos dos lugares por ocho años seguidos, pero sus partidos contra los Boston Red Sox y Yankees, sus dos principales rivales divisionales, son los que más aficionados atraen al Tropicana Field. Mayormente los Yankees, que además de su historia ganadora, poseen su casa de entrenamientos primaverales en Tampa.

A pesar de que ganaron 96 partidos y avanzaron a la postemporada por primera vez en seis años, en el 2019, los Rays promediaron menos de 15 mil aficionados por juego por segunda temporada al hilo.

Solamente tres veces en la temporada regular llenaron por completo el parque, que después que se eliminó el área más alta tiene capacidad para un poco más de 25 mil personas. Eso ocurrió en el día inaugural contra los Houston Astros y en dos choques seguidos contra los Yankees (11 y 12 de mayo). Un encuentro contra los Red Sox, el 24 de julio, convocó a más de 24 mil personas.

Para mejorar esa situación, los Rays han reclamado la construcción de un nuevo estadio, que estaría ubicado en Tampa, y hasta propusieron dividir su calendario entre St. Petersburg y Montreal, Canadá, una idea que fue rechazada por el alcalde local, Rick Kriseman, al menos hasta que termine el contrato de alquiler del Tropicana Field en 2027.

Pero una cosa es tener pocos seguidores en las gradas, pero otra es no contar con señales de vida en millas a la redonda. Esta temporada, el Tropicana Field, cuya ubicación es considerada como la principal razón para explicar la tremenda apatía de los lugareños con uno de los equipos más atractivos de los últimos tiempos, luce como un edificio abandonado, sin alma, sin vida.

Aunque los equipos están colocando ambiente grabado durante los partidos, el domingo en el "Trop" se podía escuchar a los jardineros reclamar elevados y la curva de 78 millas por hora de Charlie Morton, quien salió lesionado en la tercera entrada, sonaba en la mascota del receptor Mike Zunino como si fuera la bola rápida del relevista cubano Aroldis Chapman.

En el espacioso palco de prensa, una docena de periodistas trabajaba guardando el debido distanciamiento social, con letreros por todos lados que recordaban el usar mascarilla, lavarse las manos y, sobretodo, que está prohibido visitar otras áreas, salvo el baño.

"Es triste", dijo el dominicano Ricardo Taveras, el narrador radial en español de los Rays por los últimos 18 años. "En nuestro caso, tratamos de hacer un trabajo que luzca que todo está casi normal para que los aficionados en sus casas, que no pueden venir al parque, disfruten el juego", agregó.

Los jugadores y entrenadores poco a poco se han ido acostumbrando a las inusuales y solitarias condiciones de jugar en medio de una pandemia.

Tanto, que antes de llegar al área de Tampa, los Yankees enfrentaron a los Philadelphia Phillies en el Citizens Bank Park y durante uno de los encuentros el mánager Aaron Boone reclamó a los árbitros por el ruido de las cornetas que tocaba un grupo de aficionados conocidos como "Phandemic", que desde que arrancó la temporada en la última semana de julio se ha estado reuniendo afuera de una de las puertas del estadio de los Phillies.

Los árbitros tuvieron que explicar a Boone de donde procedía la bulla y recordarle al piloto de los Yankees que no tienen ninguna responsabilidad sobre lo que ocurre fuera del estadio.

"Es casi como un entorno de golf" dijo Boone sobre el ambiente general en los estadios de pelota esta temporada. "No sabía de quién o de dónde venía", agregó.

"No es a lo que uno está acostumbrado, pero es lo que tenemos", dijo recientemente a ESPN Digital el torpedero dominicano de los Rays, el jovencito Willy Adames. "Supongo que es el precio de tener la oportunidad de jugar pelota en medio de una pandemia", agregó.

"Es algo con lo que tendremos que lidiar todo el año. Tengo la esperanza de que pronto tengamos una vacuna para el coronavirus y la próxima temporada todo vuelva a la normalidad", dijo Taveras.