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La jornada de Yasiel Puig: de la degradación a la Serie Mundial

La historia de cómo el jardinero Yasiel Puig de los Dodgers de Los Angeles y el mariscal de campo de los L.A. Rams Jared Goff se hicieron "amigos" empezó en las horas tempranas de la mañana del 29 de julio de 2013.

Goff era un novato en la Universidad de California en Berkeley, a semanas de ser designado el mariscal de campo titular de los Golden Bears. Puig ya tenía ocho semanas en su haber como novato en las Grandes Ligas, habían pasado 12 meses desde que llegó a Estados Unidos tras abandonar Cuba y menos de 50 partidos en el debut más dominante en la historia de las Mayores desde Joe DiMaggio. En la tarde del 28 de julio, Puig despachó un monstruoso cuadrangular para dejar en el terreno a los Rojos de Cincinnati contra el relevista Curtis Partch en la baja del undécimo episodio, rompiendo así un empate sin anotaciones. El caso es que no sólo conectó el jonrón y lo celebró con sus compañeros. Bateó el jonrón, lanzó el madero al aire y luego se deslizó en el plato con sus compañeros rodeándole.

A Goff, al igual que muchos puristas, no le agradaron los elementos extras de la celebración del cubano. Por lo tanto, disparó un tuit que decía: "Realmente espero que Yasiel Puig reciba un rectazo en sus costillas".

En ese momento, el Tweet recibió varios "me gusta" y retuits, pero nada parecido a lo que ocurrió casi tres años después, en abril de 2016, cuando los Rams escogieron a Goff en el primer puesto del draft de la NFL y una cuenta de Twitter con el nombre @OldTakesExposed ("Viejas opiniones expuestas") sacó a relucir el antiguo tuit de Goff de su año de novato. Los compañeros de Puig en los Dodgers, Brett Anderson y Kike Hernández le hicieron retuit, con comentarios sarcásticos con respecto a ser intermediarios entre ambos y ayudar a que Puig y Goff hicieran las paces. Esto llegó a la atención de Puig, quien llamó a uno de sus agentes, Andy Mota.

Puig, sin embargo, no estaba molesto. De alguna forma, sin conocer nada con respecto a Goff, excepto las circunstancias que él ahora tenía que enfrentar como el principal seleccionado de la franquicia de la NFL recién llegada a Los Ángeles, Puig entendía que el joven requería algo de comprensión. Afirma Mota: "Su primer mensaje de texto dirigido a mí decía: 'Dile algo para darle la bienvenida a Los Ángeles. Dile que lo buscaré, le pasearé por la ciudad y le mostraré, dile cosas así'. Y con Twitter, se pueden usar pocas palabras, por lo que ya no recuerdo que decía el tuit. Le agregamos la etiqueta #PuigYourFriend ("Puig es tu amigo") y así comenzó todo".

Esto contrastó tanto con la reputación contradictoria que Puig se había construido en sus tres primeras temporadas en las Mayores, que inevitablemente contribuyó a que el Tweet se hiciera viral. Goff parecía estar agradecido y tocado por el gesto. Respondió en Twitter: "Gracias por la cálida bienvenida. Olvidemos que ese tuit se escribió. Tendré que aceptar tu oferta. #PuigMyFriend ("Puig, mi amigo").

Fue uno de los mejores momentos de Puig en una serie de etapas difíciles. Había pasado los meses previos oyendo su nombre involucrado en rumores de cambio. Sus enfrentamientos con compañeros de la talla de Zack Greinke y Clayton Kershaw habían sido revelados en el libro escrito por Molly Knight "The Best Team Money Can Buy" ("El mejor equipo que el dinero puede comprar") en el verano anterior, y aún sentía las consecuencias. Puig y los Dodgers no tuvieron éxito en los playoffs otra vez. Y todos los involucrados comenzaron a preguntarse si Puig necesitaba un cambio de escenario para así poder madurar... Si acaso pudiese ser capaz de madurar alguna vez.

En esos tres primeros años en las Grandes Ligas, Puig había discutido francamente el haber leído y ser afectado por los comentarios hechos sobre él en las redes sociales. El antiguo tuit de Goff pudo haberle enfadado o bien, le pudo haber hecho caer en un profundo hoyo de inseguridades. No conocía mucho sobre Goff o sobre la NFL. Sin embargo, sabía bien lo que era ser lanzado al rol de estrella y "salvador de la franquicia" mucho antes de estar listo para asumir esa responsabilidad o sin contar con el sistema de apoyo que pudiese aportarle elementos para lidiar con semejante carga.

Lo sabía bien porque lo había vivido en carne propia.

Y aún lo seguía viviendo.


Existen aquellos quienes creen que, si Puig hubiese cumplido con un periodo de servicio normal en Ligas Menores, en vez de haber sido ascendido súbitamente a las Mayores con el fin de aportarle nueva vida a la estancada ofensiva de los Dodgers, todo hubiese sido distinto. Que Puig, en ese clubhouse de los Dodgers lleno de estrellas, no recibió suficiente guía y liderazgo a fin de enseñarle la forma en la cual el béisbol en Estados Unidos esperaba que él se comportara. Que una estadía en las menores le hubiese dado mayor tiempo de aprender la cultura norteamericana, a hablar inglés y asimilar un código de conducta a veces arcaico dentro del béisbol en ese país.

En otras palabras, Puig hubiese actuado similar a Corey Seager o Cody Bellinger: novatos que surgieron de forma casi inmediata, pero que sabían comportarse como novatos. Por el contrario, Puig fue un estallido en el escenario, exaltado como el futuro Rey de Los Ángeles, con un Kobe Bryant cercano al retiro, y por ende, a Puig se le dejó prácticamente solo tratando de entender cómo asimilar la situación y decir todas las cosas apropiadas.

"La forma en la cual surgió prácticamente lo aisló", afirma Farhan Zaidi, gerente general de los Dodgers. "No sé si él entendía cómo comportarse como novato, o siquiera le fue permitido ser un novato, porque llegó demasiado rápido y el éxito se le presentó muy aceleradamente".

Hay algo de certeza indudable en todo lo anterior. No obstante, parte de la hipótesis que no hubo suficientes personas que estuviesen dispuestos a ser mentores de Puig, y eso no es cierto. Puig contaba con muchos posibles mentores. Adrián "El Titán" González lo llevó de pesca a México y Canadá. Juan Uribe fue una constante presencia a su alrededor. Kenley Jansen le prestó atención cercana y trataba de mantenerle relajado cada vez que lo veía caer víctima de la presión. Otros peloteros latinos como Albert Pujols, Nelson Cruz y Robinson Canó se le acercaron a ofrecerle consejos y conexiones. Formó nexos con el ex coach de bateo de los Dodgers Mark McGwire. Tuvo una profunda conexión con el hombre que servía como su mentor e intérprete, Tim Bravo. El coach asistente de los Dodgers intentó servir de puente para cerrar la brecha cultural. Incluso el propio Kobe Bryant le ofreció consejos con respecto a cómo manejar y aceptar la condición de estrella.

Puig les escuchó y apreció el interés de todos. Sin embargo, a veces se requiere de algo de tiempo para realmente escuchar lo que alguien está diciendo. El mensaje y el mensajero deben ser los apropiados. Y, por supuesto, el receptor debe estar abierto a aceptar el mensaje.

"Cuando se le enseña algo, no se le presiona", dice Manny Mota. "En ocasiones, cuando se está enseñando, no se actúa como profesor. Se actúa como si uno desea ayudar, hay que reírse con ellos, divertirse".

"Si se le presiona demasiado, puede terminar corriendo. No confiará en ti".

Los Dodgers y Puig han requerido de cuatro años a fin de poder conseguir la forma apropiada de comunicación. No es una pequeña coincidencia que esta franquicia está haciendo su primera aparición en la Serie Mundial en 29 años en la misma temporada en la cual Puig tiene su mejor y más consistente temporada en lo individual. Totalizó 28 cuadrangulares y 74 carreras impulsadas (topes personales), en mayor parte desde el octavo lugar de la alineación ofensiva. Además, sigue brillando durante la postemporada, bateando para .375 con cuatro extrabases, seis empujadas, seis anotadas y la asombrosa cantidad de seis boletos en nueve encuentros de playoffs para los Dodgers.

"Hemos visto mucha madurez de su parte", dice Andrew Friedman, presidente de operaciones de béisbol de los Dodgers. "Lo que faltaba ver era cómo iba a responder en octubre, y ha sido grandioso para nosotros. Sólo ver su tranquilidad en la caja de bateo ha sido increíble".

Este camino no ha sido en línea recta. Y tampoco se puede hablar de una base sólida aún. Sin embargo, cada persona que ha formado parte de este proceso, incluyendo el propio Puig, entendió que la clave radicaba en no intentar calmar la pasión y poderío dentro de él, sino confiar en que él hará las cosas correctas a partir de esos elementos que le son intrínsecos.

Ver a Puig correr por el dugout del Dodger Stadium el domingo, con su gorra con la visera sobre la nuca y gritar sabrá Dios qué al coach de bateo Turner Ward y a Manny Mota mientras se pone sus guantes de bateo hace que cueste creer que sea el mismo hombre que caminó de forma tan solemne por un evento de caridad de la Dodgers Foundation la pasada temporada, muy cerca de la fecha límite para hacer cambios entre equipos.

Hay un día en particular que se destaca como un punto bajo. Estaban volando las informaciones que indicaban que los Dodgers se encontraban en conversaciones con los Rojos de Cincinnati con respecto a una negociación por Puig. No era la primera vez en la cual el cubano oía su nombre en medio de rumores de cambios, pero esta era la primera ocasión en la cual se sentía que podía pasar realmente.

Mientras caminaba por la fila del buffet en un concierto a beneficio de la fundación, Puig intentaba procesar lo ocurrido. ¿Es que acaso ya no le querían? ¿Habían perdido la fe en él?

Se topó con Jeanie Buss, co-propietaria de los Lakers, quien lo había invitado a partidos de baloncesto todos estos años y siempre le hizo sentir bienvenido y especial cuando acudía al Staples Center ("Ella es mi amor", dice Puig).

Cuando Buss le preguntó a Puig cómo se sentía, éste fue sumamente franco. Le comentó sobre los rumores de cambio y cómo le estaban afectando. Ella le respondió que esto era algo normal dentro del negocio del deporte y que todos sabían que aún contaba con talento suficiente para ser la gran estrella en Los Ángeles, ahora que Bryant ya se había retirado. Se tomaron una selfie juntos, y por una noche al menos, se sentía como el Puig de antes.

Pasó la fecha límite y Puig no fue cambiado. Pero ya era evidente para todos que había cosas que cambiar. Su producción no mejoraba. Tampoco disminuían sus desvíos de concentración ni su impuntualidad o con seguir ciertas normas dentro del clubhouse. Los Dodgers decidieron entonces despacharlo al Oklahoma City en Triple-A a fin de quitarle algo de presión, ayudarle a que su mente se despejara y, con esperanzas de resolver algunos de los problemas que Puig, simplemente, no resolvía.

Friedman estaba preocupado por ver cómo este descenso afectaría la confianza de Puig en sí mismo y al nexo entre éste y la organización. Pero, también sentía muy fuertemente que Puig necesitaba demostrar ciertas cosas. Entonces, se dirigió a la casa de Puig y se aseguró que éste entendiese exactamente el por qué se había tomado esa decisión, y lo que esperaba que Puig aprendiera de ella.

"Lo expliqué todo", dice Friedman. "Creo que estuve allí durante tres horas. Es algo muy complejo de resumir, pero expliqué lo que se esperaba de ello y vi bien lo que él escuchó y entendió. Creo que, a veces, estaba confundido con las expectativas que se tenían de él y que no tenía la capacidad de simplemente decir: 'Ayúdenme, estoy confundido'".

Friedman no estaba seguro que este experimento fuese a funcionar, pero sabía que la única forma en la cual podía haber posibilidad de éxito era que se reuniese con Puig en su casa, dónde éste se sentía cómodo y pudiese ver a los ojos.

"El mensaje de Andrew, básicamente, fue el de ir a Triple-A y jugar duro, ser un buen compañero de equipo y darles motivos para hacerme regresar", dice Puig. "Tenía que ganármelo".

En Oklahoma City, el trabajo de Puig consistía en escuchar, aprender y ganarse el derecho de volver a las Mayores. El manager Bill Hasselman trabajaba directamente con el pelotero, y enviaba informes a los Dodgers diariamente.

"Descendió con el deseo de trabajar y de aprender", dice Hasselman. "Por lo cual, cada vez que hacía algo de la forma que no se suponía debía hacerlo, lo apartaba y le hablaba, cara a cara. Creo que moría por tener ese tipo de interacción".

Un camerino de ligas menores es mucho más apto para tener esas conversaciones que en un equipo de Grandes Ligas. Quizás, hay apenas uno o dos periodistas alrededor. Los Dodgers se encargaron que hubiese comidas antes y después de los partidos, por lo cual la mayoría de los peloteros comían juntos e hicieron grupo dentro del clubhouse.

"Creo que cualquiera dirá que un clubhouse de ligas menores es menos estresante", afirma Charlie Culberson, compañero de Puig este año en Los Ángeles y en la temporada pasada en Oklahoma. "No hay tantos ojos encima de ti en ligas menores. Pudo relajarse y hacer su trabajo".

Cuando Puig tenía interrogantes con respecto al bateo o correr bases o cualquier otro tema, Hasselman indica que pasaba horas en su oficina conversando en busca de entender. Durante los partidos, el ex receptor de Grandes Ligas le hacía ciertos recordatorios. "Por ejemplo, en el séptimo inning, le recordaba: 'Podrías ser bateador emergente aquí'", dice Hasselman. "Incluso, si no terminaba bateando como emergente, quería que estuviese preparado todo el tiempo, con su mente puesta en el partido. Diría: 'Sí, estoy listo. Estoy listo'. Al pasar el tiempo, ya casi terminando su estadía con nosotros, uno podía notar que estaba totalmente listo y preparado".

Puig recibió un baño de humildad con su descenso, y demostró que quería encajar genuinamente dentro del ambiente del clubhouse de Triple-A. Cuando todos empezaron a bailar al son de la música que sonaba en el vestidor el 8 de agosto después de una derrota contra los Iowa City Cubs, él movió sus pies.

Oklahoma City había perdido ocho de sus nueve compromisos previos y, al igual que aquella escena de la película "La Bella y el Campeón", en la cual Crash Davis abre las regaderas en la noche a fin de forzar una suspensión, el veterano lanzador Sam LeCure pensó que el clubhouse podía usar algo de ligereza.

"Dije, 'Sam, ¿qué pasó con la música?'", dice Hasselman. "Y él respondió: 'Fui yo. La puse. Quise cambiar la atmósfera. Vamos a pasar un buen rato en el clubhouse esta noche, solo vamos a relajarnos'".

Hasselman entendió bien. Abandonó el clubhouse y caminó de vuelta al hotel en el cual se hospedaba el equipo. A la mañana siguiente, su teléfono casi explotó al recibir tantos mensajes de texto.

¿Viste lo que hizo Puig?

Hasselman no requirió de mucho tiempo para juntar las piezas de la historia. Puig subió videos de la fiesta del equipo en el clubhouse en su cuenta de Snapchat, con leyendas en las cuales indicaba cuánto amaba al equipo porque podían divertirse tras una derrota. Mostró escenas dentro de lo que parecía ser un autobús acondicionado para fiestas.

"El hotel siempre nos presta un autobús, pero en esa ocasión su bus regular estaba prestando otro servicio, por ende, nos consiguieron un autobús distinto, y el que pudieron prestar tenía iluminación y altavoces", afirma el infielder Alex Hassan. "Parecía ser mucho peor de lo que realmente fue. Creo que, desde el punto de vista de Yasiel, pensaba: 'Estos chicos están pasando por un mal momento, están tratando de cambiar las cosas, me voy a involucrar para que la gente vea que soy uno más de ellos'".

"Desafortunadamente, fue a parar en Internet".

Hasselmann explicó lo ocurrido a la gerencia de los Dodgers. El equipo publicó un comunicado en el cual indicaron que se encontraban "decepcionados por el juicio de Puig y varios de nuestros peloteros", pero que manejarían la situación de forma interna. Esto condujo a una conversación entre Hasselman y Puig en la cual el estratega le dijo que no había hecho nada malo al unirse a la fiesta del clubhouse. Su único error radicó en subirla a redes sociales. Aparte del comunicado, los detalles de la situación quedaron en casa.

"Si se trata de explicar todo lo que ocurrió, parece que uno trata de limpiar lo que pasó", dice Hasselman. "Pero eso fue lo que realmente pasó. Pregúntenle a cualquiera de los peloteros".

Culberson y Hassan confirmaron lo contado por Hasselman. Hassan, quien se retiró luego de la temporada pasada y ahora vive en Boston, dice sentirse mal si la fiesta opacó lo que de otra manera una buena experiencia con Puig.

"Con honestidad, se trató de algo inofensivo", dice Hassan. "Realmente, Puig me causó buena impresión. No se sentía amargado por haber sido descendido. Sabía que tenía cosas en las cuales trabajar, y realmente trabajó duro, jugó duro y siento que se hizo merecedor de su ascenso".

"Merece mucho crédito porque creo que, si no se hubiesen dado las circunstancias positivas y no hubiese actuado bien, no habría sido ascendido de vuelta en septiembre pasado".

Antes que los Dodgers estuviesen dispuestos a traerle de vuelta, Friedman y Roberts convocaron una reunión con los veteranos clave del equipo, incluyendo a Kershaw, Justin Turner, Howie Kendrick y Chase Utley.

"Sentimos que era apropiado el juntar al grupo de veteranos, hablar con ellos y ver si se mostraban receptivos a la idea de tenerle de vuelta", indica Rogers. "Creo que, si son buenos compañeros, estarían dispuestos a recibirle. Y cada uno de ellos lo quería de regreso".

Poco después, Puig se dirigió a todo el equipo, pidió disculpas por los errores cometidos por él y afirmó que estaba comprometido a hacerlo mejor.

"Se rompieron los muros", afirma Roberts con respecto a las reuniones sostenidas el año pasado. "Fue hermoso. Verle vulnerable de esa forma, y que el equipo se conectó con él, le hicieron saber que les importaba. Era hermoso".

Tras esas reuniones, Jansen indica que el equipo pudo ver lo que siempre él había conocido sobre Puig y las claves para que sus habilidades salieran a relucir. Si podían mantenerle relajado y concentrado, Puig iba a responder. Si se le permitía divagar sin gente indicándole específicamente lo que requerían de él, Puig decepcionaría.

"Queríamos tenerlo junto a nosotros si él iba a estar concentrado completamente en el béisbol", dice Jansen, quien intercambió mensajes de texto con Puig a diario mientras el antillano estuvo en Oklahoma. "Su mente estaba en mil lugares distintos a la vez. Una vez que se concentró en una sola cosa, se podía ver lo asombroso que es".

Zaidi dice que ha sido capaz de percibir pequeñas cosas que han ocurrido este año que ayudan a fortalecer la conexión.

"Tenemos reuniones con los bateadores, y JT (Justin Turner) se sienta al lado de Puig", dice Zaidi. "Cuando alguien dice algo que JT quiere recalcar, éste le dará un codazo ligero a fin de asegurarse que lo haya escuchado".

Y no se ha escondido para nada la conexión entre Puig y el coach de bateo Turner Ward. Ya todos han visto las imágenes de Puig besándole en la mejilla después de un jonrón o dándole un abrazo de oso en el dugout de los Dodgers. Se han hecho tan virales como los tuits de #PuigYourFriend, y son ambos igual de insólitos.

¿Se acuerdan de aquella pelea entre Diamondbacks y Dodgers en 2013? Ward, entonces coach de bateo asistente de Arizona, fue agredido por el relevista de los Dodgers J.P. Howell y sometido por el utility de los Dodgers Skip Schumaker. Puig fue golpeado en la cara con un pitcheo de Ian Kennedy. Ambos fueron expulsados junto a otros cuatro peloteros, en una de las reyertas más salvajes en memoria reciente.

Por ende, cuando Ward se convirtió en el nuevo coach de bateo de Puig en 2016, requirieron un poco de tiempo a fin de superar el incidente.

"Sabía que antes quería matarme", dice Ward, sonriente. "Pero vine con la actitud de hacer borrón y cuenta nueva. No lo conocía. Él tampoco a mí".

Ward inició su relación al contarle a Puig sobre su familia. Estudió en la Universidad de South Alabama, tuvo cuatro hermanos y una hermana, al igual que un hijo de 6 pies y 6 pulgadas de altura, del cual Puig le hacía recordar, y jugó durante 12 años en Grandes Ligas entre seis equipos como jardinero caracterizado por correr y saltar muros.

"Quería que conociera más quién soy, en vez de lo que hago", dice Ward. "Entonces, yo quería saber todo con respecto a él y a su familia y lo que requirió hacer a fin de llegar acá. Quería encontrar similitudes entre ambos".

Ward afirma que contrató al coach asistente Manny Mota a fin de asegurarse que sus mensajes fuesen correctamente traducidos al castellano y que fuesen entendidos de manera correcta.

La cosa clave que Ward requería de Puig era en confiar en sus ojos e instinto, en vez de "hacer trampa" e inclinarse hacia los pitcheos. Todo lo demás fluiría a partir de allí. Empezaron a ver videos juntos (algo que Puig había hecho raramente en el pasado), para así crear planes para batear contra cada lanzador, en vez de simplemente "ver la bola y batear la bola", dice Ward.

Una vez que aprendió a controlar el instinto para atacar todo lo que se cruzara enfrente, calmar su mente y confiar en su capacidad y preparación, evolucionó como toletero y comenzó a hacer ajustes con respecto a la forma que el resto de la liga pitcheaba en su contra: Fuerte adentro y un poco más lento hacia afuera de la zona.

Si bien se produjo un nexo inmediato entre Puig y Ward, los resultados tardaron un poco en manifestarse. Allí fue cuando Ward simplemente le pidió que siguiera confiando en él y lo que intentaba enseñarle.

"Todo se trata de la confianza", dice Ward. "Hubo una época en la cual se inclinaba al ver lanzamientos rompientes. Primero, intenté detenerle. 'Deja de hacer eso, no tienes por qué hacerlo', le dije. Luego le dije: 'OK, inclínate'. Ahora solo intento darle algo, hacerle sonreír, hacerle reír, porque sé que siente presión. Hay mucha presión en este deporte. Hay presión para que todos tengan éxito. Si puedo conseguir calmar esa presión de alguna forma, pues eso era lo que él necesitaba a fin de recobrar esa confianza".

Ward escribía mensajes de texto diariamente a Puig durante su descenso a las menores.

En una ocasión, estuvo en una situación similar a la de Puig. Jugó pelota invernal en República Dominicana, en un pueblito del cual muy probablemente no hayan escuchado jamás. Un extraño en un país extraño, tratando de conseguir formas de comunicarse bien y ser entendido.

"Cuando me fui, tuve una perspectiva totalmente distinta", dice Ward. "Era ese hombre que no podía hablar y necesitaba ayuda".

Una vez que Puig regresó a las Mayores, tenía una sorpresa para todos. Intentaría hablar inglés. Con los medios de comunicación, con Ward, con sus compañeros de equipo angloparlantes. A principios de su carrera, Juan Uribe le dijo que su trabajo era jugar al béisbol y no hablar inglés, incluso a pesar de haberlo captado rápidamente tras haber llegado a Estados Unidos.

Tras todo lo ocurrido, Puig sentía que debía esforzarse más a fin de ser entendido.

"Decidí perder finalmente el miedo e intentarlo", dice Puig. "A veces, tienes miedo que las cosas no se entiendan de forma apropiada, sin embargo, siento que me va bien".