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¿Urgido de goles? 1-800-MEXICANOS

LOS ÁNGELES -- De manera insospechada, inesperada, insólita, Javier Hernández consumó las Fiestas Patrias en territorio europeo.

Antes, lo habían hecho Edson Álvarez y Héctor Herrera en la Champions League. Alguien bromeó: “¿Necesitan goles? Llamen a mexicanos”. Oportuno el pitorreo, tétrico incluso cuando en la Liga Mx hay pocos protagonistas nativos.

Pero en las fiestas septembrinas, que tres mexicanos en una semana ejecuten la ceremonia festiva del grito de gol, y en torneos europeos, no es común.

Claro, brasileños, uruguayos, argentinos, seguramente, de conocerlo, enarbolarían aquello de que “¡con que poco pinole te ahogas!”. Sin duda.

Para el futbol de esos países, este tipo de situaciones, tres goles en una jornada europea, es tan noticioso como un perro mordiendo un cartero. Para México, es tan noticioso como un cartero mordiendo un perro. Así más o menos.

En el caso de Chicharito, se agrega la perplejidad. El tipo pidió el balón, lo acomodó y se perfiló. Acéptelo: Usted también pensó algo así como “¿Quién demonios se cree éste que es?”.

Sonrisas de escepticismo, casi en la antesala de la carcajada burlona, observaban la acción. Era de esperarse que la pelota terminara rebotando hasta la calle, ahí por la acera de enfrente de la Fatali Khan Khoyski, la avenida que confluye al estadio.

Pero, Chicharito, insisto, de forma insospechada, inesperada, insólita, metió el balón en esa zona donde los arqueros llegan sólo tras jornadas exhaustivas entrenando en Cirque du Soleil y sin haber desayunado.

Fue un golazo. Gol de tres puntos, que hizo que los otros dos, sólo ornamentaran de masacre, abuso y crueldad, el marcador. Cierto era el Qarabag de Azerbaiyán, pero igual cuenta.

Javier Hernández había marcado goles de larga distancia, uno de ellos estupendo con el Real Madrid, pero ¿de tiro libre? Un fascinante síntoma, sin duda. Implica que ha trabajado en ello y que tuvo el atrevimiento y el beneplácito de sus compañeros.

Lo deseable es que sea el punto de partido, pero, por favor, que Chicharito no olvide la quinta esencia de su condición de romperredes… el chiripazo, el remate chusco. No me gustaría dejar de etiquetarlo, pomposa y admirativamente, como “El Chaplin del Gol”.

Antes de Chicharito, mientras Ronald de Böer analizaba a Edson Álvarez como si tratara de descifrar la polaridad trigonométrica de 3.1416, el mexicano, con la simpleza y sutileza de un punterazo, ponía fin a sus dudas: juega de lo que le pega su regalada gana.

Y por supuesto, el apolíneo mellizo de Nicolas Cage, en edición corregida y mejorada, también hizo ondear con fruición las banderas mexicanas que había en el estadio, cuando Héctor Herrera ingresa, y de cabeza, ahora sí, exponiendo el costosísimo rostro recién estilizado, marca el gol del empate para salvarle el pellejo al Atlético de Madrid. Hoy tiene cita con el cirujano plástico.

Insisto: para muchas aficiones del mundo, que sus legionarios marquen tres o más goles en coliseos de Champions y Europa League, puede parecerle casi aburrido.

Pero, para el futbol mexicano, aunque sean casi por accidente, o por genialidades, y más en tiempos de Fiestas Patrias, es motivo de euforia desatada.

Es entendible entonces ese síntoma de “¡con que poco pinole te ahogas!”, o como dicen los colombianos: “El que no tiene pa’más, con su mujer se acuesta”.