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Poesía, Rayados; poesía, Pandilla... Saquen la poesía

LOS ÁNGELES -- Monterrey no tiene miedo. Acaso preocupaciones. Duilio Davino y Antonio Mohamed han coincidido en mentalizar a sus jugadores: la tentación exquisita de pavonearse encarando al mejor del mundo, el Liverpool.

Obvio: para ello deben deshacerse de Al Sadd. Y técnico y directivo coinciden en que sus hombres liberen el espíritu genuino de futbolistas y salgan a hacer lo que mejor hacen: jugar bien al futbol, pero, sin olvidar hacer lo que mejor deben hacer: evitar que el otro juegue mejor que ellos al futbol.

Enunciarlo parece fácil. Sin embargo, la Pandilla, hoy, por su estilo, más Pandilla que Rayados, desarrolla esa devoción por jugar bien al futbol, sin los atavismos del fallido técnico anterior, de jugar siempre con un amparo y un grillete.

Para vencer a Al Sadd, Monterrey debe pasar más por el diván, por el pensamiento clínico, porque los garabatos de Mohamed en el pizarrón se los saben de memoria. A esta Pandilla, a estos Rayados, no hay que enseñarles de futbol, hay que ensañarlos para ponerse al servicio del futbol.

Enfrenta al equipo más poderoso del hombre más poderoso de Catar. Será darle un Jaque al Jeque. Mohamed Bin Hamed, y 93 apellidos más, es el cerebro maestro que consiguió, ante pasmadas sospechas universales y patidifusas suspicacias legales, la sede del Mundial 2022.

La FIFA amenazó con despojar a Catar de la sede. Y Bin Khalifa Al Thani (parte de su trabalenguas como apellido) le insinuó a Gianni Infantino, con su cimitarra verbal, como transforma sementales en eunucos. La peor castración es la mental.

Además, Al Sadd tiene un histórico del futbol mundial al timón: Xavi Hernández, a quien Pep Guardiola considera el más sólido heredero del Barcelona. “Es el jugador más inteligente que he conocido. Y como entrenador, también lo será”.

Xavi no puede hacer jugar a su equipo catarí como la versión más prolija del Barcelona, pero su voz de mando, gana adeptos en el emirato. Quien fue general en una cancha, por encima de Messi e Iniesta, será general de cualquier ejército.

Y con los árbitros viendo de reojo el delgado, sutil y quirúrgico filo de seda de los largos sables curvos, capaces de extirparle las anginas a un zancudo sin anestesia, también entienden que el poder no pide, ni siquiera insinúa, vaya, mucho menos guiña un ojo. El mensaje del poder, en un Mundial de Clubes como éste, llega envuelto en silencio.

Ese es el cromo de adversidad para Rayados, que deben ser hoy más Pandilla que Rayados, para sacar esa alma de barrio, de jugador puro, genuino. Cuando hinchan de aire su camiseta asaltan cualquier portería por descaro, por diversión, por esa lujuria traviesa por el futbol.

“No hay mejor futbolista que aquel al que el jugador deja salir de sí mismo”, dijo alguna vez el técnico brasileño Evaristo Macedo, durante el Mundial de México 86.

Monterrey sólo tiene que hacer eso, claro, sin olvidar ese desaseada pero imprescindible exigencia de Antonio Mohamed: “para divertirse siempre con la pelota hay que quitársela siempre al adversario”.

Cierto: por muy buenos empíricos que sean del diván, para Davino y El Turco es difícil sacarles de la cabeza a los jugadores que más allá de Al Sadd y una eventual oportunidad histórica ante el Liverpool, en su jungla doméstica, los aguarda el América, que lejos de jugar a la cigarra mantiene el oficio de hormiga en El Nido de Coapa.

Davino y Mohamed han comentado que no se trata de distraerlos del América, sino de convencerlos de la magnífica oportunidad que tienen de agregar su propia historia, como Sherezadas futboleras, a las leyendas de La Mil y una Noches de un Mundial de Clubes.

Por eso, insisto, para que Monterrey sobreviva ante Al Sadd, más importante que el pizarrón garabateado de Mohamed, lo será la capacidad aventurera de la que gozan sus jugadores cuando tienen la pelota.

“¿Cómo vas a saber lo que es poesía, si nunca hiciste un caño (túnel) en La Bombonera (de Boca Juniors)?”. La frase es de Ricardo Bochini, un eterno de Independiente.

Poesía, Rayados. Poesía, Pandilla. Saquen la poesía…