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Nunca bajes la guardia, aunque seas el Barcelona

MÉXICO -- El consejo resulta el mismo en cada round de sombra, costal, pera o guanteletas: "No bajes la guardia. Se vuelve un hábito difícil de corregir si lo haces. Por más cansado que estés, mantenla arriba".

El recordatorio (o advertencia) de los sabios del pugilato va para el Barcelona, uno de los principales culpables de las quinielas rotas en el suelo durante los últimos cuatro días.

¡Y vaya si el fin de semana -entre Liga, NFL, Serie A y futbol mexicano- arrojó resultados que asesinaron a la lógica tras estrellarle la cabeza contra el filo de la banqueta, donde yacen los tickets en pedacitos!

Dos empates consecutivos, uno en liga y otro en Champions, no parecen casualidad ni accidente por más que uno los desmenuce por separado.

Se trata de un comportamiento.

Ni siquiera las atenuantes salvan al cuadro catalán de la crítica ante el último par de resultados.

En la igualada a dos contra la Real Sociedad, el entrenador Josep Guardiola reservó de inicio a Iniesta, Messi y Villa.

¿Y?

El marcador les favorecía en los primeros 11 minutos, 2-0.

En el 2-2, contra el Milan, Iniesta salió lesionado.

¿Y?

El partido lo dominaban.

¡Y en su lugar entró Fábregas!

¡Fábregas, por Dios!

¿Que el problema se encuentra en la central? ¿Que Guardiola se equivoca en la colocación de Keita, Mascherano y Busquets, a quienes les da puestos antinatura?

Sí, resultan argumentos válidos para los abogados defensores del club blaugrana. Pero debatibles y relativos, porque a pesar de ellos, también supieron contrarrestarlos en la cancha durante gran parte de sus compromisos al monopolizar el balón, llegar constantemente y trascender esos dos conceptos en goles.

Poseyeron las tres unidades en su puño y aflojaron la mano.

La miseria de conseguir un punto en cada uno de los enfrentamientos mencionados, obedece a un exceso de confianza que, de seguir, parirá una cancerígena soberbia.

Eso sí, detectable y curable.

Si bien el primer gol del equipo italiano, el de Pato, en los primeros segundos le dio un atractivo adicional al inicio de la fase de grupos de la Champions evitando que las cosas le resultaran tan sencillas al Barça, el conjunto español se repuso del error.

Controló el esférico y apedreó la portería del Milan hasta que le fue ya imposible a Christian Abbiati impedir el 1-1. Una individualidad de Messi, quien se quitó con agallas a tres rossoneros en el área para centrarle, desde línea de fondo, a Pedro, como en aquellos goles de la calle a diagonal retrasada.

El 2-1, un tiro libre de Villa, compró tranquilidad en el Camp Nou. Aunque derivó en una paz mal administrada, que le cedió -a partir de los últimos minutos-, cierta posesión de la redonda al visitante, el cual, en términos simplistas requirió de dos acciones en todo el partido: la de Pato y su viveza para aprovechar el sopor de una zaga rival recién salida del vestidor y la elevación absoluta de Thiago Silva en un corner, en el último minuto, cuando los de casa pensaban ya en bañarse. Las únicas veces en las cuales el portero Víctor Valdés salió de su monotonía y aburrimiento debajo del marco.

Eso en términos simplistas, decíamos.

En términos crueles, el Milan sólo necesitó de dos minutos y dejó que los culés jugaran con el resto del tiempo; que se sintieran dueños del mundo, como sus antecedentes lo detentan, hasta que bajaran la guardia para abofetearlos. Recordándoles que ésta siempre se mantiene arriba. Y más cuando el show apenas comienza.