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Rocky Falcao

Igual que Balboa, Radamel perdió en su primera película. Pero espera tener revancha en Rusia Ilustración Sebastián Domenech

Rocky Balboa es un luchador. En el más amplio sentido de la palabra. Y digo es, en tiempo presente, porque su nobleza, bondad y coraje son muy fuertes como para morir en una simple historia cinematográfica. No es sólo un personaje de ficción, es un conjunto de ideales, una forma de plantarse ante la vida. Es conocer las limitaciones propias y pese a eso -y también por eso- encontrar la manera de salir adelante y triunfar. Pero no triunfar en tanto victoria o derrota, sino en tanto saber que se hizo todo lo posible por un objetivo.

Todo el mundo conoce la historia de Rocky, un boxeador de bajo perfil al que un día le sonríe el destino y le da una oportunidad de llegar a lo más alto. Sólo una. El muchacho pobre de Philadelphia de repente está ante la posibilidad de pelear por el título del mundo contra una estrella mundial. Nadie confía en él, sólo su entrenador y su amada. Con fuerza de voluntad, Rocky hace un gran papel pero pierde. Aunque aquella primera pelea contra Apollo es una derrota en las tarjetas, también es un triunfo indiscutible para su vida. Porque hizo lo máximo que podía y se derrotó a sí mismo.

La primera película de la saga de Rocky, escrita y protagonizada por Sylvester Stallone y dirigida por John G. Avildsen, fue estrenada en 1976 y ese año ganó el Oscar a mejor película. Luego, se produjeron cinco filmes más, que terminaron por instalar la figura de Rocky Balboa en el corazón de la gente. Nadie puede resistirse al Semental italiano, un hombre bonachón, incapaz de lastimar a nadie pero con una fortaleza extraordinaria.

Luego, Rocky se toma revancha de Apollo, derrota a Clubber Lang -ya con Apollo como su amigo y entrenador- y finalmente se mide a su oponente más despiadado: Iván Drago. En esta, la cuarta película de la saga, nos detendremos. El púgil soviético pelea contra Creed en el inicio del filme y lo asesina. Sí, en un combate de exhibición no tiene piedad y mata al amigo de Rocky. Nuestro héroe queda herido, destrozado. Y jura venganza. Pero no una venganza inescrupulusa y egoísta, sino una especie de revancha personal contra Drago y contra la vida. El final es conocido, Balboa gana porque tiene un corazón de hierro.

Radamel Falcao García se rompió los ligamentos de la rodilla izquierda hace poco más de cuatro meses, en enero de este año. El país entero lloró la caída del guerrero, pero mantuvo la esperanza hasta último momento: si había un hombre capaz de derrotar a los pronósticos médicos, ese hombre era Falcao. Hizo todo y tuvo una recuperación fabulosa, pero no alcanzó. Como Rocky en la primera película, perdió.

Fue el abanderado del resurgimiento del fútbol colombiano, el jugador que volvió a llevar esta camiseta a la cima del fútbol mundial. Con sus goles en Europa y también con grandes actuaciones en el Seleccionado, Falcao se convirtió en el símbolo de esta nueva era para Colombia. Por eso la nación lloró con él cuando se supo la gravedad de la lesión. Pero también tuvo su misma confianza tras la operación. "Voy a hacer lo imposible por llegar al Mundial", dijo Radamel. Y lo hizo.

Falcao deberá alentar a la Tricolor como un hincha más. Y comenzar a pensar en Rusia 2018. Sí, en Rusia, el mismo destino en el que Rocky ganó la pelea más importante de su vida. Una similitud más entre nuestros dos héroes. No es difícil imaginar a Falcao entrenándose con la canción "el ojo del tigre" ni a Rocky moviéndose como lo hizo Falcao en las últimas semanas. Ambos son el mismo corazón.

"¿Cómo que no puedes? No existe el no puedes, esa frase no existe". Rocky Falcao o Radamel Balboa.