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Un día en el Maracaná

RIO DE JANEIRO (Enviado especial) -- Inteligencia. Eso fue lo que hicieron los hinchas brasileños en el primer partido de la Selección Argentina en la Copa del Mundo. Es que cuando parecía que el equipo de Lionel Messi iba a ser absolutamente local en el Maracaná frente a Bosnia-Herzegovina, apareció un aliado sorpresa para los europeos: miles de torcedores estratégicamente ubicados en todo el estadio le hicieron una hermosa "guerra de hinchadas" a los argentinos.

De la misma manera que el sábado Belo Horizonte se tiñó de amarillo colombiano, este domingo Río de Janeiro fue inundada por banderas y camisetas celestes y blancas. Decenas de miles de hinchas argentinos llegaron a la capital carioca para acompañar en el debut mundialista a su Selección, que por primera vez en la historia, podía sentirse local en el hogar del clásico adversario.

Copacabana, Barra e Ipanema no tuvieron el habitual colorido de turistas con shorts floreados sino que fueron invadidas
por simpatizantes argentinos. Desde Ushuaia a La Quiaca llegaron para apoyar al Seleccionado, que debutó en la Copa con
una sufrida victoria 2-1 frente a Bosnia. Se vieron hinchas de todos los clubes, desde Boca y River hasta Dock Sud,
pasando por Chacarita, Chicago, Merlo y Temperley. Nadie se perdió esta fiesta en casa ajena.

Cuando subimos a las tribunas del descomunal estadio Mario Filho, todo indicaba que se vería una fiesta albiceleste, que
el equipo que dirige Alejandro Sabella iba a ser absolutamente local. Había globos, papelitos y todo el cotillón habitual en Buenos Aires. Se cantaba por Messi, por Maradona y porque vamos a salir campeones como en el 86. Era el Monumental de
Rio de Janeiro.

El momento del himno fue, como de costumbre, uno de los más emotivos de la jornada. Es imposible no intentar describir la
emoción que se siente al vivir la canción de su propia patria en una Copa del Mundo, los acordes que a uno lo acompañan
desde el jardín de infantes. Hay que intentar describir esos sentimientos pero saber que no se puede, porque es algo para
vivir y punto. La particular forma en la que se cantan los primeros pasajes del himno atronaron en las tribunas y le
dieron una inyección de ánimo a los jugadores, que marcaron el primer gol a los tres minutos.

Pero antes, justo cuando Messi y Agüero dieron el puntapié inicial, se produjo lo inesperado. Una catarata de silbidos cayó sobre el campo de juego del Maracaná. Sí, los abucheos taparon los aplausos que siempre se generan cuando comienza un encuentro. ¿Qué pasó? Se preguntaron varios. ¿La gente se equivocó y piensa que los de azul son los argentinos? No, nada de eso. Miles de brasileños salieron de su escondite y dijeron presente.

"No se van a salir con la suya en nuestro propio suelo" puede haber pensado el ideólogo de esta magnífica jugada
estratégica. Había grupos de torcedores en todo el estadio, ubicados con precisión para generar un contrapunto perfecto
con la enorme cantidad de argentinos. La mayoría estaba vestido con la verdeamarela, lo que además le dio un marco muy
estético al partido.

Uno puede pensar que, al haber argentinos y brasileños juntos en las mismas tribunas, sin ningún tipo de separación,
pueden generarse conflictos o incidentes. Más aún si los dueños de casa festejan cada acción de Bosnia como si fuera de su
propio Seleccionado. Sin embargo, salvo algún conflicto aislado, los noventa minutos transcurrieron en paz. Habrá que ver
qué sucede en las próximas jornadas si esto se repite.

Con el resultado puesto, se puede decir que todos quedaron conformes. Los de Brasil porque su rival más temido no jugó
bien y repitió viejos errores y los de Argentina por los tres puntos y el golazo de Messi. Además, todos se fueron con una
sola esperanza: reecontrarse en esta misma cancha en la gran final. Esta Copa del Mundo se merece un cierre mítico.