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Tony Ribery

Franck Ribery y toda su intensidad son propias del mejor Tony Montana pacinesco Ilustración Sebastián Domenech

Al Capone, Tony Camonte y Tony Montana son alter-egos de la misma persona. A los tres se los conoce como Scarface, Caracortada. El primero es el único que realmente existió y es el inspirador de los otros dos. Capone, nacido en Brooklyn en 1899, fue uno de los gángsters más poderosos de la primera parte del siglo XX y se convirtió en un símbolo del crimen organizado. Se ganó ese apodo porque tenía una gran cicatriz en su rostro. Como Franck Ribery, sí.

Tony Camonte y Tony Montana son los protagonistas de dos películas llamadas Scarface. La primera, dirigida por dirigida por Howard Hawks, fue estrenada en 1932 y la segunda, con una extraordinaria actuación de Al Pacino y con la dirección de Brian De Palma, es de 1983. Cuentan la vida de dos mafiosos, cada una con las particularidades de la época.

La mafia -sobre todo la Cosa Nostra- produce una fascinación casi inexplicable en muchas personas. En los protagonistas de las historias del crimen organizado conviven el delito con el honor y la falta de escrúpulos con el amor a la familia. Por eso, muchas veces son más que simples villanos, son hombres con defectos y virtudes con los que uno, a veces, se puede identificar.

Franck Ribery es Scarface no sólo por su cicatriz, sino por la forma en la que se ganó un lugar en el mundo del fútbol: a lo guapo, con talento pero también con esfuerzo. Le costó llegar a los primeros planos, debió luchar contra los perjuicios y sufrió. Pero lo logró y hoy es uno de los mejores futbolistas del planeta. Hoy el mundo es suyo.

Claro que el crack francés no terminará sus días como los mafiosos mencionados, nada de eso, las similitudes tienen un límite. Sin embargo, ya confirmó que el de Brasil 2014 será su último Mundial y no es difícil imaginar su última escena como la de Pacino, dejando todo en la cancha.