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Dani Alves, una alfombra roja que hasta los palurdos pisotean

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¿Es beneficioso tener a Dani Alves los 90 minutos con Pumas? (1:59)

José Ramón Fernández y David Faitelson analizan los primeros pasos del veterano astro brasileño en el futbol mexicano. (1:59)

LOS ÁNGELES — “Hay que tenerlos bien puestos”. Así “caunteó”, en términos boxísticos, Dani Alves, las críticas de Rivaldo por enlistarse y alistarse a jugar con Pumas. Y no sólo es la expresión en sí, es todo lo que hay implícito, semioculto, detrás de ella.

Rivaldo lo había desafiado: “No sé si ha hecho lo mejor, escoger a Pumas”. Y agregó: “Sí podía (Alves) jugar en un país donde lo viera más el entrenador (Tite, técnico de Brasil)”.

Dani Alves no se equivoca. Y Rivaldo tampoco. Llegó a un futbol mexicano sin reflectores, con las luces apagadas para el universo externo. Tal vez haya un barullo mediático. Ruido, pues, pero nada más.

Tan infinitesimalmente existente, que ni siquiera el entrenador de su selección nacional, Gerardo Martino, se digna estar presente en sus partidos para depurar la lista para el Mundial de Qatar. El Tata ve “de oídas” el futbol que le amamanta la chequera. Su servidumbre asiste a los juegos, toma notas, y él cambia pañales.

Dani Alves, por lo pronto, abarrota estadios. Los adversarios no juegan contra Pumas, juegan contra la leyenda del Barcelona que se extingue, la del tipo más ganador de títulos en el mundo. No se trata de vencer a Pumas, sino de no ser vencidos por el brasileño.

Hoy, en México, en ese callejón oscuro y a oscuras, en la óptica sincera de Rivaldo, Alves es la elitista alfombra roja que hasta insensatos y profanos jugadores de medio pelo quieren transitar. El ejemplo más vulgar: Nico Benedetti dio el partido de su vida, el que nunca jugó con el América, ante los Pumas. Esa noche, Benedetti se quitó el taparrabo y se vistió con un frac de utilería, que no volverá a usar con Mazatlán.

Dani Alves le permite al adversario tosco, opaco, torvo, torpe, apático, la súbita y sublime esperanza de una noche de Cenicienta, antes de los doce tañidos de la desilusión. Así fue ya con Mazatlán y Rayados, y así será ante América el 13 de agosto. Recuérdese que el encuentro contra Puebla se aplazó, porque Pumas jugará ante el Barcelona en el Torneo Joan Gamper el domingo.

Por lo pronto, Dani Alves sale cada jornada a tragarse la cancha. Con desesperación. La altura de la Ciudad de México le pasa factura. Sus 39 años le pasan factura. Él quiere jugar el Mundial de Qatar. Y hace lo suyo. Es el futbolista con menos grasa corporal de todo el plantel.

¿Por qué juega los 90 minutos, cuando queda claro que a partir de los 70 es evidente que su organismo jadea, se enerva, se inquieta? No es, necesariamente, falta de mano dura por parte de Andrés Lillini, o que el obnubilada sea el técnico de Pumas.

Hay una de tantas explicaciones, que podría tomarse con mayor seriedad. Dani Alves habría aceptado firmar el contrato en los términos financieros de Pumas, con una condición: nunca salir de cambio, a menos que él mismo lo considere necesario o por alguna lesión.

¿En cuántos clubes habrían aceptado esa condición? Aunque, insisto, no deja de ser más que una versión, ciertamente muy creíble, de porqué permanece los casi 100 minutos de juego de cada partido.

Entiéndase que Alves recolectará, en un par de semanas, todos los “anticuerpos” necesarios, para desafiar la altura, la contaminación y el eventual calor de la Ciudad de México. Entonces, estará en la plenitud que la competencia exige.

Y el brasileño necesita de la cancha. Si decidió enrolarse en un futbol de poca difusión, y que cada vez se refugia –o se esconde--, más en plataformas de streaming, él mismo asume que necesita de constante actividad, para asegurar un sitio en Qatar. Quede claro, hace pretemporada mundialista en México, y juega con Pumas, pero juega para seducir a Tite y no para seducir a La Rebel, o lo que quede de ella.

¿Futbolísticamente? Dani Alves está dos segundos, dos neuronas, dos pasos por delante de sus compañeros. ¿No se entienden? Es normal. Lleva a cuestas dos chips: el del brasileño y el de la escuela catalana. Es como esperar que llegara a México otro portento en declive, como Marcelo, y de inmediato quienes apenas juegan Atari entendieran al amo del PlayStation5.

Pero, se entenderán finalmente, porque todos rinden homenaje al futbol. El trabajo y la sapiencia de Lillini, la actitud casi docente de Dani Alves, y el fuero de Miguel Mejía Barón, ayudarán a que la maquinaria ofensiva de Pumas trabaje mejor. No se trata de que Salvio, Del Prete y Dinenno se hayan convertido en jugadores cerriles de la noche a la mañana, simplemente deben adaptarse a un tipo que conduce, de momento, a una velocidad mental superior a la de ellos.

Por eso, hay implicaciones más poderosas, cuando Alves le responde a Rivaldo: “Para hacer lo que yo hago hay que tenerlos bien puestos... si no, sólo queda hablar”. Sin duda. Porque no habla sólo de militar en una Liga en penumbras, sino de la misma flagelación física y personal a la que ha decidido someterse para descollar con Pumas y merecer un visado a Qatar.

Tal vez el mismo Dani Alves podría, en ese lenguaje tan coloquial de las redes sociales, enviarle un mensaje al desesperado Marcelo: “Tú, yo, juntos en Pumas, no sé, piénsalo”. Y claro, advertirle como lo hizo con Rivaldo: “Hay que tenerlos bien puestos”.