<
>

Los naufragios de Puente, Patiño, Meza y Ayestarán

LOS ÁNGELES -- Grábese esto: "El técnico es como un Robinson Crusoe: un náufrago que necesita once Viernes que le ayuden a sobrevivir y a los cuales ayudar a ser mejores. El problema es que a veces en lugar de Viernes, te aparece un Sábado, un Domingo o un Lunes, ja. Ja, ja, ja".

Esta reflexión es de Helmut Senekowitsch, técnico de Austria en Argentina '78. La dispersó en petit comité, cuando dirigió a los Tecos de la UAG, justo después de su periplo en el mundial argentino.

Un personaje singular. Hablaba español porque jugó cuatro años en el Betis y fue una apuesta novedosa con un técnico europeo en México, aunque ya antes había otras experiencias como los húngaros Jorge Marik y Arpad Fékete, entre otros.

Recuerdo cuando la comitiva de la familia Leaño irrumpió en el vestuario de Tecos con puros y cigarros en mano, tras una victoria. Helmut, furioso, sacó a sus patrones a empujones del recinto.

Después explicaría que "el futbolista está en reposo, con los 'pulmones abiertos'. ¿Qué quieres, envenenarlos, intoxicarlos? ¡Respeto, por favor!".

Esa reflexión sobre el Robinson Crusoe que cada técnico lleva --o llevaba-- dentro, era una de sus muchas convivencias aisladas con los medios, después de sufrir tratando de explicarles conceptos demasiado europeos, especialmente de futbol vertical, a los jugadores de Tecos.

De hecho, en su segunda etapa en Tecos, fue el técnico que más trabajo con Javier Hernández, el padre de Chicharito, y quiso llevárselo al Cádiz, pero la UAG no aceptó la oferta.

La referencia de Senekowitsch, que hoy puede sonar con tintes racistas, equivocadamente, dejaba en claro que la fantasía de Daniel Defoe en el libro, era aplicable al futbol.

Entre Robinson y Viernes se dio una lealtad, un compromiso, una afinidad Y eso espera el director técnico no de uno, sino de todos y cada uno de sus jugadores. Pero, con la volubilidad y volatilidad del ser humano, eso es imposible.

Todo esto, ante la siniestra maquinaria depredadora de técnicos en este Clausura 2018: Pako Ayestarán, David Patiño, Enrique Meza y ahora Rafa Puente, además de que las aves de rapiña zopilotean ya sobre Roberto Hernández del Morelia y Hernán Cristante del Toluca.

"Allá, abajo (en la cancha), uno es el hombre más solo del mundo, es más, no solo, sino el más abandonado del mundo. Te lo digo porque yo he estado ahí", reflexionaba Mario Carrillo, analista de ESPN, durante el Mundial de Rusia.

Y no sólo eran sus palabras, sino el semblante y el tono de voz de Mario Carrillo al "testamentarlo". México acababa de sucumbir ante Suecia en el cierre de la fase de grupos, y hacía referencia con marcada conmiseración, hacia el colega en desgracia, esta vez Juan Carlos Osorio.

Y los directivos prefieren jugar a Poncio Pilatos que a Herodes. Es decir, ofrendan la cabeza de una sola persona que es culpable mediáticamente, antes que decapitar a los presuntos inocentes, como equivocadamente se piensa de los jugadores.

Sólo un directivo se atrevió una vez a desafiar a la muchedumbre. Guillermo Álvarez Cuevas se fue de frente contra jugadores de Cruz Azul, al estar convencido que eran ellos y no el técnico quienes eran irresponsables. Abrió la Caja de Pandora que casi se lo devora.

Por supuesto que Ayestarán, Patiño, Meza y Puente tienen responsabilidad en el mal paso de sus equipos. Unos más que otros. Y claro, ellos mismos lo saben.

Pero, la consumación del cinismo sublime es cuando en la tarima de las conferencias de prensa, los jugadores ofrecen su vida por su técnico -"vamos a matarnos por él"--, pero en la cancha, terminan despellejándolo.

Sí, Judas besó a Cristo antes de recibir las 30 monedas. Entonces, porque los jugadores no van a besar a su entrenador, para seguir recibiendo sus 30 monedas.

Este martes llega Víctor Manuel Vucetich a Querétaro. Y lo sabe: es el primero de sus últimos días como técnico de Gallos Blancos.

Habrá que confirmarlo antes de aseverarlo, pero suelto el hilo de la madeja: ¿no es curioso que los jugadores de un mismo promotor, con el que el técnico no tenía ninguna relación, empiezan a lastimarse, enfermarse, fallar penaltis, hacerse expulsar y demás?

Hoy, entonces, además de aprender de sus errores, ratifican ciegamente Ayestarán, Patiño, Meza y Puente el proverbio chino: "Se puede esquivar la lanza del rival, más no el puñal oculto del traidor".