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Chivas... de 'caguengues' a 'incompetentes'

LOS ÁNGELES -- Épocas diferentes. Primero el padre los etiquetó como "bola de niños caguengues". Ahora el hijo los estigmatiza como "incompetentes".

No es fácil jugar en Chivas. Peor: no es fácil fracasar en Chivas. Peor aún: no es fácil consumarse y consumirse como un fracasado en Chivas.

Y en este naufragio rojiblanco no hay a quien tirarle un salvavidas. Por el contrario, algunos merecen amarrarles lastre a sus pies para que se hundan más rápido.

"Es una camiseta de seda que pesa como plomo. No todos pueden vestirla", explicó alguna vez el legendario Guillermo El Tigre Sepúlveda, ese mismo que expulsado ante el América se quitó esa seda rojiblanca, la extendió en la cancha y les gritó a los entonces Canarios: "Con esta, con la pura camiseta, basta", y escupió al menos 73 palabras obscenas.

Sí. De esos ya no hay en Chivas. Ni como El Tigre ni como tantos otros. Hoy, se los espetó primero Jorge Vergara, hay una "bola de niños caguengues", y después Amaury Vergara los humilló en Twitter: "incompetentes".

Obvio: no hablo sólo de este plantel que afanosamente lucha para irse al descenso en junio de 2020, sino de tantos otros que le precedieron, con algunas excepciones -muy contadas--, claro.

Pero, hoy, hay algunos farsantes ahí. Ellos piensan que son personajes de novela o de un animé, pero de tan burdos y vulgares, no merecen ni un grafiti en los canales del desagüe.

Desde el que muestra un arrojo alucinante, como de "heroíno" de Avengers o de Game Of Thrones, para, con su rostro terso e intacto, y el copetazo quietecito, someter a una pandilla completa de malosos, inoportunos y abyectos secuestradores, solamente con sus peligrosas y recién manicuradas manos.

Si esas fantasías disparatadas que cocina en su cabecita, las hiciera con el balón y en la cancha, no sería el cacharro que en saldos y a mitad de precio trata de vender su equipo, para ahorrase ese sueldito millonario.

O el otro, personaje VIP, que rechonchamente es popular en centros de atención personalizada, porque, seguramente trabaja tanto y juega tanto, que necesita diario de masajes especiales, o si no relaja sus músculos con trenecitos en vaporoso y aromático jacuzzi.

Y como ellos, muchos otros. Hay muchos casos en que el jugador se transfigura en un espécimen de vicios privados y virtudes públicas. En Chivas, no es así: son tarambanas cuyos vicios son más públicos que privados.

Y mientras Amaury Vergara pasa del dicho al hecho, tras la juramentación pública hecha en su cuenta de Twitter, mientras eso ocurre, los jugadores de Chivas reciben esta semana a una fantástica y maravillosa bestia: el León, que se ha dedicado a despellejar vivos a sus adversarios.

Seguramente el Thanos Pulido espera ansioso este encuentro, como Hércules cuando enfrentó al temible cancerbero de tres cabezas a las puertas del Infierno. Qué es una caterva de secuestradores, una chusma de raptores, cuando tiene a un magnífico oponente cono el León.

Vaya Pulido, vaya, desóllelo y cuelgue la zalea esmeralda en el zócalo de sus alucinaciones, hágalo con esas poderosas manos, aunque se le escorie el esmalte, y se le desacomode el esculpido tupé.

O tal vez, si lo desea, pues finja que sufrió una lesión tan grave, como aquella en el Clásico ante América, esa misma que los médicos nunca pudieron encontrar, clasificar, identificar o reportar con uno de esos latinajos extraños.

Seguramente, luego de ser investidos y revestidos con el uniforme de la incompetencia, los jugadores de Chivas saldrán a jugar ante el León el partido de su vida. Ganarle al todopoderoso del torneo, creen ellos, les ungiría de perdón público.

Estarían equivocados, porque aun venciendo a León y a Tigres, ellos, estos jugadores de Chivas, en la clasificación zoológica de los felinos, no pueden ser catalogados por encima de tristes gatos bodegueros.

Y aunque en el futbol pueden ocurrir hasta milagros, pueden perpetrarse hasta absurdos, lo peor que le podría pasar al Guadalajara sería no ser masacrado por el León.

Un empate o una victoria sería una mentira aún más tóxica que las que cuenta el Julio Verne de enorme copete y poquita testosterona, y que usa la camiseta con el número nueve.