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¡Qué pena...les, América! ¡Rayados, campeón!

LOS ÁNGELES -- Desde el manchón de las tragedias y las hazañas, aunque tragando amargo, Monterrey es el Campeón del Apertura 2019. En penales (4-2), yerran Nico Castillo y Guido Rodríguez, y América murió en la playa de las desilusiones.

Tras 60 minutos de implacable dominio, América descubrió amargamente lo que negó su técnico Miguel Herrera, que en su banca habitaban fantasmas como Castillo, Benedetti y Giovani dos Santos. Una nómina hinchada de bluff, de fantoches, y de insuficiente compromiso y responsabilidad.

Y de esa manera, con el relumbrón que merece, enderezando un barco a pique, Antonio Mohamed concluye la faena: los estremeció, los metió a la Liguilla y los trepó al podio máximo de la Liga Mx.

El Turco exaltó a sus jugadores a la hazaña. Y la consumaron. Cuando vivían en el desahucio, el octavo pasajero, el del chiripazo, el que se sumó de polizonte a la Liguilla, con 25 minutos implacables en el segundo tiempo, y sobriedad y categoría en los penales, consuma la proeza de ser campeón.

Y El Nido queda víctima de los tabúes. El sexto lugar de la Liguilla está maldito. Y ningún equipo ha consumado tres remontadas en Liguillas.

LAS ÁGUILAS PERDONAN Y…

América fue abrumador los primeros 60 minutos. Colgó un 2-0 que parecía definitivo con zapatazos de Viñas y Sánchez. No supo engordar el marcador a pesar de tener a Monterrey atrincherado en la cuna de su miedo escénico.

América se resigna cuando el VAR le anula dos goles y le niega un penalti, además de balones en los postes, y un Barovero en su mejor noche. Las Águilas jugueteaban con los ratones rayados.

En el transcurso del juego, hay dos cambios determinantes en el ritmo del partido. Ahí empieza a gestarse el desmoronamiento de El Nido y el resurgimiento de Rayados.

1.- Renato Ibarra, jugando sin estar a plenitud, deja la cancha. Nico Benedetti nunca se comprometió con el inmenso escenario de la Final. Revoloteaba como mariposa en pantano, tratando de ni siquiera ensuciarse, cuando la noche reclamaba jugar a muerte.

2.- En una de las más deplorables noches de Miguel Layún, César Montes lo releva, aún disminuido, a la cancha. Rayados había jugado con diez, y ya tenía once. Stefan Medina hizo bien todo lo que Layún hizo mal. Contuvo a Roger Martínez y le dio alternativa de salida al equipo.

Después, las Águilas se quedaron sin garras y sin pico. Pujaban, sudaban, apretaban, pero había terminado la generación de futbol.

Ahí, paulatinamente Monterrey se apoderó de la cancha. Benedetti era una estatua de piedra, que ni estorbaba ni generaba, y los papeles se invertían: América jugaba con diez y Monterrey con once.

El Turco Mohamed agrega el jugador que faltaba a su ecuación: Vincent Janssen entró pletórico de energía y motivación. Se convirtió en un todoterreno, y fue el pulmón y el corazón de la insurrección de Monterrey.

Con la salida de Richard Sánchez, América desapareció en media cancha. El equipo se pulverizó. Un grupo en el fondo, resistiendo, y a base de rompimientos desesperados, era como intentaba acercarse nuevamente a Barovero, e incluso así, Henry Martín desperdicia la mejor posibilidad del segundo tiempo.

Y Rayados no perdonó. Hasta entonces impecable, Jorge Sánchez se ve superado por Dorlan Pabón, y el servicio es exacto al remate de Funes Mori al ‘75. 2-1 y 3-3 en el global.

Quedaba claro que América no tenía ni jugadores, ni plan, ni posibilidades de levantarse en el cierre del segundo tiempo, y se dedicó sólo a resistir en su trinchera ya con Giovani dos Santos y el Oso González.

Con el 3-3 emplazando a tiempos extras, Monterrey encima al Nido para tratar de resolver el juego sin querer ir a los sobresaltos de los alargues, pero aparece entonces la figura de Guillermo Ochoa con portentosas desviadas.

Miguel Herrera juega su última carta. Envía a Nico Castillo, con Gio y Viñas, a la espera de poder fraguar un milagro en un pelotazo, porque para entonces, ya América no generaba futbol. Su mejor opción fue centro de Gio y el remate de Viñas al larguero al minuto 116.

Y con el 3-3, ese desenlace dramático, histérico, tenso, desde el manchón, desde ese ombligo caótico de emociones donde se deciden destinos, y donde la justicia siempre será injusta y la injusticia siempre hará justicia.