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Chivas, ahora sí, como 'perro hambriento' de Chejov

LOS ÁNGELES -- Escribió Chejov: “Un perro hambriento sólo tiene fe en la carne”. Y tras el fracaso en la Copa Mx, la afición de Chivas sólo tiene fe en trofeos, no en promesas, ni en evocaciones e invocaciones con estampitas guadalupanas.

Ricardo Peláez había prometido no más terapias hablando de evadir el descenso, sino carnavales de sumar títulos. Y la Copa Mx entre ellos, había garantizado el presidente deportivo del Guadalajara.

Eliminado en la Copa Mx, vía los penales por un emisario del ascenso, como lo es Dorados, el Rebaño escribe el primer fracaso de la nueva gestión tripartita (Peláez-Tena-Vergara), la cual debía recoger copas para escanciar champaña y no cuencos para recolectar lágrimas.

¿Fracasa el proyecto de Chivas? Absolutamente, no. Pero el remezón es oportuno, si es que algún fracaso lo es en realidad. La bofetada mediática de la sorna y el pitorreo, es apenas la parte lúdica del daño.

De hecho, más allá del estigma perecedero por este fracaso, Guadalajara se saca de encima un lastre como lo es la Copa Mx, especialmente para un equipo que debe visualizar su pase a la Liguilla como objetivo fundamental.

De no ser por esa promesa aventurada y aventurera de “vamos a ganar la Copa Mx”, que hace que Chivas se enrede y se tropiece con su propia lengua, ahora podrá enfocarse en la Liga y en lidiar con las próximas e inevitables convocatorias a diferentes selecciones nacionales.

Nadie escapa a este fracaso. Luis Fernando Tena deberá poner la cara por quienes pusieron la cara por él, en el cierre del torneo anterior.

Incluso la elección de jugadores y momentos para hacer cambios, cuestiona mucho la lucidez táctica de un entrenador que debe ser incuestionable, con los títulos que tiene a cuestas y la medalla olímpica de oro.

Desesperada, citando de nuevo a Chejov, de ser necesario, ya un sector de la afición del Guadalajara cuestiona la capacidad de Tena, y si habría sido un error mantenerlo, en esa afición populista de querer destazar entrenadores.

Ciertamente, Tena se equivocó al confiarse en que Dorados era una víctima propiciatoria. En el Juego de Ida quedó claro que el equipo se le fue de las manos. Todos quisieron ser héroes individuales en el desastre colectivo. Ahí, quedó eliminado el Guadalajara, no el martes en Sinaloa.

Y tras el exilio de Chivas desde el manchón penal, sólo quedaron dos imágenes: la desolación del veterano Miguel Ponce, y la dinámica de Ricardo Peláez, santiguándose con la estampa de la Virgen de Guadalupe y no la de San Cucufato, como afirman algunos herejes.

Como ni la experiencia ni el buen golpeo de Ponce, como tampoco las invocaciones guadalupanas funcionaron, al Rebaño sólo le queda refugiarse en la maltratada, abusada y hastiada promesa de “vamos a trabajar más”.

Desde fuera, parecería que el proceso de integración del bloque de refuerzos dentro de un grupo que defiende su derecho de antigüedad, está aún lejos de consumarse, cuando debió ser el paso inmediato.

Y ciertamente, convertido en el protagonista del morbo en este Apertura 2020, lo que menos tiene Chivas, es tiempo. Es decir, si gana, no tiene mérito, con semejante inversión realizada; si pierde, la cascada de escarnio está garantizada.

Ciertamente Chivas confronta un problema de inmadurez en el grupo. Y en todos sentidos. La atención desmesurada que recibe, expone a algunos jugadores a efectos secundarios.

El caso más palpable es el de J.J. Macías. Un notable futbolista que jugaba en el León sin presión, sin atención, sin asignaturas especiales, sin obligaciones de mesías o redentor, sin obligaciones de ser el estandarte del equipo, ahora se encuentra en otra posición.

La lesión de Macías, esa fatiga extrema no es producto de la intensidad de sus partidos con el Guadalajara, sino producto de esa carga acumulada de responsabilidades, que jamás debió montarse a la espalda con el León.

Alguna vez lo explicaban dos tipos que saben de la materia. Daniel Ipata y el doctor Rafael Ortega, coincidían en que algunas lesiones surgían cuando el estrés se cebaba exageradamente en el jugador.

Y sin duda, Macías, un tipo extremadamente profesional, comprometido, se fatiga, se lesiona, con una carga de trabajo y de minutos de juego, que ni mella le hizo en el León, y es por el efecto de ese compromiso saturado, excesivo, agobiante que él mismo asumió en Chivas.

¿Se cura? Sí, especialmente en tipos con la personalidad, como la del mismo Macías. Pero son experiencias y desafíos nuevos, al jugar como referente en el equipo más importante del futbol mexicano, como lo es Chivas.

Y circunstancias parecidas asedian al resto de jugadores que llegan al establo rojiblanco. Algunos, como quedó claro en la serie ante Dorados, quieren ser héroes de un día y quieren ganar el partido ellos solitos, sin entender que sabotean lo colectivo.

Pero, Tena y Peláez tienen tiempo, y con el sermón obligado, tras al fracaso ante Dorados, tienen argumentos de peso en la mano.

Ahora, deben conseguir que todos sus jugadores, reaccionen como la misma afición, bajo el principio de Chejov: “Un perro hambriento sólo tiene fe en la carne”.