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La llama que alumbra a Messi 'crema' al Barcelona

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Messi llega a otra importante marca en su carrera, pero el Barcelona se aleja del título de LaLiga (0:57)

Pese que el argentino llegó a su gol 700, los culés empataron ante el Atlético de Madrid. (0:57)

LOS ÁNGELES -- Llegó a 700. Cobró a lo Panenka. Lionel Messi enciende el pebetero de su ego, pero languidece la esperanza del Barcelona. El altar de Lío resplandece con las ascuas del crematorio catalán. La Liga se ha escapado.

Real Madrid tiene una tarea compleja, pero ante Getafe puede escanciar la Copa y derramarla luctuosamente sobre la escotilla del sarcófago catalán. Ya puede poner sus manos en el delicioso contorno de la musa de la gloria. El acérrimo, tenaz y magnífico adversario, ha claudicado.

2-2. Sí, Atlético de Madrid debe masticar dulce y tragar amargo. Sofocó la fiesta en Barcelona, pero le regaló una doncella de metal, esculpida con el odio al Real Madrid.

La diatriba colchonera es si mató al Diablo para quedar bien con Dios o si mató a Dios para quedar bien con el Diablo. No hay felicidad total en los ateos.

Tal vez compareció este martes el mejor Barcelona desde que La Liga rompió el toque de queda por la pandemia. Pero no era suficiente. Ya se sabe que para el Atlético, morder las entrañas catalanas es como un bocado de la sensualidad de Eva en el impúdico despertar de Adán.

Con el arbitraje y el VAR tambaleándose en el vodevil de las sospechas, desde el manchón penal se enjuagaron las injusticias. El 2-2, al final, es un tapabocas para la pandemia de sospechas que acompaña a La Liga.

Constipada la tripa festiva de Messi y sus 700, el Barcelona recuerda a Sísifo en estos tiempos en que la frustración parece ser el más reciente capullo de La Masía. Mientras más se acerca al exitismo, más se aleja de su cometido.

Ahora, en tropel, como humos y hunos de ese Atila vencido, las calamidades empezarán a abalanzarse sobre el mismo Barcelona. Sus más negros demonios le irán brotando de sus propias entrañas.

1. Quique Setién recupera el báculo del único lugar donde le obedecen, en su campiña, con la seductora sumisión de sus nostálgicas vaquillas. Ni el gol “setecientos” de Messi pudo salvarlo.

2. Y para encontrarle el sustituto genuino, en el Barcelona buscan al genuino sustituto de Bartomeu, el hombre que hizo estallar el vestidor azulgrana, con el detonante sedicioso y silencioso de la intriga.

3. Mientras, en La Sagrada Familia los barcelonistas organizan una conflagración de veladoras para que los dioses paganos del futbol, enciendan los cirios del Madrid ante el Getafe, y que exorcicen los devaneos merengues de los arbitrajes.

4. Y tras los biombos maquiavélicos de la intriga, seguramente Joan Laporta arreciará el pastoreo de los inconformes, con promesas cacareadas de obviedad, como reintegrar a Pep Guardiola, acompañado de Xavi y de Puyol.

Sí, lo peor para el Barcelona, parece ser lo mejor que le puede pasar, mientras zozobra calamitosamente, y se aferra, con manos tumefactas y crispadas de arteriosclerótico, a su último salvavidas que es un venturoso sorteo en la Champions.

Incluso, los homenajes a Lionel Messi y sus 700 parecen un parche mal cosido por guasones sastres en el obituario más doloroso desde la época del Tata Martino con el club catalán.

Para este pasaje caótico, encaja perfectamente una necrófila reflexión de José Luis Alvite: “Si bien se mira, la muerte (del Barcelona) sólo es una enfermedad en mal estado”.