Un campeón que invita a soñar Héctor Velazco cumplió con creces con la tarea encomendada: ganar el título mundial y abrir así una pequeña puerta para comenzar a ilusionarse con la recuperación del boxeo argentino HORA DE FESTEJAR Héctor Velazco acaba de obtener el título mundial interino de la categoría mediano OMB (Fotobaires.com) BUENOS AIRES -- Ayer hablábamos de época de vacas flacas para el boxeo argentino. Seguramente, tendrán que pasar algunos años para que la tendencia se revierta. Pero también decíamos que Héctor Javier Velazco tenía en sus manos la llave que abría una pequeña puerta para comenzar a ilusionarse con la recuperación. Y gesellino - en realidad, nacido en Avellaneda y radicado en Villa Gessell - cumplió con creces con la tarea encomendada, que no era nada sencilla. No tanto por el calibre del rival que debía vencer para convertirse en campeón mundial - Andras Galfi, un húngaro con más pinta de actor de comerciales de yogurt, que de boxeador - sino por el enorme peso que, sin proponérselo, sus colegas depositaron en sus hombros en los últimos tiempos, plagados de fracasos. Pero Velazco estuvo a la altura de las circunstancias. La primera prueba era la entrada al cuadrilátero de un Luna Park casi colmado, con todo lo que eso significa para cualquier boxeador. Y no se le movió un pelo. Y una vez que sonó la primera campanada, se llevó por delante a Galfi de principio a fin, hasta que lo obligó a abandonar con un trabajo de demolición meditado e implacable. La clave estuvo en la mano izquierda, un jab con potencia de directo, que mantuvo al húngaro justo en la distancia que necesitaba para coronar cada ataque con una derecha en directo o en gancho, especialmente a la zona baja. Lo sorprendente es que el ritmo de pelea del argentino no disminuyó con el transcurso de los asaltos. Por el contrario, en el sexto y el séptimo se vio lo mejor de él, lanzando cerca de 100 golpes en cada uno. Así, silencioso, pero con estampa de crack, Velazco se convirtió en el vigésimo sexto campeón mundial argentino. Seguramente, cuando ponga en perspectiva su logro, se dará cuenta que la clave estuvo en aferrarse al secreto simple pero primordial de todo deportista que pretenda destacarse en un ambiente ferozmente competitiva: trabajo y más trabajo en el gimnasio. Pero no el trabajo que se realiza únicamente para una pelea específica, sino aquel que es sinónimo de costumbre cotidiana, de toda la vida. Por eso, simplemente por eso, Velazco es un campeón que invita a soñar. Quizás le falte la pegada de Carlos Monzón, o el talento de Gustavo Ballas. Pero un amante del entrenamiento siempre corre con ventajas en esta época en la que a los talentosos ya no les alcanza con sus virtudes para superar a los súper atletas. SEBASTIÁN CONTURSI es redactor especial de ESPNdeportes.com.  ENVÍALO | MÁS ENVIADOS

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sábado, 10 de mayo