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Tito Lectoure, Horacio Accavallo y el Luna Park, unidos por siempre

El 1° de marzo no es una fecha más para el boxeo argentino. Por esas cosas de la vida, une a dos grandes amigos y una historia en común ambientada en el querido Luna Park. Horacio Accavallo, Juan Carlos “Tito” Lectoure y el Luna están unidos por siempre en los recuerdos gratos del boxeo argentino.

"Roquiño", como se lo conocía a Horacio Accavallo, se consagró campeón mundial de los moscas (WBA-WBC) en Tokio, el 1ro de marzo de 1966, tras vencer al local Katsuyoshi Takayama.

Fue así, a los 32 años, que se consagró el primer campeón mundial de la Era Lectoure, quien a los 30 años, llevaba casi diez como match maker y promotor del Luna Park. Hasta ese momento, solamente un argentino había logrado una corona mundial y también en peso mosca, y también en Tokio. Pascual Pérez, vencedor en 1954 de Yoshio Shirai, al mismo tiempo, el primer campeón mundial japonés de boxeo.

“Tito” logró que el boxeo argentino consagrara a campeones de la talla de Nicolino Locche, Carlos Monzón, Víctor Galíndez, Gustavo Ballas, Santos Laciar o Uby Sacco, entre tantos. Y por supuesto, puso al Luna Park en la lista de las grandes arenas consagradas al boxeo.

"Tito" y "Roquiño" trascendieron el camino de promotor y boxeador, porque se hicieron amigos durante todas sus vidas.

El 1° de marzo de 2002 Lectoure murió a los 65, tras largos períodos de enfermedad.

Accavallo falleció un 14 de septiembre (El día del Boxeador en la Argentina) de 2022, a los 87 años. Había sido payaso, ciruja, faquir y jugador de fútbol: "Cuando era chico, teníamos un carrito tirado por un caballo. Si había poca comida, se la dábamos al caballo, para que pudiera seguir tirando del carro. Nosotros, con mis hermanos, podíamos aguantar", contaba.

Fueron amigos, compañeros de trasnoche del Luna después de las peleas, con cenas bien regadas y servidas.

Cuando Horacio fue a realizar su primera defensa ante Hiroyuki Ebihara (15 de julio del 66) tuvo un ataque de pánico.

"Nunca vi nada igual", recordó el promotor. "Ese sábado, Horacio estaba congelado y asustado para la pelea. Tanto que le trajimos una cama del hotel Roma, enfrente al Luna, y la pusimos en un vestuario. Me senté a su lado, le tomé la mano, lo hablé y serené hasta que se durmió. Esa noche, cuando salió al ring, puse la Marcha de San Lorenzo en los altoparlantes y volvió a ser el Accavallo de siempre: ganó sin discusiones".

El "Accavallo de siempre" como decía Lectoure, era inteligente, tiempista, rápido y poseía un coraje sin límites. Con el rostro desfigurado aguantó 15 rounds y venció, en sangrienta pelea al mexicano Efrén "Alacrán" Torres ante un Luna rendido a sus pies: un gladiador de 50 kilos.

Lectoure fue un amante del boxeo, que priorizó la palabra por sobre la firma de contratos. Su apodo se convirtió en un símbolo de boxeo. Decir "Tito" en el mundo era sinónimo de buena fe, de compromiso y de seriedad. Un hombre capaz de plantar un show en vivo en el famoso Caesars Palace de Las Vegas por defender a su boxeador, Víctor Galíndez. El Luna no era su estadio, era su casa.

Hoy solo quedan sus recuerdos, vagando por los desnudos camarines del Luna Park, en busca de un tiempo que jamás será olvidado.