Ryan García demostró que le falta trabajo para convertirse en la figura del boxeo que se cree que puede llegar a ser.
El problema en la vida son las expectativas, y Ryan García ha sido víctima de sus propias porras. ‘King’ Ryan, el hombre de los millones de seguidores, fue derrotado a cabalidad por Rolando 'Rolly' Romero hace unos días y desde entonces ha puesto en entredicho su credibilidad y su futuro.
Ryan, hombre de un portentoso gancho izquierdo, no peleaba desde hace más de un año y fue además su primer enfrentamiento en el límite de peso welter (147 libras). Se notó el cambio; con la subida de peso perdió potencia y pagó el precio, incluso desde el mismísimo segundo round cuando Rolly lo mandó a la lona con par de izquierdazos. Le faltó saber defenderse.
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El escenario para Ryan no es nuevo. Cuando perdió con Gervonta Davis, en abril de 2023, se puso en duda su futuro y hubo comentarios acerca de que se terminaba su mentira. No fue cierto, el King volvió, enfrentó a Devin Haney y le ganó bien, con autoridad y potencia; solo que perdió el resultado por el tema del dopaje. Le faltó no traicionarse.
Estar en el centro del huracán no es nuevo para Ryan, tiene la calidad y el amor propio necesarios para salir de ahí y ser un protagonista del boxeo. El problema es que esas virtudes orgánicas tienen que ser acompañadas de disciplina, mejor preparación y más esfuerzo. Las figuras, debe entenderlo Ryan, no se hacen solo con un buen golpe o siendo popular.
Rolly, un hombre de medio nivel y harta disciplina, tuvo la derecha arriba toda la pelea, lo hacía para protegerse de los golpes zurdos de Ryan. Romero estudió a su rival, entrenó, se preparó y fue disciplinado al momento de pelear; por eso ganó. Ryan, desde ese segundo asalto, bajó la guardia.
Más allá de la pelea, el problema para Ryan es que se notaba como ido, le pedían en su esquina que hiciera más y no tiraba golpes. Ryan es un buen boxeador, no es una mentira, tampoco un fenómeno. Pero compite, luce, tiene personalidad y la revancha con Haney es una pelea que generará mucho dinero.
Por eso es obvio decir que Ryan existe, que su globo lo ha desinflado él y él mismo lo puede volver a llenar. Garcia está lejos de convertirse en un peleador acabado, tiene un gran gancho de izquierda, pero le faltan piernas y también cabeza porque es difícil ser un fenómeno de un solo golpe.
Su problema es que defensivamente es nulo, da la espalda cuando lo atacan, baja la guardia. Puede ser bueno, pero tiene que dejarse llevar, renunciar a la soberbia del influencer y trabajar con humildad, de forma anónima y disciplinada. Si lo hace, tiene futuro. Si no lo hace, entonces está perdiendo el tiempo.
Su entorno lo vendió como una estrella que nunca llegó, con una avalancha de expectativas que jamás cumplió. Lo peor es que perdió, sin dar lugar a dudas, una pelea que fue mala, de pocas emociones, pocos recursos, y en la que ganó el menos malo.
Ryan, el dinero y las ilusiones
En el boxeo se vale que ganen bien los peleadores, que aparezcan luciéndose en Nueva York y aumentando su popularidad; pero los grandes poderes requieren grandes responsabilidades. Ryan terminó haciendo las cosas mal, engañó a la gente y se convirtió en una decepción. Fue una de esas peleas que le hacen daño al boxeo.
Ryan García fue derrotado por decisión unánime, totalmente expuesto por Rolly Romero, un hombre al que antes el Pitbull Cruz había derrotado fácilmente. El papel de Romero era pararse en Nueva York para destacar a Ryan Garcia, y cambió el plan. Al final de la noche, se cayó el negocio de destacar a Ryan, publicitar la revancha contra Devin Haney. Le cerraron la avenida más transitada del mundo y Ryan terminó siendo atropellado.
En términos económicos, se afectó el plan y el negocio a Oscar De la Hoya y Turki Alalshikh. Sucedió no solo por la derrota, sino porque Ryan no tuvo un buen cierre, sabía que iba perdiendo y nunca buscó cerrar con nocaut. Garcia fue conservador, se cuidó de no caer en lugar de no perder. Ryan tuvo una velada para el olvido, podría retirarse del boxeo.
Pero no sucederá, al contrario, Ryan puede entrenar, volverse disciplinado, prepararse mejor, concentrarse, escuchar menos las porras y volver para ganar, porque ya lo ha hecho y tiene cualidades. El futuro está en sus manos, siempre y cuando Ryan quiera.