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Crawford, Spence, Canelo, Joshua, Golovkin y el "tiro en el pie" del boxeo

La más reciente pelea de Canelo Alvarez, contra Rocky Fielding, fue otro claro y lamentable ejemplo de las groseras desigualdades en el boxeo actual de primer nivel. Edward Diller/Getty Images

La frase, “darse un tiro en el pie”, no tiene un origen conocido, pero es de esas expresiones populares que describen con certera definición un error o equivocación que provoca una frustración grande en la búsqueda de un determinado objetivo. Por estos días, el circo del boxeo profesional parece estar plenamente decidido a darse ese disparo en la extremidad a base de errores, uno detrás del otro. Lo que aumenta preocupantemente el hastío, la decepción y el cansancio entre los fanáticos.

Las carteleras del pasado sábado fueron una fotografía exacta de esa realidad y “las grandes peleas” por llegar amenazan continuar con su comedia interminable.

Son combates con favoritos enfrentando oponentes a modo o con figuras de primer nivel que no pelean contra sus iguales. Son peleas que nos dejan vacíos de emoción y donde la frustración nos aleja un poco más de espectáculos con resultado visto. O sea, con peleas a la carta, sin sorpresa ni paridades.

En Los Ángeles una figura comercial de primer nivel en el peso welter, Danny García, enfrentaba a un rival de ocasión: Adrián Granados. En Nueva York, otra figura comercial de primer nivel en el peso welter y segundo mejor Libra por Libra del mundo – Terence Crawford – , enfrentaba a Amir Khan, un rival con mejor historia que Granados, pero que caía en el mismo rango.

Para Granados y Khan, era misión imposible vencer a sus encumbrados oponentes y los vaticinios unánimes vaticinaban el mismo resultado para ambos: derrotas por la vía rápida.

Granados fue lastimado temprano, cayó en el primero y siguió cayendo hasta el no va más. Khan cayó en el segundo, estaba siendo castigado en lo que debe identificarse como la fase previa a la golpiza y abandonó de la peor manera. El inglés dimensionó un golpe bajo, acusó un dolor que pocos creyeron y se bajó de la pelea empezando el quinto episodio. Traicionó la mayor dignidad de un pugilista que es la hombría en el boxeo y peor que eso, traicionó el compromiso del profesional con el aficionado que paga para verlo en acción.

El final fue lamentable e inmerecido para una fiesta de boxeo en el mismísimo templo del boxeo.

Pero, la decepción por los resultados no hace culpables a los derrotados. La culpa del tiro en el pie directamente la tiene un sistema promocional absurdo y a contramano que hoy maneja la agenda del boxeo con una venda en los ojos ¿Por qué estaban peleando el mismo día, casi a la misma hora, pero en carteleras diferentes y contra rivales vencibles dos de las mayores figuras de una misma división? ¡Vaya! El fanático no quería ver García-Granados o Crawford-Khan, el fanático hubiera querido ver a García contra Crawford, como ahora quiere a Crawford contra Errol Spence Jr.

No hay ciencia en lo que se quiere, es solo el resultado del sentido común, de la suma de una lógica que aturde, que abruma y que está gritándole a todos los que deciden en este negocio que de una vez por todas bajen al mundo real, sumérjanse en el recinto anónimo de la masa de fanáticos. Ese lugar de donde sale el dinero que mantiene vivo a este negocio. O tal vez deberíamos apelar a una frase popular y contundente para despertarlos de una buena vez antes que se desmorone la esencia del boxeo: “¡pónganse las pilas señores!”

El tiro en el pie de los pesados

Vamos a empezar por arriba, por los pesos pesados. Allí hay tres activos de primer nivel donde se conjunta la atracción comercial y deportiva. Ellos son Anthony Joshua, Deontay Wilder y Tyson Fury. Fury se ausentó por un tiempo, sin perder su atractivo mediático, pero tuvieron que soltarlo contra Wilder para saber si podía mantener ese éxito en el ring. Lo consiguió en una pelea fascinante que terminó en empate. Tras la misma, imaginamos una fantástica trilogía, entre mastodontes de primer plano. Pero no, llegó el urticante momento de evitar esas peleas que todos quieren y estirar hasta el infinito la posibilidad de verlas o no verlas. Hasta que el interés se diluya.

Allí vemos como le buscan un rival entre una lista de aspirantes de segunda o tercera línea a un Joshua que solo en Europa es capaz de generar millones de euros en recaudación con su sola presencia en el ring. Todavía no se sabe contra quien peleará Wilder y empieza una nueva era Fury contra un rival europeo que necesariamente no pone en riesgo su victoria.

Al sagrado interés por ver las grandes peleas en la máxima división, inevitablemente, solo le queda diluirse.

El tiro en el pie de los medianos

Canelo Alvarez, en este aspecto, es la bandera pirata de una época nefasta en peleas acordadas “a la carte”. A su camino hacia el estrellato jalonado de victorias sobre ex campeones cuarentones, con mas pasado que presente, alguna vez sumó episodios catastróficos, como su renuncia al cinturón para no enfrentar en su mejor momento a Gennady Golovkin.

O el imperdonable riesgo al que los dos expusieron a sus rivales mediante un abusivo ventajismo en kilos contra Kell Brook y Amir Khan, respectivamente. O en peleas totalmente desiguales como las asumidas contra Vanes Martirosyan y Rocky Fielding.

Una división mediana repleta de talento que, en algunos casos, hasta ha existido la obligación de enfrentamientos desde el propio organismo rector de uno de los cinturones en disputa. Es esa necesidad de saber quién es el verdadero campeón mediano del CMB, cuando el organismo impuso en su momento un cinturón interino en poder de Jermall Charlo y el otro cetro en manos de Canelo ¿Alguien recuerda ese interinato?

No existe y difícilmente existirá un reglamento unificado para establecer pautas que le pongan un freno a la elección de oponentes y se busque el siguiente rival para cada campeón en las necesidades del aficionado y no en la eliminación de los riesgos para el que manda en la taquilla, el lado A del contrato.

En la teoría estadística, Daniel Jacobs es un rival adecuado para Canelo. Pero, es un rival que eligió el mexicano. Sí, el hombre milagro, el sobreviviente de cáncer, el que nadie sabe en qué condición subirá al ring luego del esfuerzo por dar el peso de una división que por tamaño no le corresponde ni como hará para soportar el esfuerzo de “rehidratar con barreras” para no superar el límite fijado para el segundo pesaje a las 8 de la mañana del mismo día del combate.

Tampoco se sabe que mecanismo avala al próximo rival de Gennady Golovkin. Un rival de nombre Steve Rolls. El mismo que por estos días se transformó en el campeón del googleo, cuando su nombre apareció en el anuncio de la pelea. Fue una sorpresa y ningún fanático consiguió encontrarlo en su memoria boxística.

Por cierto, el mejor momento de esta categoría parece diluirse por falta de peleas verdaderas, como también se diluye en los supermedianos con la presencia ficticia de Canelo como campeón de una división a la que no pertenece o como ya se diluyó en los medianos jr. con la aceptación de que Jaime Munguía, luego de la polémica victoria sobre el irlandés Hogan, no está ni cercano a tener condiciones de medirse contra otros campeones de la división. Ya se sabe en consecuencia que va directo a la congeladora.

El tiro en el pie de los welters

La fastidiosa espera por esa pelea que todos quieren (Crawford-Spence), empezando por los propios pugilistas, esta día a día empujando la división welter al barranco de la indiferencia.

Por un lado, hay un círculo de amigos cercanos al empresario Al Haymon que no se enfrentan entre ellos. Al menos, aquellos que pueden darnos peleas atractivas como Keith Thurman, Errol Spence o Danny García. Por otra vereda, pero en el mismo clan, caminan los intereses de Manny Pacquiao que pese a ser campeón welter, le bastó pararse junto a Spence para descubrir la diferencia de tamaño y allí mismo dijo que contra él no pelearía.

Crawford tuvo que buscar lo mejor disponible y ahora volvió al mismo lugar donde se encontraba antes del fiasco de Amir Khan. Parecería existir una posibilidad cierta de medirse a Kell Brook, pero si eso ocurre solo servirá para llenar el hueco de una agenda inexistente. Enlos hechos el que para muchos es el mejor LxL, no encuentra contra quien pelear y parece que nadie quisiera enfrentarlo.

No hay duda que, pese a los nombres, pese al talento reunido, pese a lo que quiere la afición, que lo único que se sabe es que – promotoras mediante – los campeones actuales parecen más preocupados en evitar rivales que jugarse la piel en peleas de verdad.

Como si el crecimiento intelectual en el manejo de sus carreras, les otorgó la libertad de jugar con expectativas que no cumplirán y su única meta sea ganar buenas bolsas, sin tomar riesgos. Lo cual, en cierta forma, tiene el mismo valor degradado que esa rajada lastimosa de Amir Khan. Es cierto que, bajo ese rumbo que alimenta el gesto del británico, falta poco tiempo para este deporte se transforme en una ficción alegórica y, para colmo, de guante blanco.