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Pacquiao ganó, encantó, es legítimo campeón..., ¿y ahora qué?

El día después de la espectacular victoria de Manny Pacquiao sobre Keith Thurman, seguramente, tuvo tres consecuencias: la obvia celebración, la confirmación de que no habrá más peleas por este año y el inicio de una larga reflexión sobre su futuro.

La celebración está más que justificada. En la noche del sábado asistimos a un verdadero ‘deja vu’ de los mejores momentos del filipino. A sus cuarenta años nos asombró realizando un campamento duro y exigente mostrando mucho más que destellos. Realmente sorprendió su forma física, impresionó su velocidad y sobretodo, su ritmo de pelea.

La afirmación de que no habrá más peleas por este año, también está ampliamente justificada. No solo por el esfuerzo que demandó este combate, pese a todo lo que logró rescatar de la ofensiva de su pasado, Manny Pacquiao, que nunca fue un virtuoso defensivo, al igual que su rival, terminó muy golpeado y lastimado. Hay una larga recuperación por delante e inclusive exámenes médicos exhaustivos para descartar alguna lesión cerebral.

No olvidemos, que, en la batalla ante Thurman, el filipino fue superado por el golpeo de su rival. A modo de ejemplo, de 210 golpes conectados, sobre 571 lanzados por Thurman, 192 fueron de poder (43%) y la mayoría impactaron en la cabeza del filipino.

Con la mente en frío y en la intimidad familiar, llegará el momento de reflexionar sobre el futuro. Por razones diferentes, aunque en el fondo muy parecidas, el filipino enfrentará la misma disyuntiva del 2012, después de aquella brutal derrota por KO contra Juan Manuel Márquez.

Ante el mexicano recibió un derechazo aterrador durante el sexto asalto, que lo sumió en la inconsciencia por unos segundos y perdió por uno de los más asustadores KO en la historia del pugilismo profesional. Luego de la pelea, a Pacquiao se le practicó una revisión médica en Las Vegas, mediante un escaneo cerebral, que no mostró daños.

No obstante, la Comisión Atlética de Nevada determinó que Manny debería mantenerse, como mínimo, por 120 días fuera del ring. Pero el punto más alto de preocupación de esa batalla fueron las repercusiones que alcanzaron las declaraciones del presidente de la Asociación de Hospitales Privados de Filipinas, el neurólogo Rústico Jiménez.

El especialista, que examinó a Pacquiao a su regreso a Manila tras su combate en Las Vegas, dijo haber detectado signos tempranos de Parkinson en el boxeador debido a los golpes y sugirió su retiro. La opinión del galeno se sumó a la presión familiar y el clamor de buena parte de la fanaticada para que PacMan abandonara el boxeo.

Pese a esos pedidos, Manny regresó un año más tarde enfrentando y venciendo en las tarjetas a Brandon Ríos en Macao. Desde entonces, luego de cada pelea, el filipino ha coqueteado con la posibilidad de colgar los guantes. Sin embargo, ya suma diez batallas y por lo pronto, su plan es mantenerse activo. “Creo que pelearé el año que viene”, dijo, al tiempo de reconocer que no tuvo en Thurman a un oponente fácil, pero aun así se permitió considerar que “fue divertido enfrentarlo”.

El ring, esa zona exclusiva de confort

El filipino es un senador, es un héroe nacional, un filántropo, una figura pública inspiradora y posiblemente el símbolo de esperanza de millones de filipinos que viven en la extrema pobreza, ese mismo territorio inhóspito del que procede Pacquiao. Sin embargo, pese a todas esas expectativas alrededor de su figura, al final del día Manny es solamente un boxeador en esencia pura y lo demás meras consecuencias. O sea, debe resultar difícil, aterradoramente difícil verse lejos de aquello para lo que nació, donde se siente auténtico y donde jamás dejará de ser venerado.

Por ello, es difícil vaticinar que esta vez el PacMan cuelgue los guantes. No obstante, donde hay casi certeza absoluta es que ya no enfrentará a rivales jóvenes, de primer nivel y con hambre de gloria como el oponente del sábado en Las Vegas. Hasta por sentido común, es natural esperar esa medida en su agenda futura.

Algo que ya se pudo percibir el 16 de marzo, cuando asistió a la pelea entre Errol Spence Jr y Mikey García por el título welter de la FIB. Una vez finalizado el combate con la victoria de Spence, Manny subió al cuadrilátero, saludó al vencedor, todos pensamos que sería su próximo rival, pero el propio filipino lo descartó esa misma noche. Lo vio demasiado grande y fuerte (a Spence), para arriesgarse a un desafío de ese tamaño. Si tomamos en cuenta que no dudó en aceptar la pelea contra Keith Thurman, es posible que no haya valorado el verdadero poder en la pegada del estadounidense.

“Nunca esperé ese poder de Thurman, es muy fuerte. Me sorprendió, (tiene una pegada) como Margarito, Cotto”, dijo Manny.

Ante esa realidad y el hecho de que comercialmente el filipino no solo se mantiene vigente, sino que esta victoria revitalizó su figura en una propuesta promocional tan arriesgada como el PPV, todo apunta a que seguirá activo en el 2020. Tal vez lo veamos en el primer trimestre ante un rival que no genere tantos riesgos. Quizás Danny García podría ser ese oponente adecuado en el primer nivel o tal vez sea cierto el anuncio de Amir Khan, un eterno aspirante a enfrentarlo, de que ya estaría pactada una pelea entre ambos.

Si finalmente se decidiera por una ‘pelea-show’ contra Amir Khan, tampoco hay que descartar que nos sorprenda para septiembre del 2020 al cierre de su carrera con una revancha multimillonaria contra Floyd Mayweather. La citó Pacquiao como un deseo y la presencia sobre el ring del propio Mayweather, en la noche del sábado, ayuda a todas las especulaciones en esa dirección.

En resumen, el 2020 serviría para que la leyenda filipina se despida a tambor batiente, en eventos de mucha recaudación y donde no ponga en riesgo su salud. Se justifica esto último y merece lo primero. Al fin y al cabo, es una leyenda viva, ejemplo de dedicación y perseverancia, en un deporte que a todos les quita más de lo que da.