<
>

¿Qué pasó con el gran peso pesado estadounidense? Está de vuelta y se llama Deontay Wilder

TUSCALOOSA, Ala. -- Un exjugador de baloncesto de escuela secundaria de 19 años trata de caminar en el colegio comunitario local cuando se entera de que su hija nacerá con espina bífida. Necesitará múltiples cirugías, apenas para empezar. Él abandona la escuela y consigue un trabajo en Red Lobster; entonces IHOP. Luego entra a un gimnasio local de boxeo, que en sí mismo no es fácil de encontrar en el centro-oeste de Alabama.

No tiene expectativas de fama o fortuna, solo hacer dinero rápido como un oponente. También tiene una ruta a las 4 a.m. para entregar barriles para un distribuidor local de cerveza. No importa. Todavía no hay suficiente dinero. Tampoco está funcionando con la madre de su hija. Él está desconsolado. Está avergonzado de sí mismo.

En un momento, con una pistola calibre .40 en su regazo, considera el suicidio: "Si levanto esta pistola y me exploto el cerebro, todo estará bien. Todos mis problemas desaparecerían".

Ese es el diablo hablando. En su otro hombro, un ángel profano le dice: "'Hombre, ¿vas a marcharte como un p...? No puedes hacer eso. Tienes una niña que te necesita más que nada".

El ángel gana.

Regresa al gimnasio, fuera del cual a menudo se le ve en su camioneta, durmiendo entre su ruta para entregar barriles de cerveza y su entrenamiento.

El ahora exjugador de baloncesto y su entrenador, --un preparador autodidacta que en realidad abandonó una prometedora carrera como reportero de televisión para aprender los secretos del Arte de Fistiana--, habitualmente tienen poco dinero para el combustible. Una sesión de entrenamiento particularmente ardua en Atlanta y solo tienen lo suficiente para una comida después de la ardua preparación. Cheetos y Mountain Dew para el entrenador. Anillos de goma y limonada para el luchador.

Pero en el trayecto, el aprendiz de pugilista encuentra algo. No era solo su mano derecha, más bien era como un súper poder.

Menos de tres años después de que entró al gimnasio, a los 22 años, ya había ganado una medalla en los Juegos Olímpicos de Beijing.

A los 29, tiene en su cintura la faja que lo acredita como campeón de peso pesado del Consejo Mundial de Boxeo.

Aun así, nadie le presta mucha atención.

Si la gente del boxeo tiende a minimizar sus habilidades; no resulta extraño que el público en general se mantenga inamovible en su desinterés.

Mientras tanto, él se encarga de que su hija tenga todo lo que necesita.

Hoy, ella está en el equipo de porristas.

Él tiene otros siete hijos también.

Y sigue noqueando a la gente..., de una manera nunca antes vista. Es probable que su mano derecha sea el arma más destructiva en la historia del boxeo.

Aun así, a Estados Unidos realmente no le importaba Deontay Wilder hasta que luchó contra Tyson Fury.

Y ahora que están a punto de pelear de nuevo, ha llegado el momento.

Deben prestarle atención.


EN DICIEMBRE DE 2014, un mes antes de que Wilder ganara el título que aún posee, hice una pieza para Showtime. Al concluir la entrevista, la hija de Wilder, Naieya, se acercó con alegre insistencia y preguntó: "¿Quieres verme hacer una voltereta?"

Era más pequeña de lo que cabría esperar de un niño de 9 años y su andar mostraba una pronunciada dificultad. Todos nos miramos, los muchachos del grupo, prácticamente pensando lo mismo. Pero antes de que ninguno de nosotros saliera con un "no te lastimes", ella había subido al ring, ejecutado una voltereta casi perfecta, con aterrizaje incluido.

En 34 años como periodista y locutor, sigue siendo la victoria más sublime que he presenciado, no solo fue una sorpresa, sino que fue una totalmente pura. El padre de Naieya tenía más que una gran mano derecha; tenía una mercancía aún más preciosa, una historia. Valió la pena haber echado porras por Deontay Wilder.

En enero de 2016, hicimos otra pieza caminando por Times Square, New York. Wilder había mantenido el título durante un año para entonces, pero nadie sabía realmente quién era, aunque sí recuerdo que un turista le preguntó si era LeBron James.

Los estadounidenses dijeron que querían un campeón de peso pesado. Querían un artista del nocaut. Pero cuando finalmente irrumpió en escena, apenas lo reconocieron.

¿Por qué? Le pregunté a Wilder cuándo nos vimos hace unas semanas.

"La raza juega un papel muy importante, ¿sabes?" dijo él.

Wilder no se estaba desahogando sobre el racismo. No es algo en lo que él se detenga. Aun así, en algún nivel, su punto parece incuestionable. Si Wilder fuera blanco, sería fácil imaginarlo como el rostro de IHOP o de la cerveza que solía distribuir.

Dicho esto, la raza no impidió que Mike Tyson, Evander Holyfield y George Foreman entraran en la conciencia estadounidense. Sin embargo, a diferencia de sus predecesores, la promoción de Wilder siempre parecía carecer de un sentido de riesgo o imaginación. Insuperable sin una victoria distintiva. Lo entiendo: Algo natural y sencillo, las peleas mandatorias y para mantener la condición son parte del negocio. Pero Wilder carecía de lo que sus contemporáneos de élite, Fury y Anthony Joshua, consiguieron tras vencer a Wladimir Klitschko.

La pelea contra Fury cambió todo eso..

No se suponía que fuera una gran pelea. Fury todavía estaba regresando de pasar por una depresión suicida y acababa de perder más de 100 libras. Sin embargo, si el empate histórico frustraba a ambos boxeadores, también les daba lo que necesitaban. Los luchadores épicos necesitan antagonistas épicos.

Aun así, lo que detuvo a Wilder más que nada, más que la raza, el ascenso deslucido o los años pasados esperando a un oponente digno, fue el surgimiento de un prejuicio generalizado, si no mencionado, contra los pesos pesados estadounidenses. En un pasado no muy lejano, por supuesto, la noción de un campeón de peso pesado estadounidense era una redundancia. Quiero decir, con raras excepciones, por supuesto que era estadounidense.

Entonces, ¿qué pasó?

Ellos están atrapando pases, golpeando quarterbacks o tratando de romper tableros. Digamos que pesas 6 pies 5 pulgadas (1.96 metros) y 240 libras con un tiempo decente en la carrera de 40 yardas o una buena vertical. ¿Deseas vivir en un cómodo dormitorio deportivo y recibir tratamiento en instalaciones de última generación? O, ¿preferirías ser aprendiz en una habitación iluminada por el tenue parpadeo de las bombillas fluorescentes, impregnadas de olor a sudor, donde es casi seguro que nadie se molestará en limpiar los cubos donde los gladiadores escupen?

El típico peso pesado estadounidense se ha convertido en un tipo que ya ha fallado, por cualquier razón, como jugador de deportes con pelota. El boxeo no fue su primer deporte. Ha sido reciclado y el público hace tiempo que se dio cuenta de eso.

Se necesita más que destreza atlética para ser un boxeador. A Wilt Chamberlain le habría encantado hablar de Muhammad Ali, pero al menos tenía el buen sentido de apegarse al voleibol. No es así para Ed "Too Tall" Jones, Mark Gastineau, Kendall Gill. Solo puedo suponer que será lo mismo para el ex receptor abierto Brandon Marshall.

Incluso el mejor de estos atletas reciclados --talentos reales que fueron dedicados durante años--, no podía convertirse en campeón. Michael Grant fue una estrella de tres deportes en Chicago, pero Lennox Lewis lo eliminó en dos rondas. Dominic Breazeale, un ex quarterback universitario de 6 pies 7 pulgadas (2.01 metros), tuvo dos peleas de campeonato. Breazeale duró hasta el séptimo contra Joshua, pero solo 137 segundos contra Wilder.

Y ese es el punto: Wilder es diferente.

Mientras que generaciones de simples jugadores de deportes con pelota lo han intentado, él es el único en convertirse en campeón.

Aun así, la presunción contra los pesos pesados estadounidenses persistió, incluso en la ciudad natal de Wilder.

"La gente que solía odiarlo ahora son sus fanáticos. Eso es genial", dijo Chris Bates, guardaespaldas y consejero del campamento de Wilder. "Pero había un alto porcentaje de personas que [decían]: 'Ah, él no ha peleado con nadie'. ... Y yo digo: '¿Cuántas personas que conoces han estado en los Juegos Olímpicos?' ... Esto es Tuscaloosa. Todo lo que saben es sobre el fútbol (americano) de Alabama ... Si fuera de otro país, sería enorme. Pero es de aquí, así que dicen: 'No puede estar boxeando'".

Durante años la conversación en los círculos de boxeo se centró no en lo que Wilder ya había hecho, como ganar una medalla olímpica en menos de tres años después de entrar por primera vez en un gimnasio, sino en lo que aún no había logrado dominar. Sí, sus movimientos de pies no son geniales. Y sí, se vuelve loco en medio de la pelea. Pero incluso, cuando se agita, podía vencerte. Recordando la pelea de Malik Scott en 2014, un nocaut en el primer asalto con un gancho de izquierda más parecido a una bofetada: la conversación del día después tuvo menos que ver con Wilder y más con la noción infundada de que Scott se había caído a propósito.


MIENTRAS QUE a la gente le tomó años comprender su poder real, ese estuvo allí desde el principio, escondido a plena vista.

Tres semanas después de que Wilder saliera de la calle, noqueó a un jornalero profesional del boxeo con la mano derecha. El chico cayó en la primera ronda. Otro hombre se habría avergonzado. Pero el profesional había estado alrededor el tiempo suficiente para saber exactamente qué lo golpeó.

Desde su posición en el ring, Jay Deas, quien hasta el día de hoy sigue siendo el entrenador de Wilder, vio al peleador reír mientras luchaba por ponerse de pie. "Hagas lo que hagas", le dijo a Deas, "mantén a este tipo".

De vuelta a aquel día, Deas se enfrentaría con todos los principiantes. Para Wilder, él utilizó un protector de cabeza y uno de metal. Wilder rompió el protector de metal con un solo derechazo. Incluso un traje extra grueso para el cuerpo ofrece poca protección, ya que Deas ha terminado con innumerables costillas rotas e incluso una hernia por los golpes al cuerpo. Después de una sesión de guanteletas, sus codos a menudo se hinchan pareciendo un par de toronjas. El antiguo entrenador asistente de Wilder, medallista de oro olímpico y excampeón de peso welter, Mark Breland, se considera afortunado de que lo peor que le dejó Wilder fue un hombro separado. Hoy, Wilder usa tres pares de guanteletas para cada entrenamiento.

Con 6 pies y 7 pulgadas (2.01 metros) y tal vez 220 libras, Wilder, de 34 años, es más largo y liviano que la mayoría de los pesos pesados. Además, su derecha desafía una de las convenciones más antiguas del boxeo. Desde el "gancho de pala" de Jack Dempsey hasta el uppercut derecho de Tyson, desde el "Susie Q" de Rocky Marciano hasta el gancho corto de derecha con el que Foreman noqueó a Michael Moorer, siempre se pensó que los golpes más devastadores eran los más cortos, los más compactos, los más brutalmente eficientes. Pero la mano derecha de Wilder se despliega como un látigo, a menudo camuflado por un jab cegador.

Si bien el poder es natural, lo que queda a su paso es profundamente inquietante. Chequea las imágenes en YouTube, si quieres: Breazeale, Luis Ortiz, Bermane Stiverne y Siarhei Liakhovich, un excampeón de peso pesado que terminó agitando las piernas sobre el encerado como un pez en un muelle; o el cuerpo inmóvil de Artur Szpilka.

"Pensé que lo había matado", dijo Wilder, recordando a Szpilka, inmóvil, esperando que su pecho se agitara, para recuperar el aliento.

No es un recuerdo incómodo para Wilder; al menos no parece así. La verdad es que, incluso después de todos estos años, el campeón sigue asombrado de su propio poder. Pero como la mayoría de los fenómenos inexplicables, el regalo viene con una maldición correspondiente, no solo arrogancia, sino una majestad corrompida con una bocanada de algo feo.

"Quiero un cadáver en mi registro", subrayó Wilder. Lo ha dicho varias veces, en realidad.

Cada golpe de gracia es una metáfora de la muerte, pero él no estaba hablando metafóricamente. Y es una pena pensar que lo que comenzó como una búsqueda necesaria para pagar las facturas médicas de Naieya, llegó a este punto.

Le pregunto si tiene algún arrepentimiento.

"No me arrepiento de nada de lo que digo", afirma. "Me refiero a lo que digo".

En julio pasado, después de que un luchador llamado Maxim Dadashev muriera a causa de las heridas sufridas en el ring, Wilder tuiteó sus sinceras condolencias. Él proclamó a Dadashev un campeón, a pesar de que no había ganado un cinturón. Pero, ¿cómo reconcilió Wilder su ser compasivo, el tipo que otorgó tal honor a los caídos, con el tipo que quería un cadáver?

¿Esta habilidad para el juego fue demasiado lejos? ¿Vanidad o miedo? ¿Y dónde estaba el ángel profano ahora?

Para el registro, Wilder hace la distinción entre sus personajes. Está el Deontay de Tuscaloosa y está el alter ego sediento de sangre con el que entra en el ring. El tipo que quiere un cadáver, dice, "ese es el Bronze Bomber".

"Cualquiera puede tomarlo como quiera", dice Wilder. "Porque al final del día, vas a pagar tu dinero y vas a venir a tratar de ver a alguien noqueado. Esa es toda la anticipación de venir a una pelea de peso pesado".

"Especialmente esta", lo reconozco.

Él resopla una carcajada. Su propia forma de concesión: "Arriesgamos nuestras vidas para el entretenimiento de los demás. Porque al final del día, alguien quiere ver cómo se le arranca la cabeza a alguien. Y qué desagradable puede parecer o cuán cruel ... pero tú te estás levantando para verlo. Así que eres tan culpable como los que lo dicen.

"Durante 12 años, he estado hipnotizando a la gente con nocauts. Si salgo y marco, marco, marco, me sacarán abucheado de la arena".

La gente lo sabe.

"Ellos conocen al tipo que noquea a la gente, el hombre de un solo golpe, el tipo con un poder devastador, ese poder dado por Dios. El suspenso: ¿Qué pasará cuando el Bronze Bomber lo golpee??

"Eso es lo que todos esperan".

Y ahora más que nunca.

Vale la pena mencionar que Fury, de 31 años, también ha estado en la oscuridad.

Corta las orejas y la nariz", dijo Fury, "eso no me detendría de pelear. Mira, sigo luchando. Soy un hombre que lucha hasta la muerte".

"Yo hubiera sido muy valioso para los días de los gladiadores".

Wilder puede identificarse con eso.

"Me gusta Tyson Fury como persona", reconoció Wilder. "Tantos muchachos, tienen miedo de hablar".

Me alegro de que se tengan el uno al otro. Incluso si uno de ellos tiene que marcharse.