El argentino es el piloto más requerido por los hinchas en el paddock, las tribunas están teñidas de celeste y blanco y el apoyo llega de otros países de Sudamérica.San Pablo (Enviado Especial) Contexto: GP de San Pablo, Brasil, casi la carrera de local para Franco Colapinto. Ese dato, para nada menor, implica que, por cercanía, la 21ª fecha de la Fórmula 1 tiene una cantidad enorme de argentinos. Se los ve en la calle, caminando por la increíblemente enorme ciudad. Algunos, con la camiseta del campeón del mundo. Otros, con la bandera celeste y blanca puesta tipo capa de Superman. Claro, todo eso se magnifica enormemente en el autódromo de Interlagos, don de la F1 corre con un argentino en la parrilla por primera vez en 23 años. Y el piloto de Williams es la atracción principal.
Al recorrer el paddock, el hospitality que más gente tiene enfrente es el de Colapinto. Tanto público se pone delante, que del viernes al sábado hubo un cambio sustancial: el frente absolutamente vidriado amaneció en el segundo día da actividad con un contac esmerilado. Se veía venir: ESPN.com vio como una integrante del equipo Williams se lo pedía a alguien de la organización. En el balcón del paddock club, el sector VIP que está un piso arriba del paddock, cuelgan banderas de Argentina y ante cada aparición del piloto salte el espontáneo: “¡Franco! ¡Franco! ¡Que de la mano, de Colapinto…!”. La Colapintomanía invadió definitivamente San Pablo. Terminado el sprint, al cabo la única actividad en pista del día tras la cancelación de la clasificación por el diluvio, todos los pilotos deben pasar por el corralito de prensa de TV para realizar declaraciones. Y, desde ahí, caminando entre la gente para llegar a sus búnkeres. Pasa Yuki Tsunoda por al lado de ESPN.com y nadie dice absolutamente nada. Pasa Esteban Ocon y pareciera que necesitara una remera que dijera “soy piloto”. Pasa George Russell y nada. La efervescencia se enciende un poco cuando surgen dos pilotos: Charles Leclerc y Carlos Sainz. Ahí sí hay gritos. ¿Será por los Carlos o por Ferrari? Hasta el paso de Fernando Alonso se da casi inadvertido. Y de pronto llega Colapinto. Con mucho mejor ánimo después del duro viernes que vivió por el fallecimiento de su abuelo. Y ahí sí, los gritos, las corridas de hinchas que quieren una foto, una firma. Franco va escoltado por la encargada de prensa que lo sigue como un guardaespaldas y no permite que se le acerquen. Es, por lejos, el piloto más buscado en San Pablo. Hasta Bernie Ecclestone, el antiguo mandamás de la F1, estuvo un buen rato charlando con él dentro del hostpitality de Williams. En la tribuna enfrente de boxes conviven uruguayos, chilenos, argentinos, mexicanos. El “¡Argentina, Argentina!” se mezcla con un “¡Chi Chi Chi, viva Chile!”. Eso sí, cuando sale Colapinto a la calle de boxes, todos gritan “Franco, Franco”. Colapinto genera algo, distinto a la mayoría. Es cierto, es en Sudamérica. Pero también hubo locura de argentinos en Austin. En San Pablo, es local. ENVIADO ESPECIAL
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