El argentino se mostró muy compungido después de abandonar en el GP de San Pablo tras un golpazo tremendo contra la pared. Evitó hablar del cruce por radio que tuvo con Williams. San Pablo (Enviado Especial) Franco Colapinto esperó como nadie el GP de San Pablo, 21ª fecha de Fórmula 1. Sin carrera en la Argentina, Brasil se transformaría casi en su competencia de local. Y ocurrió, porque miles de argentinos viajaron a la ciudad más poblada de Sudamérica para brindarle apoyo al piloto que cortó con una sequía de 23 años sin argentinos en la F1. Pero nada de lo que Franco esperaba finalmente ocurrió en Interlagos. Y el final fue lo peor: un tremendo golpazo que destruyó su Williams en la vuelta 31, que terminó con su ilusión.
El fin de semana arrancó duro para el argentino: el jueves, mientras Franco realizaba acciones de prensa y eventos de sponsors, en Bahía Blanca fallecía su abuelo. El viernes, su semblante estuvo lejos de ser el extrovertido de siempre. Ya el sábado estaba mejor, cerró un sprint sin grandes problemas, soportó, como todos, la espera por la clasificación que nunca se hizo por el diluvio. Parecía que todo se encaminaba, pero lo peor estaba por llegar el domingo. Tempranito por la mañana, golpe a la pared en la reprogramada clasificación. La lluvia (nunca había girado con pista mojada en un F1) le jugó una mala pasada y terminó contra un muro. No fue el único, mal de muchos… Carlos Sainz, Fernando Alonso, Lance Stroll y Alex Albon también pasaron por lo mismo. En el caso del tailandés, compañero de equipo de Franco, el impacto fue tan grande que ni siquiera pudo largar. Los mecánicos de Williams trabajaron a destajo para dejar listo del FW46 de Franco, quien se acercó a los hinchas que lo esperaban en la calle de boxes y les pidió, delante de ESPN.com, que alentaran al equipo. Hasta ahí, todo iba mejor. Pero llegó la vuelta 31 de la carrera, después de un entredicho por la radio con el equipo en el que pedía neumáticos de lluvia extrema. No le hicieron caso, el argentino pisó un charco, perdió el control del auto y lo destruyó. En el hospitality de Williams, la exclamación fue enorme: “Nooooo”. Bizarrap se agarraba la cabeza. Los mecánicos y todos los integrantes del equipo de Grove escondieron la cara detrás de las manos en un gesto de incredulidad. María Catarineu y Jamie Campbell-Walter, los managers de Franco, se apoyaron en los carros que llevan las cubiertas, y estaban con la mirada perdida, hacia la nada. Gaëtan Jego, el ingeniero de carrera de Colapinto, mantuvo una charla con Campbell-Walter en la que le explicó qué había ocurrido. James Vowles, director del team, dejó su puesto en boxes y se internó en la oficina de ingenieros. Mientras tanto, Franco, después de hablar con la TV, se acercó al resto de los medios, entre los que estaba ESPN.com. Su cara era una muestra que resumía el fin de semana: triste, acongojado, enojado… Estaba ahí porque eso es parte del protocolo y de su trabajo, pero hubiese preferido irse a su casa. Lo primero, su estado después del golpe: “Físicamente estoy bien”. Después sí, le dio paso a contar qué pasó en el momento del accidente: “Saliendo a la recta perdí el auto. Había un río muy grande y con las intermedias estaba inmanejable en ese momento, estaba apretando para mantener la temperatura de las gomas altas y lo perdí. Fui un pasajero”. Con respecto a la estrategia de Williams, Colapinto optó por la mesura: “Hablamos para tener las intermedias calientes y estaba apretando en las vueltas de salida de boxes para tener las temperaturas altas y era inmanejable con las intermedias. No hubo desacuerdo con el equipo, ellos son los estrategas y son los que deciden”. Para cerrar, dejó la frase que fue un resumen: “No terminó como esperaba este fin de semana”. Para el final, ya a las 16.15, Franco salió a la calle de boxes a saludar a los hinchas argentinos que lo esperaban. En su rostro seguía la desazón. ENVIADO ESPECIAL
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