F1
José Antonio Cortés 5y

Niki, el más valiente, el incombustible testarudo

Niki Lauda debió morir el 1 de agosto de 1976 en Nurburgring, pero el destino no le iba a decir a este testarudo austriaco cuándo frenar, eso lo haría él poco a poco. Además, le faltaban todavía muchas carreras por ganar.

Lo que el fuego no pudo hacer esa tarde en el infernal circuito alemán de 23 kilómetros de longitud, llevarse a este necio, el 20 de mayo lo consiguió un mal renal.

Pero hoy vale la pena recordar qué hizo Lauda para ser considerado irremplazable, único y ¿por qué no?… Incombustible.

Andreas Nikolaus Lauda fue, sin duda, el más valiente y profesional piloto que haya visto el Gran Circo y seguramente uno de los más estudiosos, un ejemplo de trabajo. Ninguna de esas cosas eclipsaba el talento que exudaban las yemas de sus dedos y las plantas de sus pies al manejar un monoplaza… ni tampoco su temperamento seco y sin concesiones.

Valiente, porque nadie se atrevería a volver a las pistas 40 días después de un dantesco accidente donde ardió gran parte de su cara, párpados y manos, donde sus orejas y cuero cabelludo prácticamente se consumieron y donde el daño a sus pulmones, sabríamos, fue irreparable.

Hace casi 43 años, en 1976, Niki “The Rat” (conocido así por sus prominentes dientes frontales, rasgo que se acentúo tras el percance) ya había ganado el título de la F1 en 1975 y se enfilaba a refrendarlo a bordo de su Ferrari 312T2. De los nueve Grandes Premios se había llevado la de cuadros en cinco. Su ventaja en puntos sobre James Hunt y Jody Scheckter era de más de 25.

Pero a Niki no le parecía seguro competir en las condiciones del “Infierno Verde” de Nurburgring, bautizado así por Jackie Stewart por el peligro que representaba el antiguo circuito alemán en su confiiguración Nordschleife. Donde por su gran extensión podía tener, al mismo tiempo, zonas de lluvia y otras secas y un cambio de altitud de 300 metros desde su punto más alto al más bajo. Además de los fuertes vientos junto a las montañas que rodeaban la pista.

Intentó boicotear la carrera, pero prácticamente ningún otro piloto lo secundó. Así se dio el arranque con Hunt en la punta y bajo condiciones de lluvia. Al cabo de una vuelta, la precipitación pluvial había parado y entraron casi todos a pits por neumáticos de seco.

Los temores de Niki se materializaron al pasar por la curva Bergwerk perdió el control y estrellarse contra el riel. Su Ferrari se convirtió en una antorcha roja que recibió el impacto de los autos de Harald Ertl y Brett Lunger.

Guy Edwards y Arturo Merzario pararon sus monoplazas al ver el fuego y se unieron a Ertl y Lunger en su esfuerzo por sacar a Lauda del auto. Pasó casi un minuto donde el austriaco era un bonzo imposible de liberar, pero lo lograron poner fuera del horno con ruedas.

Esos cuatro héroes salvaron a Niki, y él, lejos de pensar que su temporada estaba acabada, desde el Hospital Koblenz comenzó a fraguar su regreso.

No iba a dejar el título a sus rivales tan fácilmente. Fue sometido a operaciones tan brutales como remplazo de párpados por injerto y sus pulmones estaban muy dañados por la cantidad de humo que respiró.

Increíblemente, el 10 de septiembre, Niki se presentó en Monza y el sábado 11 calificó en quinto lugar, con un rostro totalmente distinto, vendajes que supuraban y un dolor enorme, pero con el mismo profesionalismo y coraje que siempre tuvo.

Al final de la temporada, Hunt se coronó, aun cuando NIki tuvo oportunidad hasta la última carrera del calendario en Fuji, Japón, donde llegó como líder . Ahí el cielo cayó como loza sobre el pavimento y la neblina era una cortina, así ese mismo juicio y sentido de la seguridad que lo hizo tratar de boicotear Nurburgring, lo empujó retirarse en la segunda vuelta, aunque eso significara perder el título.

Lauda refrendó su dominio al año siguiente con su segundo título de la F1. Un hombre que acostumbraba conocer cada tornillo de su auto y que estudiaba y trabajaba, hizo los puntos suficientes para tener asegurado el campeonato dos carreras antes de que terminara la temporada.

Pero su relación con Ferrari se rompió desde que sacrificó el título en Japón, luego lo hirió que la Scuderia lo presionara con Carlos Reutemann como sustituto y el hilo se reventó cuando le dieron un tercer auto a un jovenzuelo llamado Gilles Villeneuve para correr en Canadá. Así que en ese moento se bajó del auto rojo.

Se fue a Brabham, donde padeció hambre de resultados tras un prometedor inicio. El BT46B fue protestado y el dueño del equipo Bernie Ecclestone volvió al modelo anterior. Abandonó 9 de 14 carreras.

Un tipo muy orgulloso que eligió el retiro sobre la deshonra de no tener armas para competir, se fue la de F1 en 1979 para dedicarse a su propia línea aérea, pero volvió en 1982 para forzar el desarrollo de los turbos en McLaren y volvió a ser campeón en 1984 con Alain Prost como coequipero y sólo por medio punto de diferencia.

Su segundo retiro vino en 1985, pero en realidad nunca se alejó demasiado de la F1. Aunque fracasó en cada intento de llevar una línea aérea por mucho tiempo, combinó Lauda Air como asesor de Ferrari, luego director de Jaguar, comentarista para la televisión de Austria y Alemania y últimamente como accionista, asesor y miembro del consejo del poderoso equipo Mercedes AMG Petronas que arrasa en la máxima categoría.

Lauda sacó un extra de más de 43 años a su vida luego de Nurburgring, no sin antes pasar por trasplantes de riñón y pulmones. La muerte no lo iba a detener en su camino de ser una leyenda. Hoy su legado está escrito.

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