ESPN

Messi: Los sonidos del silencio

Si nos guiamos por sus palabras, Lionel Messi puede parecer la persona menos interesante del mundo. Escuchen con atención: su silencio dice mucho más que los gritos de la mayoría de los deportistas estrella

Esta historia forma parte de la edición del 8 de junio de ESPN The Magazine, el World Fame Issue. ¡Suscribirse ahora! (Solamente en Estados Unidos)

Es muy fácil encontrar al súper astro más reservado del mundo.

En serio, lo es. Uno solo debe poner Hogar de Messi en Google Maps, y aparece una dirección en Castelldefels, una espléndida villa acariciada por los vientos e incrustada en una montaña en las afueras de Barcelona. Ocasionalmente, la dirección desaparece por un instante (así es Internet), pero siempre vuelve a aparecer e incluso hay reseñas sobre la casa de Lionel Messi suministradas por otros usuarios de Google que sirven de preparación para la visita. Una de ellas le otorga la calificación de cinco estrellas y una oportuna descripción Aquí vive Dios.

Ahora, si parece inusual que llegar caminando a la casa de un quíntuple ganador del Ballon d'Or sea tan sencillo como encontrar un lugar para cenar, es porque de eso se trata. Son muchos los íconos globales bañados en fama que viven en elaborados complejos en ostentosas islas (Tiger Woods) o en villas construidas junto a carreteras particulares con portones de seguridad dignos de la ONU (Cristiano Ronaldo). En cambio, el hogar de Messi está en una calle normal.

La avenida tiene árboles añosos, una o dos veredas deterioradas y un aire continental. Los cordones son desparejos y hay automóviles estacionados en ángulos inusuales. Ocasionalmente, el cartero confunde la correspondencia que debe ir en cada buzón y uno de los vecinos de Messi recibe accidentalmente una factura de electricidad que asciende a unos 1.200 dólares por mes.

Si uno se para junto a la casa, incluso detrás de la típica cerca europea, puede estirar su cuello para ver la cancha de fútbol en miniatura que Messi instaló, completa con reflectores, para sus hijos. Uno puede ver el balcón que se asoma al Mediterráneo. Y se puede ver el hilo de humo que emerge de la estrecha chimenea.

Si uno lo desea, también puede ver la entrada de automóviles y la piscina y los balcones. Se pueden escuchar los ocasionales ladridos del perro de Messi, llamado Hulk, un gigantesco mastín francés. Y uno está tan cerca que es posible, solo por un segundo, creer que la silueta que está en la calle - esa con una gorra inclinada sobre sus ojos y el andar decidido y la correa en la mano - es la del mismo Messi.

Pero, en realidad, no lo es. Nunca lo es. La simple geografía de la casa de Messi sugiere una sensación de intimidad, una sensación de familiaridad, tal vez. Pero es una ilusión: incluso aquí, Messi es un fantasma.

Alguna vez, LeBron James compró "cupcakes" para todo su vecindario en Ohio como una forma de disculparse por los camiones de TV y los fanáticos que bloqueaban el área, pero Messi - si bien es sistemáticamente agradable en los pocos momentos en que aparece - es conocido solo por devolver los saludos con la mano de quienes viven aquí. Messi nunca es el primero en saludar con la mano.

De alguna manera, eso se ajusta a la paradoja que es la losa de concreto sobre la cual se construyó la grandeza de Messi. No corre como una gacela, no salta como si tuviera resortes, no posee la fuerza bruta o la potencia de un coloso. Con solo 1,68 m y (tal vez) 68 kilogramos, con hombros que parecen estar hechos de cartón, Messi podría desaparecer detrás del marco de una puerta, si quisiera. Su antiguo apodo, La Pulga, es generoso.

Y sin embargo, a pesar de eso, elude con sus gambetas a equipos completos. Sus tiros al arco resuenan como truenos de una tormenta de verano. Deslumbra de manera tan sistemática y absoluta que ha creado una carrera por la que rutinariamente se lo describe como "el mejor de todos los tiempos". Así que dada esa particular característica de magia, no debería sorprender que Messi hubiera conjurado una manera de vivir entre las personas y, sin embargo, ocultarse a simple vista.

La verdadera pregunta es: ¿Acaso importa la reclusión de Messi?

Esta es la elección de Messi, entendámoslo, su metodología personal. La mayoría de las figuras legendarias del deporte nos envuelven en una experiencia multisensorial, una letanía de cosas que podemos ver - volcadas, goles, lanzamientos, carreras o saltos - pero también una cacofonía de sonidos, un audio exclusivamente de ellos.

Muhammad Ali declamaba poesía y picaba como una abeja. Michael Jordan decía tonterías y no hacía más que encestar. LeBron dijo que nunca se callaría y balbucearía, para luego lanzar dagas sobre la chicharra. Y no es que Messi esté respetando algún código de silencio típico del fútbol. Ronaldo sugirió que la razón por la que la gente lo odia es porque es demasiado bueno, y Zlatan Ibrahimovic se comparó con, entre otros, un gran tiburón blanco, Benjamin Button y Jesucristo.

Todos ellos crearon personalidades y, en la mayoría de los casos, mensajes que estaban interesados en transmitir. Nos hablaban a nosotros.

Messi, cuya presencia global rivaliza con la de cualquier deportista, no lo hace. Su banda sonora está compuesta por una mezcla de alaridos y gritos, jadeos y exclamaciones, pero ninguno surgido de él, sino de los millones y millones que están fascinados por la dulce magia que brota de sus pies como un manantial.

Así es como Messi ha elegido confrontar a su fama: es el súper astro más silencioso.


Messi parece preferir existir como un video con sus mejores jugadas corriendo en un loop: destacado, pero sin contexto. Erik Madigan Heck for ESPN

Lionel Messi está parado sobre una caja. A una cierta distancia frente a él, un fotógrafo está tendido en el piso, con la cámara apuntando hacia arriba. Detrás del fotógrafo, un hombre arroja una pelota de fútbol hacia Messi, quien salta de la caja y toca la pelota con su pie, las piernas extendidas como si estuviera pateando hacia la red.

Es una hermosa fotografía de tapa para esta revista - o debería serlo, porque en realidad está todo mal. Los lanzamientos son muy altos o muy bajos. Messi no sincroniza su salto correctamente. Cuando finalmente salta, extiende el pie equivocado. Las fotografías no son buenas y todos están incómodos con respecto a cuánto tardarán Messi y sus acompañantes en ponerle fin a todo esto.

Este tipo de tensión es común durante los pocos días que Messi dedica a hacer anuncios comerciales o se presta a entrevistas. Ser el súper astro más silencioso puede parecer una tarea simple, pero no se trata solamente de hablar en voz baja o una falta de citas; para Messi es una mentalidad, una forma de conectarse con casi todo lo que no está directamente relacionado con el fútbol, su familia o su reducido círculo de amigos. Además, Messi no oculta sus sentimientos sobre esas preocupaciones extrañas; en estos momentos, la incomodidad que se refleja en su cara es más espesa que su barba.

Debido al desinterés general de Messi por todos los asuntos de negocios, así como por su exigente programa con Barcelona y Argentina (hasta el 14 de mayo, Messi había anotado 34 goles en 35 partidos de la temporada actual de La Liga), sus asesores por lo general tratan de no programarle más que una mañana por mes para tareas de promoción o con los medios. Durante uno de esos días de marzo, le pregunté a una persona cercana a Messi si este tipo de programación es eficaz para un jugador tan exigido. "Es la única manera en que él lo haría", dice la persona con una sonrisa forzada.

Esta mañana ha sido complicada. Adidas ha ocupado un pequeño estadio justo fuera de Barcelona para trabajar con su máximo cliente, y el escenario es complejo: carpas, luces, vestuario, maquillaje, toda esa historia. Horas antes de que Messi subiera a esa caja - incluso horas antes de que él llegue - los técnicos de iluminación saborean jamón ibérico en la mesa de desayuno mientras hombres que llevan cámaras de diversos tamaños se escurren entre guardias de seguridad, reales y falsos. (Aparentemente, una de las filmaciones que se realizará incluye una persecución policial).

El ambiente es bastante relajado hasta que Messi llega al lugar; entonces, la presión aumenta repentinamente. Todo está preparado para hacer que esto sea fácil para Messi - hay una carpa exclusiva para que él se relaje e incluso un doble de cuerpo (realmente más parecido a un extraño gemelo) que tiene la misma barba enmarañada y los mismos tatuajes que Messi, saltando de un lado a otro para ayudar a ensayar las tomas antes de que el Messi verdadero se disponga a filmar. Sin embargo, todos saben que la tolerancia de Messi es limitada. Nunca es rudo con los productores o directores o los camarógrafos o los asistentes; él es, desde todo punto de vista, cortés y de buenos modales. Solo es ... distante, sin prestar mucha atención a lo que se dice a su alrededor y casi sin hablar.

Intentando facilitar el proceso, el fotógrafo ha armado un gran trozo de cartón cubierto con fotografías. Es para que Messi pueda ver claramente las poses y las imágenes que esperan obtener de él. Gracias al doble de cuerpo de Messi y a una larga sesión del día anterior, Messi puede literalmente ver una versión de sí mismo y simplemente copiar lo que ve.

Messi observa el cartón. Dos estilistas demoran unos 20 segundos en ajustar su camiseta. Luego le hace un gesto a su doble de cuerpo, que salta de manera experta dos veces desde la caja. Messi asiente y se sube a la caja.

NNinguno de los primeros intentos siquiera se acerca a lo que se requiere en la toma. Se lo nota tenso y sus saltos son deshilvanados. No libera la pierna con la que no patea y parece un flamenco rígido. Esto está mal.

"No hay problema, intentémoslo otra vez", dice el fotógrafo desde el piso, pero los resultados no mejoran. El fotógrafo comienza a transpirar. Messi comienza a mostrar su exasperación. Apenas ha estado en este estudio improvisado debajo de las gradas unos tres minutos, pero incluso su doble de cuerpo parece nervioso.

Messi vuelve a patear mal. Luego, le arrojan mal la pelota. La voz del fotógrafo es un poco más cortante cuando le habla a uno de los asistentes de Messi. Nadie quiere ver un flamenco en esta tapa.

Parado sobre la caja, Messi hace una pausa, como si recién hubiera advertido el humor a su alrededor. Luego, levanta su cabeza mirando a quien lanza la pelota y, cuando ésta todavía está en el aire, salta - todavía mal - y toca la pelota con su pie de modo que la misma describe grácilmente una suave parábola y cae cerca de la entrepierna del fotógrafo que está en el piso. El fotógrafo retrocede (comprensiblemente). Todos los demás se ríen (comprensiblemente). El rostro de Messi está impasible.

¿Fue un accidente? ¿Algo hecho a propósito para romper el hielo? ¿Una indicación de los sentimientos de Messi sobre toda esta circunstancia? Esto es lo que yo sé sobre el control que Messi tiene sobre una pelota de fútbol. Rutinariamente, y sin ningún problema, puede patear una pelota introduciéndola en la esquina superior derecha del arco desde 20 metros de distancia.

Además, dos intentos más tarde, Messi clava la foto deseada, sus piernas moviéndose en perfecta armonía. Y luego la vuelve a clavar. Hay una ovación de todos los presentes.

El fotógrafo rápidamente pasa a hacer algunos retratos. Los estilistas le agregan una chaqueta de calentamiento, el fotógrafo toma unos pocos retratos más y repentinamente Messi se dispone a partir. Estrecha manos con el fotógrafo, saluda con un movimiento de cabeza a los demás y sale caminando por la puerta sin mirar hacia atrás. Su doble de cuerpo (y todos los demás) respiran. Todos los acompañantes de Messi desaparecen hacia el salón.

Se terminó. Messi estuvo en el estudio durante ocho minutos.


Messi siempre prefirió dejar su postura clara en el campo de juego - a los 16 años dijo: "Cuando entro a la cancha, me olvido de todo y ahí es donde hablo". Alejandro García/EPA

Para que no haya ninguna confusión, debemos decir esto: A veces, él habla. No mucho, desde luego. Messi no participa en conferencias de prensa antes de los partidos, como lo hacen muchos otros jugadores de renombre, ni tampoco se para a menudo para hacer declaraciones después de jugar. Ni siquiera habla en la mayoría de los anuncios comerciales.

También son raras las entrevistas con periodistas o medios desconocidos. Para este artículo, Messi inicialmente aceptó una conversación cara a cara, pero unas pocas semanas después cambió de idea, sin dar explicaciones, haciéndonos saber que contestaría preguntas solo si se las enviaba por correo electrónico a un asistente. (Aun así, él contestó solo ciertas preguntas, y varias de las que enviamos fueron simplemente ignoradas). Messi y yo nos encontramos, muy brevemente, para estrecharnos las manos el día de la sesión fotográfica: Le dije "Hola". Me contestó "Gracias". Fue encantador.

Sin embargo, por momentos... A medida que se hizo mayor (cumplirá 31 años durante la Copa del Mundo) Messi se ha colocado en ciertas situaciones en las que deja una rendija abierta.

A principios de este año, pasó casi media hora siendo entrevistado para un programa de televisión de Argentina y hablando bastante, para lo que él acostumbra, sobre diversos temas, desde sus hijos (los ama) a cómo una dieta llena de chocolate y bebidas gaseosas le produjo frecuentes ataques de vómitos en el campo de juego hace un tiempo (ahora él adoptó una dieta más saludable).

Messi también dio su opinión sobre la sensación de que este verano será su última chance para aspirar al mayor premio que hasta ahora lo ha eludido - la Copa del Mundo - y compensar las cuatro derrotas en finales que sufrió con Argentina.

Y a veces es notablemente sincero. Por ejemplo, el año pasado apareció en un programa de la televisión uruguaya con su gran amigo y compañero del Barca, Luis Suárez, el astro del equipo nacional de Uruguay. Durante gran parte de la entrevista, Messi disfrutó ser en cierto modo un acompañante, pero se animó más cuando participó en una discusión sobre la antigua cuestión de si, para los hombres, es preferible estar sentados o parados mientras orinan (él se sienta). Cuando el conductor del programa se mostró sorprendido y preocupado por la posibilidad de que los hombres mojen el asiento del inodoro (Suárez también dijo que orina sentado), Messi explicó con calma, "Simplemente lo apuntas hacia abajo", mientras hacía un gesto de explicación con la mano.

Así que, sin duda él habla (incluso acerca de los temas más personales). En el correo electrónico el aceptó que "al pasar los años, uno se hace menos tímido. Ahora hago cosas que nunca imaginé que haría".

Pero entonces, hablar no es lo mismo que tener una voz, ¿no es cierto?

“Hoy, todos quieren ver las cosas de la manera más conveniente para ellos. Yo prefiero no jugar ese juego...”

- Lionel Messi

Entre los verdaderos contemporáneos de Messi - aquellos cuya fama cruza continentes y culturas en lugar de solo ciudades o países - muchos, si no la mayoría, eligen decir algo, hacer algo, mostrar algo que sea más grande que la suma de sus logros físicos. Y no me refiero a la filantropía (Messi, como muchos deportistas, invierte tiempo y dinero en una variedad de maneras realmente admirables), sino en un compromiso con la considerable plataforma que su habilidad preternatural le ha dado.

Ali usó su fama para abogar por los derechos civiles y protestar contra la Guerra de Vietnam. La ONU designó a Pelé como embajador para la ecología y el medio ambiente. LeBron James se ha dedicado a la justicia social. Messi, si bien parece estar haciendo mucho bien con su fundación de beneficencia y su relación con UNICEF, no demuestra mucho interés en conectarse con algo más grande. Tal vez un parque de diversiones con el tema de Messi, que se inaugurará en China en 2020, proporcionará una buena parte de su presencia ilusoria para satisfacer a sus voraces fanáticos. Como Messi dijo en su anuncio de presentación: "Tengo la esperanza de que ellos sientan que estoy presente cuando visiten el parque".

Los habitantes de España saben que la proximidad no es sinónimo de apertura. Después de casi 20 años de vivir en Barcelona, a Messi casi nunca se lo ha oído hablar en catalán (resultó una noticia sorprendente cuando él subió un video en las redes sociales mostrando a su hijo cantar una canción de cuna en catalán) y nunca ha dicho algo sustantivo acerca de la independencia de Cataluña - que es por mucho el tema más importante que enfrenta la región que adoptó como residencia. ¿En qué medida Messi desea evitar el tema? Cuando le pregunté directamente su opinión por correo electrónico, él - o su personal - tacharon la pregunta.

Lo mismo sucede con Argentina. Messi ha optado notablemente por no apoyar ninguno de los cambios particulares que quisiera ver en su país - que se ha esforzado por combatir la pobreza y la delincuencia - ni le ha comentado a su legión de seguidores lo que él cree que habría que hacer para revitalizar a su patria.

Este es su patrón. En los temas fundamentales, Messi es como la sombra de un monstruo: fácil de ver pero imposible de escuchar. Y sin embargo, a pesar de su reserva personal, es claro que de una u otra forma, las personas comunes todavía sienten una afinidad con Messi, incluso ante la ausencia de nada que no sea su pura excelencia.

Teniendo en cuenta lo que Messi significa para el deporte más popular del mundo, ¿su silencio es una novedad? ¿Algo para disfrutar? ¿Un retorno a épocas más sencillas? ¿O es una abdicación?

"Nadie va a decir que no es un buen jugador - se trata de falta de identidad", dice Cecilia Guardati, una periodista argentina que cubrió a Messi cuando se mudó a Barcelona. "El carácter argentino - Messi no lo tiene. No tiene una personalidad fuerte como Diego Maradona".

Ella hace una pausa y sigue diciendo, "Con Maradona, uno puede odiarlo y odiar lo que dice, pero a todos los gusta que grite. Messi nunca, nunca grita".

La comparación con Maradona es una que Messi no puede eludir, pero también es complicada, porque los dos son muy diferentes a pesar de ser ambos argentinos y estar, indiscutiblemente, entre los más grandes jugadores de fútbol de todos los tiempos. A diferencia de Messi, Maradona es el argentino por antonomasia: desenvuelto, brillante y ocasionalmente agresivo, una combinación que oculta su condición de mujeriego y que ha combatido su adicción a las drogas. Desde luego, él condujo a Argentina a un título de la Copa del Mundo en 1986, mientras Messi ha perdido una final de Copa del Mundo y tres finales de Copa América.

Y lo que es más importante, Maradona adoptó su rol de villano agradable, aunque excesivamente animado, una enigmática leyenda errática que entretiene aunque resulte absurda. Messi, por contraste, parece no tener ningún interés particular en ser héroe o villano, ya que prefiere simplemente existir como un video repetitivo - notable pero sin contexto en particular.

Cuando le preguntamos sobre este enfoque en el correo electrónico, Messi dijo, según su equipo de RR.PP. que "actualmente, hay personas con muchos intereses y todos quieren ver las cosas de la manera en que les conviene. Yo prefiero no participar en este juego". La muletilla elegida, repetida frecuentemente por quienes rodean a Messi, es que el fútbol es la manera en que a Messi le gusta expresarse. Y claro, está bien, es justo. Tal vez haya algo de encanto en eso. Tal vez haya sinceridad en el deseo de alguien, cuya habilidad es tal que en varias ocasiones la policía ha detenido a narcotraficantes con ladrillos de cocaína a los que los delincuentes le daban el nombre de él (porque, naturalmente, era la mejor), de limitarse al deporte y a ninguna otra cosa.

Tal vez haya cierta simplicidad en querer pasar por la vida pública participando solo en lo que es hermoso. ¿Pero eso es admirable? ¿O es solo debilidad?


El mantra, repetido por quienes rodean a Messi, es que el fútbol es la manera en que a Lío le gusta expresarse. Erik Madigan Heck for ESPN

Como mínimo, podemos decir lo siguiente: No es una actuación. Quienes conocieron a Messi como un niño en Argentina, dicen que ha sido reticente desde su niñez, desde que él era, en pocas palabras, un alfeñique silencioso. Dicen que era tan inocente que todo lo que tenía que hacer un viejo entrenador para inspirarlo era ofrecerle un alfajor (una típica golosina argentina) a cambio de cada gol que hiciera. Por los goles anotados de cabeza, Messi recibía dos alfajores, y para maximizar sus recompensas, en una famosa ocasión él eludió a todo el equipo adversario, pateó la pelota hacia arriba al acercarse a la línea de gol y la cabeceó para convertir.

En Barcelona, es lo mismo. El primer entrenador de Messi en la academia juvenil del Barcelona, Xavier Llorens, dice que supo de inmediato que Messi era especial, debido a la manera en que conservaba la pelota junto a su pie mientras corría - casi como si la tuviera atada a los cordones de su calzado - pero también agrega, "era especial debido a su timidez". En el vestuario, a veces los entrenadores y sus compañeros tenían que mirar dos veces para comprobar si Messi estaba presente.

Messi tuvo su primera entrevista significativa de televisión en noviembre de 2003 a los 16 años, después de ganar un contrato profesional a continuación de una temporada en la que convirtió 36 goles para su equipo juvenil. El video es notable aunque solo sea porque el peinado con raya al medio de Messi y su evidente incomodidad al estar sentado en un escritorio frente a la personalidad de TV del Barca, hacen que sea difícil dejar de verlo. En un momento, Messi admite, "Estoy más nervioso aquí que en el campo de juego", y explicó que "cuando entro al campo de juego puedo olvidarme de todo y ahí es donde hablo a mi manera".

Años después, esta sigue siendo su actitud. Cuando Messi retornó a su equipo nacional el verano último después de su breve retiro, no hizo una larga conferencia de prensa ni una aparición lacrimógena. Publicó una breve declaración explicando que todavía amaba jugar para su país, y luego salió y anotó tres goles en un partido crucial para la clasificación a la Copa del Mundo que hizo que Argentina tuviera su lugar en Rusia. Fue Messi en estado puro. Todos sabían lo que sentía; no tuvo necesidad de decirlo.

Es lo mismo en las redes sociales. Messi tiene 89 millones de seguidores en Facebook y 91 millones en Instagram y no planea abrir una cuenta en Twitter por ahora. Según una persona cercana a él, eso se debe principalmente a que se encuentra más cómodo con las imágenes: fotografías de él caminando con sus compañeros de equipo o entrenando en el campo de juego o jugando con sus tres hijos o descansando con su mujer o abrazándose con Hulk. Twitter es para las palabras; Messi prefiere el arte.

Sus vecinos en Castelldefels lo saben. Tal vez lo preferirían de otro modo (¿quién no quisiera tener un millonario conversador de vecino?), pero lo comprenden. La broma en el vecindario es que lo único que uno escucha de Messi es cuando él acelera su vehículo, porque su Range Rover tiene la clase de ruido de motor áspero, gutural, mejorado que puede despertar a los bebés que duermen en Madrid. A veces, esos sonidos son la única señal de Messi durante semanas enteras.

Un día, unos pocos años atrás, un vecino me contó que un grupo de fanáticos de fútbol ucranianos que recién habían llegado a España decidieron viajar a Castelldefels como peregrinos, para rendirle homenaje a su amado Messi. Habían traído una camiseta de la selección nacional de Ucrania que le querían entregar a Messi como regalo, y se instalaron en la vereda frente a su casa, esperando aunque fuera un breve momento para poder entregarle su ofrenda.

Pasaron las horas. Una, dos, tres. El vecino les preguntó cuánto más pensaban esperar, y los hombres le contestaron que estaban determinados a entregarle a Messi la camiseta de su país. Cuatro, cinco, seis horas pasaron y el vecino volvió a preguntar. Debemos entregarle nuestra camiseta, le respondieron nuevamente. El vecino asintió con la cabeza y se marchó.

El día siguiente, nos dice el vecino, escuchó un golpe en su puerta. Era su jardinero. Los fanáticos ucranianos se habían ido finalmente, después de esperar 10 horas la noche anterior, le dijo el jardinero, pero no sin antes acorralar al jardinero y, en un último intento de hacer que su regalo le llegara a Messi, le pidieron que él - es decir, el jardinero del vecino de Messi - le entregara la camiseta a Messi en nombre de ellos.

"Entonces le pregunté al jardinero, dice el vecino, '¿Se la pudiste entregar?'". "Pero ya me estoy riendo. Y él también se ríe. Porque habrían tenido más suerte si la hubieran tirado por arriba de la cerca".

El vecino se encoge de hombros entonces, porque sabe lo que todos los de aquí han llegado a comprender: que nadie - ni los que encuentran a Messi en Google Maps, ni siquiera aquellos que viven cruzando la calle del lugar donde Messi duerme de noche - es realmente su vecino. Ninguno de nosotros. Solo somos su público, sus espectadores, una multitud de millones estacionados fuera de su caparazón, acercándonos lo más que podemos para captar un vistazo de su elegancia durante esos momentos en los que elige volar.

Para muchos, eso es suficiente. Esos fanáticos ucranianos, Dios los bendiga, solo querían estar cerca, solo querían decir que pasaron un día donde vive el mejor, aunque solo conocieron realmente al jardinero del hombre que vive en la casa de al lado. Solo querían extender sus manos y sentir el calor del resplandor de Messi.

¿Esperamos más que eso de nuestras súper estrellas? ¿O deberíamos esperar? No es como si Messi no nos diera nada. Cuando juega y la pelota llega a sus pies, nos permite imaginar libremente, nos permite soñar con nuestros ojos abiertos.

Pero también sabemos que una vez que la pelota salga de la cancha, él se esfumará. Sabemos que no habrá campañas publicitarias memorables o apoyos políticos o comentarios sociales o convocatorias a la acción de parte de Messi: sabemos que no nos conducirá a ningún otro lugar que no sea el gol. Con Messi, tendremos solo esos instantes. Esos momentos. Esos destellos.

Y es suficiente porque tiene que serlo. Porque Messi no se preocupa de que deseemos más o necesitemos más que eso de él, porque Messi no se preocupa en absoluto.

Para el astro más silencioso, el juego es lo único que le ha importado. El resto es solamente ruido.

Pere Bosch contribuyó al informe.

Sam Bordenes un escritor senior de ESPN. Trabajó previamente para The New York Times como corresponsal extranjero basado en París.