Cuando Gareth Bale aterrizó en Madrid allá por septiembre de 2013, Florentino Pérez hacía realidad su apuesta más personal. Y es que el galés llevaba tiempo deslumbrando en un Tottenham que se le quedaba pequeño. De hecho, una exhibición como carrilero en Milán, contra el Inter, fue valedora del enamoramiento del presidente del Real Madrid con el internacional galés.