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El legado de Roger Goodell como comisionado de la NFL ya está definido a tres años de concluir

A tres años de concluir su gestión como comisionado de la NFL, el legado de Roger Goodell parece ya estar definido.

En el aspecto comercial de su trabajo al frente de la liga deportiva más poderosa del mundo, el trabajo de Goodell ha resultado formidable para los dueños del negocio, pues las ganancias de la NFL han aumentado con lucrativos contratos de televisión como aspecto más importante.

Sin embargo, es otro aspecto extra deportivo relacionado directamente con los jugadores el aspecto que será más recordado sobre la gestión de Goodell una vez que decida retirarse. Su contrato expira en 2023, luego de acordar una extensión en 2017.

Uno de los principales objetivos que se planteó Goodell cuando tomó el lugar de Paul Tagliabue como comisionado en 2006 fue uno que, al ejecutarlo, le provocó serios dolores de cabeza y profundos desencuentros con los protagonistas del negocio, los jugadores.

Sin embargo, su más reciente controversia sea la que marque la imagen por la cual será recordada su gestión: el dudoso manejo de las protestas contra la injusticia racial y social iniciadas por Colin Kaepernick.

Lo que inició hace 14 años ante la opinión pública como una oportunidad de estrechar los lazos entre jugadores, liga y aficionados, se desvirtuó y está en camino de terminar como una periodo de disciplina mal administrada y omisiones para la salud de jugadores actuales y retirados y las injusticias sociales de toda una comunidad representada en gran porcentaje en la NFL.

Violencia doméstica y disciplina mal aplicada

En su afán por regular el comportamiento de los jugadores dentro y fuera del campo, Goodell incluyó en los contratos laborales políticas de conducta personal con límites adecuadamente definidos, pero cuyos castigos serían aplicados por el mismo comisionado. En resumen, Goodell se encargó de ser juez y parte.

No fueron o han sido pocos los casos que cayeron en manos de Goodell en este terreno, pero, quizá el que más dudas creó sobre su aplicación de las políticas de conducta fue el del ahora ex corredor Ray Rice, a quien el comisionado suspendió sólo dos juegos por golpear y dejar inconsciente a su ahora esposa y arrastrarla afuera de un elevador en un casino de Atlantic City.

El video del incidente fue publicado días después de que éste sucediera y con base en él y luego de una investigación de varios meses, en julio de 2014, Goodell decidió suspender a Rice para los dos primeros juegos de esa temporada. A inicios de septiembre, fue publicado otro video al interior del elevador y en el que se mostraba cómo Rice golpeó a su entonces prometida. Los Baltimore Ravens decidieron cancelar el contrato del corredor y Goodell anunció que Rice quedaba suspendido indefinidamente.

Goodell reconoció que no había manejado bien la sanción a Rice, pero, luego de que la investigación, que incluyó entrevistas con el corredor y su prometida, arrojó dos juegos de castigo, fue claro que Goodell decidió suspender indefinidamente a Rice por la publicación del segundo video.

Cuatro años antes, sin que se presentara una acusación formal ante las autoridades, Goodell decidió suspender seis juegos (la sanción se redujo a cuatro) al quarterback Ben Roethlisberger, quien fue acusado por una mujer de haberla agredido sexualmente.

La política de conducta personal indicaba que un jugador que la violara podía ser sancionado sin necesidad de que hubiera acusaciones formales ante autoridades. Roethlisberger y el corredor Ezekiel Elliott son los únicos jugadores sancionados bajo esta prerrogativa del comisionado.

Entre otros escándalos que ha enfrentado Goodell en su gestión están el Spygate y Deflategate, ambos con los New England Patriots como protagonistas, el segundo con Tom Brady como actor principal y el Bountygate (New Orleans Saints).

La decisión de suspender a Brady por el Deflategate y a Elliott en 2017 por varias acusaciones de violencia doméstica llevaron a Goodell a enfrentar a la NFLPA en cortes federales.

Conmociones, un verdadero (y millonario) dolor de cabeza

Ante el creciente número de conmociones en la NFL y de ex jugadores con daños cerebrales por constantes golpes en la cabeza, a Goodell no le quedó más remedio que llegar a un acuerdo.

En 2013, la NFL acordó compensar con $765 millones a los ex jugadores y familias de ex jugadores fallecidos, que ya habían comenzado un proceso de demanda contra la liga, por lesiones cerebrales relacionadas a las conmociones y en el que, de acuerdo al nivel de daño o enfermedad, pagaría $5 millones a cada jugador. La compensación también ayudaría a la investigación de enfermedades cerebrales y exámenes médicos.

Entre críticas que señalaron que la cantidad era insuficiente, la percepción es que la NFL tuvo que dar dinero para minimizar el daño a su imagen y a su popularidad.

Colin Kaepernick, una deuda que, parece, no será saldada

Una cosa es no saber dimensionar sanciones relacionadas con agresiones a mujeres en comparación a castigos por romper reglas de competencia que hacer caso omiso a causas sociales que involucran a un amplio porcentaje de tus jugadores.

Cuando Colin Kaepernick comenzó a protestar en 2016 por la violencia racial y brutalidad policiaca contra la comunidad afroamericana en Estados Unidos, la NFL, bueno, Goodell, se limitó a pedir que nadie replicara la acción.

Un año más tarde, ya con Donald Trump como presidente, la NFL hizo lo políticamente correcto, no para quedar bien con ambos bandos sino para calmar el ánimo del inquilino en la Casa Blanca, y permitió a los jugadores protestar “pacíficamente”, pero, de preferencia, donde nadie los viera. Goodell pidió que, en vez de arrodillarse durante el himno, los jugadores que desearan protestar lo hicieran en el vestidor, lejos de la mirada de la afición y las cámaras.

La imagen de la liga era lo importante en ese momento, lo es ahora, pero hace unos años, la presión desde la Casa Blanca y el temor a perder popularidad prácticamente inmovilizaron a la NFL, que prefirió no agitar más las aguas.

En 2020, con Trump debilitado política y socialmente de cara a la elección en la que busca extender su mandato, Goodell tuvo que ceder.

Y usamos el verbo “tener” como obligación, porque fueron las máximas figuras de la NFL en la actualidad las que, después del asesinato de George Floyd, alzaron la voz y exigieron a Goodell pronunciarse en la lucha contra la desigualdad y violencia social.

Goodell lo hizo. Publicó un video en el que se disculpó por hacer oídos sordos a la protesta iniciada en 2016, pero nunca mencionó a Kaepernick ni mucho menos le ofreció una disculpa por no haberle dado la importancia a sus acciones.

La ausencia de la disculpa y el hecho de que Kaepernick no haya sido contratado tras poner él mismo fin a su contrato con los 49ers al final de la temporada 2016 han marcado la imagen de Goodell con tinta indeleble.

Quizá Goodell se disculpe algún día con Kaepernick. Tiene aún tres años para hacerlo como comisionado de la NFL, pero, aunque lo haga, el daño está hecho. Es casi imposible que Kaepernick vuelva a jugar tras ser prácticamente bloqueado por los dueños del negocio.

La NFL se unió tarde a las protestas por la justicia y equidad social en Estados Unidos, pero llegó. Sólo resta imaginar el impacto que el apoyo de Goodell y la liga hubiera tenido en la lucha si hubieran decidido apoyar a la comunidad afroamericana y otras minorías desde 2016.

Nadie lo sabrá. Lo que sí sabemos es que Goodell será recordado, y juzgado, por el polémico manejo de esta situación y de otras en una gestión socialmente agitada.