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River jugó su mejor partido justo en el Superclásico y le ganó muy bien a Boca

Fue un Superclásico de los buenos el de la fecha 15 del Torneo Apertura. Por el marco, por el horario, por el clima. Por el fútbol. Fue un Superclásico de los que se van a recordar. River Plate le ganó 2-1 a Boca Juniors en un Monumental repleto con más de 85.000 hinchas que se fueron felices por el resultado y por el espectáculo.

El fútbol argentino se debe a sí mismo partidos como este. Su grandeza merece que los principales choques tengan esta tensión competitiva, en la que sobresalen muestras de talento únicas, como la de Franco Mastantuono en el primer gol, que ya tiene su lugar en la historia de este duelo. Esta es la verdadera forma del torneo nacional.

River fue más que Boca y ganó un gran Superclásico

River protagonizó su mejor actuación colectiva del año justo cuando más lo necesitaba. Ya había mostrado signos de mejoría contra Gimnasia y en el segundo tiempo ante Independiente del Valle, pero lo de la tarde del domingo fue mas completo. Ganó porque dominó el juego y dominó porque salió a protagonizar. Además, tuvo la lucidez para comprender cuándo llevarse por delante al rival y cuándo esperar, sobre todo a partir de la ventaja en el marcador.

Funcionó a la perfección el ingreso de Giuliano Galoppo en el mediocampo, hasta que salió lesionado e ingresó Maxi Meza. Enzo Pérez jugó como en sus mejores días: fue la figura del clásico por su inteligencia y voz de mando. Salió extenuado y ovacionado.

En tanto, Kevin Castaño demostró que su (corta) adaptación ya terminó y que es el futbolista con el estilo y el carácter que Gallardo necesitaba para esa posición. Sus pases verticales siempre con sentido le cambiaron la fisonomía al equipo. Desde ese trío se edificó la victoria riverplatense.

Pero por supuesto, por encima de todo, se ve el brillo de Mastantuono. Se sentía en las horas previas que este podía ser el Superclásico de la confirmación para el joven crack. A los 17 años convirtió su primer gol ante Boca con un remate descomunal que Agustín Marchesin no pudo ni siquiera intentar contener. Este partido es solo un paso más en el desarrollo de un talento generacional, que tiene un techo desconocido pero muy lejano.

El gran problema de River en el semestre empieza a resolverse. La falta de gol ya no preocupa tanto (marcó siete en los últimos tres partidos) y mucho tuvo que ver en esto Sebastián Driussi, que ya se habituó al fútbol argentino y lleva tres goles consecutivos. Tener un futbolista que suele estar cerca del gol hace que todo el equipo juegue con más confianza y tranquilidad.

Fernando Gago arriesgó. Pero no en el sentido que suele utilizarse. Arriesgó porque decidió salir a jugar con línea de cinco y de contragolpe cuando poco había ensayado ese plan. La idea le funcionó de manera intermitente. Y eso hizo que el encuentro fuera parejo. Porque el visitante supo aprovechar los errores del dueño de casa, como quedó demostrado en el gol del empate de Miguel Merentiel. Sin embargo, siempre reaccionó a las propuestas del rival, sin proponer.

De todos modos, cuando el juego bajaba de ritmo y River no podía sostener la dinámica, Boca se mostraba peligroso con las diagonales de los jugadores de banda y con la potencia de la dupla de ataque, sobre todo en la primera etapa, porque en el complemento ya casi no tuvo ideas.

En el segundo tiempo la historia fue diferente, porque el conjunto de Gago estaba obligado, pero nunca terminó de hacerse dueño del partido y el cuadro dirigido por Gallardo impuso su idea.

River acelera su crecimiento con una victoria que puede marcar su semestre de cara a la CONMEBOL Libertadores y al Mundial de clubes. Es un triunfo que sirve mucho más como envión anímico que como una simple sumatoria de puntos en la tabla.