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Tragedia en el Nido del Buitre: la evitable muerte de 10 estrellas ascendentes en Flamengo

RÍO DE JANEIRO - El funeral de Christian Esmério, bajo un calor dominical de 95 grados Fahrenheit, sobrepasó con creces la capacidad de la humilde capilla del cementerio Irajá de Río, con los fotógrafos y equipos de televisión agolpados en busca de espacio sobre las aceras rotas.

En este camposanto, es raro ver exequias frente a los medios de comunicación. La mayoría de las personas inhumadas aquí son residentes desconocidos del suburbio de clase trabajadora donde nació Esmério, producto de la relación de dos jóvenes, una de 20 años recién graduada de la secundaria y un vendedor ambulante de 23. De todas formas, Esmério, quien jugaba como arquero, ya se había hecho merecedor de elogios por parte de los mayores pronosticadores de la fama en su país. Su agilidad entre los palos (era "un monstruo" según recuerda un excompañero de equipo, bendecido con "buen posicionamiento y reflejos", de acuerdo con el anunciador de la Federación de Fútbol del Estado de Río, Leandro Mamute) le había procurado un cupo en la selección nacional juvenil de Brasil, la oportunidad de posar al lado del DT de la selección de mayores Tite y haberse ganado la atención de los scouts de clubes europeos.

"Contaba con todas las credenciales", expresó Mamute, "para ser convocado a la selección brasileña en su momento apropiado".

El medio para el ascenso de Esmério fue la academia juvenil del club Flamengo de Río, que compite con el Palmeiras de Sao Paulo por el título del equipo más acaudalado de Brasil. Al igual que otros equipos importantes en esa nación, la academia juvenil del Flamengo sirve de residencia a jugadores de edades a partir de los 14 años en sus complejos de entrenamiento, reservándose la opción de contratarlos al cumplir los 16 años.

El viernes 8 de febrero, se originó un incendio en el dormitorio juvenil del Flamengo, que le cobró la vida a 10 y dejó a otros tres miembros de la academia lesionados en las instalaciones del club. Aproximadamente 20 chicos habían sido albergados en una unidad modular de 110 metros cuadrados con una sola salida. La estructura nunca fue sometida a una inspección de incendios.

La procesión de aproximadamente 300 personas por el cementerio para dar sepultura a Esmério era una muestra de las contradicciones que surgieron con respecto al rol del club en esta tragedia. Algunos asistentes vestían camisetas del Flamengo y cantaron el himno del club entre los cánticos cristianos. Un hombre gritó: "¡Coloquen la camiseta! ¡C0loquen camiseta!" mientras el ataúd con los restos de Esmério era depositado en una de las paredes del cementerio.

Una de las tías de Esmério, la cual estaba a un lado del cortejo, no pudo contener su indignación: "El Flamengo es bueno para nada".


INCLUSO A PESAR DE QUE LA ECONOMÍA y política en Brasil han atravesado profundas crisis en los últimos cinco años, prácticamente no hay otro elemento que haya permanecido tan incólume como el poder de clubes como el Flamengo a la hora de atraer talentosos jugadores jóvenes, quienes sueñan con hacer una carrera como profesionales.

Los jovencitos llegan a Río haciendo trayectos de hasta 2,500 kilómetros a fin de entrenar en el centro de formación del Flamengo, ubicado en la zona occidental de Río y apodado "El Nido del Buitre", en un guiño a la mascota del club. El trayecto hinchaba de orgullo y confianza a muchos de sus familiares. Alba Pereira, quien labora en un comedor escolar y es madre de Jorge Dias Sacramento, una de las víctimas del incendio, expresó que su entrenamiento en el Nido del Buitre le podía dar a su hijo mayor exposición que la conseguida en su pequeño terruño de Além Paraíba, Minas Gerais. Sebastião Rodrigues, gerente de una empresa de manejo de desechos y tío del lateral izquierdo Samuel Rosa, también fallecido, indicó que Rosa crecía dentro de un contexto en el cual "tenemos dificultades para conseguir empleo".

"Primero que todo, somos negros", dijo Rodrigues, refiriéndose al hueco racial y económico que existe en el último país occidental que abolió a la esclavitud. Por lo normal, brasileños negros reciben poco más de la mitad de las ganancias que suelen ganar sus compatriotas blancos. "Segundo, vivimos en una favela". En 2018, Brasil tuvo el tercer año con una cifra superario al 11% de desempleo.

Las familias asumían que los dividendos proyectados del Flamengo para 2019, estimados aproximadamente en 200 millones de dólares, serían garantía de condiciones seguras para sus hijos. "¿Quién se imaginaría que se produciría una situación como esta dentro del centro de entrenamiento?", dijo Rodrigues, luego que los detalles del incendio fueran revelados por noticieros nacionales de televisión.

"Flamengo, el mejor entre los mejores, un club millonario, ¿estaba poniendo a nuestros hijos a dormir dentro de un contenedor?", lamentó.

El Flamengo se encuentra en las etapas finales de una remodelación del Nido del Buitre con una inversión cercana a los 6 millones de dólares, en un proyecto en el cual se incluyen nuevos dormitorios juveniles, donde el club planeaba albergar a los jovencitos. Sin embargo, mientras se terminaban las obras, los jugadores entre 14 y 17 años dormían en seis unidades modulares de acero ubicadas a un extremo del complejo. Esta vivienda temporera nunca fue inspeccionada para prevención de incendios, en parte porque el club nunca incluyó dicha unidad dentro de los planos de construcción que la ciudad exige a fin de otorgar la licencia operativa. La alcaldía de la ciudad ha multado al Flamengo en 31 ocasiones por no contar con los certificados de seguridad contra incendios de otros edificios que forman parte de la facilidad.

Eventualmente, el ente ordenó el cierre del centro de entrenamiento en 2017; sin embargo, Flamengo hizo caso omiso y mantuvo sus operaciones.

También retuvo su aura magnética para atraer jugadores oriundos de academias juveniles más pequeñas en Brasil.

Cuando Eesmério tenía siete años, su padre se dio cuenta de sus instintos de juego y le inscribió en la división sub-7 del Madureira, un club vecino. Pronto Esmério comenzó a entrenar en el arco porque "era más grande que otros chicos de su edad y jugar en una sola posición fija le ayudaba a concentrarse", recordó el entrenador juvenil Joanathan Garrido. Al cumplir 11 años, Esmério se había ganado una invitación a la academia juvenil del Flamengo.

También fue el caso de su compañero juvenil en el Madureira y amigo cercano Rosa, quien era de carácter más serio que Esmério, aunque usualmente se prestaba a participar en las aventuras de su amigo, como aquella oportunidad en la cual los chicos se escaparon del hotel que servía de concentración al equipo en su primer viaje a Europa en 2013, y nadaron en las aguas invernales de la playa de Vila Real do Santo António, Portugal, en ropa interior.

Dentro del Nido del Buitre, los chicos compartían vivienda con jugadores de otros estados, tales como el espigado atacante Samuel Barbosa, oriundo de Piauí, población del nororiente de Brasil, y el nativo de Minas Gerais, Dias Sacramento, apodado "Pitbull" por su juego agresivo y cuya energía fuera del terreno era evidente en eléctricas sesiones de baile al ritmo de los últimos éxitos del funk brasileño.

Frecuentemente, los jovencitos expresaban a sus familiares y amigos de sus poblaciones de origen lo mucho que les encantaba vivir en el Nido. Y sus equipos eran de gran calidad: en agosto pasado, la oncena sub-15 conformada por Esmério, Rosa y Dias Sacramento se alzó con el campeonato estatal en un partido decidido en tanda de penales contra su mayor rival, el Fluminense. Esmério fue la estrella, deteniendo un remate en dicha tanda.

La academia juvenil del Flamengo ha crecido en años recientes hasta albergar aproximadamente a 350 jugadores con edades comprendidas entre 7 y 20 años, cuadruplicando su inversión en entrenamiento juvenil, albergues y otros costos relativos al programa entre 2013 y 2017. Es un reflejo del crecimiento del balompié juvenil en Brasil. Una academia juvenil rentable, como la del Flamengo, se ufana de la lealtad de sus alumnos que terminan firmando contratos profesionales con el club, garantizando así las ganancias futuras al club por concepto de transferencias.

En 2017, el Flamengo invirtió aproximadamente 4.3 millones de dólares, cerca del 5% de su presupuesto deportivo, en un programa juvenil que ha desarrollado jugadores posteriormente vendidos a otros clubes por un total cercano a los 70 millones de dólares durante los últimos cinco años. Un dirigente del programa juvenil del club dijo en julio a ESPN que Flamengo usualmente se queda con entre 80 y 90% del dinero de las transferencias.

En Brasil, la denominada Ley Pelé, promulgada en 1998 con carácter federal, permite que los clubes suscriban contratos especiales de entrenamiento con jugadores con edades a partir de los 14 años, ganándose así el derecho exclusivo de entrenar a estos futbolistas a cambio de garantizar su instrucción deportiva y condiciones de vida seguras, según indica la fiscal pública Cristiane Sbalqueiro, miembro del grupo federal de trabajo de derecho deportivo de Brasil. Bajo los preceptos de esta ley, el Flamengo fue objeto de demandas en 2015 por parte de los fiscales del Estado de Río por malas condiciones dentro del centro de entrenamiento, incluyendo estructuras físicas precarias, incumplimiento de una apropiada inscripción escolar para los jóvenes y falta de supervisores capacitados.

La acción legal interpuesta en 2015 describió la situación en términos brutales, indicando que las condiciones dentro del club eran "peores que las ofrecidas a delincuentes juveniles", mientras se lamentaba de los riesgos a los cuales sometían a los jóvenes que allí entrenaban, poniendo en jaque su seguridad, educación y desarrollo mental adecuados, indicando que "el promedio de jóvenes que llegan al nivel profesional es cercano al 5 por ciento". El periodista deportivo brasileño Juca Kfouri estima que, en todo Brasil, alrededor del 3 por ciento de los futbolistas llegan a vivir en condiciones dignas desempeñándose como profesionales. El 13 de febrero, un juez estatal emitió una orden mediante la demanda de 2015 que prohibió la entrada a las instalaciones del Flamengo a los menores de edad hasta que dichas instalaciones pasaran nuevas inspecciones, respaldada con penal de más de $2 millones.

El centro de entrenamiento remozado, con un nuevo dormitorio juvenil, intentaba resolver esos problemas. A pesar de ello, la interrogante que aún resuena en Río a 11 días del incendio es por qué los chicos fueron albergados en un sitio riesgoso de forma provisional. El Flamengo dijo a ESPN que no comentará sobre por qué estaban alojando a adolescentes en una facilidad que no fue objeto de inspecciones de seguridad y prevención de incendios, e hizo referencia a un comunicado oficial que indica que el club "está colaborando con las investigaciones y aguarda el resultado del trabajo de las autoridades".

Los directivos del club se han reunido en un centro de control de crisis en la sede de la organización, ubicada en el lujoso barrio carioca de Gavea, desde el día del accidente. Éstos aún no han comparecido ante la prensa, mientras que los personeros de relaciones con los medios repiten a los reporteros que el club está intentando entender cómo la tragedia pudo haber ocurrido y que, en este momento, dan la mayor prioridad a asistir a los familiares de las víctimas.

"El Flamengo ha atendido todos los pedidos de las familias", dijo el vocero Fernando Santana a ESPN. "Incluyendo servicios aéreos, de alojamiento y transportación". Mientras empleados del Flamengo conducían a los parientes en sus trayectos de entrada y salida de los exámenes médicos y funerarias en los días posteriores al accidente, el staff del club trataba de convencer a los familiares a que no hablaran con la prensa.

En un comunicado preparado con anticipación y leído el sábado 9 de febrero, sin responder preguntas por parte de los periodistas, el CEO del Flamengo Reinaldo Belloti indicó que las "licencias, autorizaciones y multas" impuestas al Nido del Buitre "no tenían nada que ver con lo sucedido". Belloti mostró un certificado firmado en 2015 de forma conjunta por la Federación de Fútbol de Río de Janeiro (FERJ) y la Confederación Brasilera de Fútbol (CBF) el cual declaraba que las facilidades eran "adecuadas con respecto a la alimentación e higiene, seguridad y salud".

Al ser preguntado el por qué se emitió este certificado para avalar una facilidad en la cual pernoctaban adolescentes sin haber sido objeto de inspección de seguridad y prevención de incendios, un miembro de la oficina de prensa de la FERJ respondió mediante un correo electrónico que "las inspecciones de seguridad y prevención de incendios son responsabilidad del gobierno". La CBF no respondió.

"Su razonamiento desastroso", expresó Khouri, "era que esto jamás ocurriría aquí".

EN LA NOCHE DEL 7 DE FEBRERO, varios jóvenes jugadores que vivían en Río, aunque pernoctaban en el Nido del Buitre durante la semana, regresaron a sus casas a fin de pasar la noche con sus familiares. No había prácticas programadas para la jornada del viernes, debido a que una tormenta inusualmente fuerte que azotó la urbe ese miércoles provocó deslizamientos de lodo y fallecimientos por toda la ciudad. Esmério, Rosa y Dias Nascimento, quienes frecuentemente pasaban los fines de semana con sus parientes en otras zonas de Rio, decidieron quedarse en el dormitorio, en parte debido a que estaban preparando una fiesta sorpresa para celebrar el cumpleaños número 15 del defensa Arthur Vinícius para el día siguiente.

Veinticuatro jóvenes pernoctaron esa noche en el dormitorio, de acuerdo con una investigación policial obtenida por la cadena brasileña TV Globo. Si bien la investigación se encuentra oficialmente bajo sumario, Globo, la organización mediática más grande de Brasil, pudo citar detalles de los testimonios de los sobrevivientes y videos de cámaras de seguridad en un informe que no fue desmentido por las autoridades policiales.

Los vídeos grabados por las cámaras de seguridad muestran que, aproximadamente a las cinco de la mañana, empezó a salir humo (más no fuego) del edificio. La policía de Río investiga la teoría que alega que una unidad de aire acondicionado hizo cortocircuito durante la noche, causando que los aislamientos de espuma de poliuretano que cubrían la carcaza de acero de la unidad comenzaran a arder.

El poliuretano es un plástico utilizado muy comúnmente por todo el mundo para obras de aislante y de tapizado, según afirma el Dr. Anthony Wong, director del Centro de Envenenamientos de la Universidad de Sao Paulo, a pesar del hecho de que cuando éste se incendia "llega a emitir cianuro de hidrógeno, un químico tan tóxico que puede matar a alguien en dos minutos o menos".

Unas pocas inhalaciones, indica Wong, son suficientes para "bloquear el flujo de oxígeno al cerebro y envenenarlo", lo cual explicaría por qué el video muestra a los jovencitos que pudieron salir del dormitorio caminando lentamente, en vez de correr.

Eventualmente y de forma súbita, el edificio estalló en llamas.

"Me desperté con el olor a quemado", indicó el volante Samuel Barbosa, de 16 años, en una entrevista telefónica con ESPN una semana después del incendio. Recuerda haber cerrado sus ojos en ese momento debido al "humo fuerte, negro". Barbosa afirma haberse dirigido a la puerta de su habitación, intentó mirar a su izquierda y derecha "y escuché esa explosión: ¡BOOF!".

"Grité: 'Bolivia, Bolivia, sigue mi voz Bolivia'... porque todo estaba lleno de humo negro". Bolivia es el apodo del centrocampista Rykelmo Viana, compañero de habitación de Barbosa, quien también tenía 16 años. "Cuando abrí mis ojos un poquito, vi que el incendio se acercaba a nosotros realmente rápido y pude correr. Desde afuera, seguía llamándolo".

El cuerpo de Viana fue posteriormente identificado dentro del lugar.

Dieciséis jóvenes pudieron escapar, de los cuales tres sobrevivieron un periodo de hospitalización por diversas quemaduras (uno de ellos, con lesiones que cubren el 30 por ciento de su cuerpo, permanece en el hospital) y 10 fallecieron. La agencia de información oficial de Brasil identificó a las 10 víctimas, de acuerdo con el club: Athila Paixao (14 años de edad), Arthur Vinicius Barros da Silva Freitas (14), Bernardo Pisetta (15), Christian Esmerio (15), Jorge Eduardo Santos (15), Pablo Henrique da Silva Matos (14), Vitor Isaias (14), Samuel Thomas Rosa (15), Rykelmo Des Souza Viana (17), and Gedson Santos (14). El Flamengo cubrió los gastos para que los sobrevivientes pudieran viajar a sus hogares y visitar a sus familiares en los días posteriores al incendio.

Si las declaraciones de los testigos obtenidas por TV Globo son correctas, según indica el profesor de manejo de riesgos de la Universidad Federal Gerardo Portela, "los sobrevivientes fueron aquellos que durmieron más cerca de la puerta". El profesor enfatizó los altos riesgos de albergar a un grupo de personas dentro de un espacio que cuenta con una sola salida. La evidencia disponible hasta ahora, de acuerdo con lo expresado por Portela, apunta a una "serie de problemas existentes en el lugar", que habrían sido "fácilmente identificadas" por una inspección de seguridad y prevención de incendios.

Aparte de la ausencia de inspecciones, el Flamengo también infringía la ley al no contar con supervisores adultos nocturnos en guardia, según la defensora público de Río de Janeiro y especialista en derechos del niño Euphrasia Souza. Ella afirma que las regulaciones federales exigen a las entidades que albergan menores de edad contar con "un supervisor por cada 10 niños o adolescentes en los turnos, incluyendo turnos nocturnos, en caso de que se produzca cualquier necesidad o emergencia".

Un supervisor, en teoría, habría sido capaz de detectar el olor a humo. El supervisor asignado al dormitorio juvenil del Nido del Buitre esa noche indicó posteriormente a los investigadores policiales que no se encontraba en el dormitorio cuando comenzó el incendio, según lo informado por TV Globo.

Se llamó a los bomberos a las 5:17. Éstos llegaron al centro de entrenamiento a las 5:48 y pudieron controlar el incendio en menos de una hora.

Los cuerpos encontrados por los bomberos dentro del centro habrían sufrido quemaduras de tal magnitud que se requirió de aproximadamente 48 horas para confirmar sus identidades y entregar los cadáveres a sus familias para así proceder a los respectivos entierros. El Flamengo transportó a los familiares a la medicatura forense a fin de identificar los cuerpos de los jovencitos con sus dentaduras. Durante este proceso, el club albergó a los parientes en un lujoso hotel cercano al centro de entrenamiento y costeó los honorarios de un equipo de sicólogos que prestaron asistencia en dicho lugar.

Setenta y dos horas después de la muerte del lateral derecho Samuel Rosa, los miembros de su familia daban vueltas frente a la residencia de sus padres en las afueras al norte de Río, intentando calmar a un tío que había expresado intenciones suicidas. Eventualmente, pudieron llevar a este tío, bañado en lágrimas, hasta ingresarlo a un auto en ruta al hospital público, mientras otro tío hacía una llamada a su contacto dentro del Flamengo, afirmando que era su cuarto intento de esa mañana para establecer comunicación.

Sacudía su cabeza, mientras la llamada caía en el buzón de voz.

"Lejos del hotel, la cosa es distinta. Dijeron que prestarían apoyo a las familias. ¿Dónde está?"

EN LOS 11 DÍAS QUE HAN transcurrido desde la tragedia, Brasil ha presenciado cómo una frenética sucesión de inspecciones gubernamentales y pesquisas policiales se han producido dentro del complejo del Flamengo y otros centros de entrenamiento futbolístico por todo el país. Las instalaciones de los clubes cariocas Vasco y Botafogo y el paulista Portuguesa, por solo mencionar tres de ellos, han sido clausuradas hasta tanto aprueben nuevas inspecciones.

Hinchas del Flamengo, sentados en un bar de Río de Janeiro, conversaban sobre estas clausuras mientras veían por televisión a las alineaciones titulares del partido de playoff del viernes entre los rivales Flamengo y Fluminense formadas sobre el terreno. "¡El Botafogo tenía cercado eléctrico expuesto en el techo! Es ridículo", expresó Fátima Carvalho, quien labora como administradora de un hospital.

Los atletas del Flamengo que entraban al terreno vestían camisetas con la leyenda "Niños del Nido" y los aficionados dentro de estadio encendieron velas cada 10 minutos en homenaje a Esmério, Rosa, Dias Nascimento, Viana y sus otros seis compañeros trágicamente fallecidos. Las imágenes de sus rostros se mostraban lentamente en las pantallas de televisión antes de iniciarse el cotejo.

Si bien el Flamengo ha hecho toda clase de gestos en público para rendir homenaje a los jóvenes fallecidos, la organización ha aportado pocas respuestas con respecto a las causas del incendio.

El pasado viernes, Rodrigo Abranches, director legal del Flamengo, respondió a una corta serie de interrogantes por parte de periodistas tras salir de una reunión. Al ser preguntado por qué el Flamengo no había cerrado su centro de entrenamiento tras la orden impartida por la Alcaldía, Abranches respondió que tenía al momento del accidente apenas 30 días desde que asumiera el puesto y, por ende, "no puedo hablar a favor de gerencias anteriores".

"Han pasado siete días", indicó el periodista. "¿No han podido conocer la razón por la cual el Flamengo desacató la orden dada por la Alcaldía?"

"Los actos administrativos pueden ser apelados. Si deseo apelar, lo haré", respondió.

LA DEFENSORA PÚBLICA EUFRASIA SOUZA expresó que los familiares de las víctimas cuentan con elementos suficientes para iniciar acciones legales contra el Flamengo "considerando el incumplimiento de los requisitos" exigidos a las organizaciones que albergan adolescentes, comentario que motivó una serie de reuniones entre el Flamengo y autoridades gubernamentales a fin de determinar los términos de tentativos acuerdos compensatorios con las familiares. "Nos han dicho que están conscientes de su actuación indebida", dijo Milton Rodriguez, tío de la víctima Rosa.

Paloma Lamego, defensora pública de Río de Janeiro, expresó el pasado viernes que el Flamengo se encontraba discutiendo la posibilidad de ofrecer arreglos extrajudiciales en los cuales los familiares renunciarían a iniciar acciones legales futuras. Mientras tanto, Sebastião Rodrigues, también tío de Rosa, expresó que la familia espera evaluar las opciones que se les presentará durante el transcurso de la semana.

"Más que nada", expresó, "este evento necesita ser el factor que produzca cambios reales y duraderos en lo que respecta al tratamiento de los jóvenes jugadores".

"Se requiere que éste sea nuestro Hillsborough", escribió el comentarista de fútbol Mauro Cezar Pereira en una columna en el sitio Web de noticias UOL, en referencia al desastre ocurrido en 1989 en el estadio inglés al no poder controlar a la multitud asistente, el cual condujo a la implementación de reformas de seguridad en los estadios de fútbol de todo el país.

El sitio web de fútbol brasileño Olheiros (scouts), fundado por periodistas especializados en la cobertura de academias juveniles, también pidió que éste se convirtiera en un momento de concientización nacional, publicando en Twitter: "Hoy en Brasil, hay una cultura que llena de romanticismo la dureza en el tratamiento hacia los jovencitos".

Para las víctimas y sus familiares, la tragedia sigue siendo un recuerdo lleno de horror, además de una pérdida irreversible.

Barbosa, quien intentó despertar a su compañero Viana, dice que el desastre le hizo sentir "cómo si cayera al vacío".

"Me causó deseos de dejar de practicar fútbol", indicó. "No me podía imaginar volver al terreno sin poder ver a mis compañeros".

A pesar de la indignación sentida tras la muerte de su sobrino Rosa, Sebastião Rodriguez dice que éste sigue deseando que el hermano menor de Rosa, quien tiene 13 años, pueda ingresar a la academia juvenil del Flamengo. "Es su mejor oportunidad".

En lo que respecta a Barbosa, éste pasó varios días reflexionando sobre su futuro y ahora dice querer volver a jugar al balompié, como un tributo a sus compañeros trágicamente fallecidos, especialmente Viana, a quien describe como un hermano. A pesar de ello, "es sumamente difícil comenzar de nuevo", dice Washington, padre de Barbosa, incluso siendo progenitor de uno de los sobrevivientes.

"Solo queremos besarlo".