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Finales para la historia: Liverpool 5-4 Alavés, Copa de la UEFA 2001

La remontada imposible del Manchester United frente al Bayern Múnich en 1999, el milagro del Liverpool ante el Milan en 2005, el gol de Sergio Ramos al Atlético en 2014 el de Ivanovic al Benfica en 2013, el volteo del Porto contra el Bayern en 1987… La historia de las finales continentales está llena de episodios míticos y, a la vez dramáticos para los perdedores.

El Bayern sabe de ello y también el Benfica, golpeado por la maldición de Bela Guttmann. Pero hay otras finales, acaso no tan mediáticas con el paso de los años pero que guardan en la memoria esos instantes inolvidables. Como la que sufrió el Alavés en 2001, cuando su estreno en Europa lo condujo hasta la final de la Copa de la UEFA… que perdió trágicamente con un gol de oro, en propia puerta, frente al Liverpool.

“Aquel momento fue muy cruel. Llegas a pensar que mejor haber perdido por 3-0, sin nada que discutir, y ya está. Quedarte con el papel de, al menos, llegar a una final… Pero con el paso de los años, con el recuerdo, siempre eliges haber perdido así”. Lo dice Jordi Cruyff, protagonista de excepción de aquel Alavés que rozó la gloria y que refresca con nostalgia y alegría aquella noche de Dortmund.

Ganó el Liverpool por 5-4, gracias a un autogol de Geli en el minuto 116 y después de que el Alavés fuera capaz de igualar un 3-1 primero y, en el minuto 89, el 4-3 con que vencía el cuadro inglés. Marcó Jordi ese 4-4. “Fue un subidón y es un momento que te llevas para toda la vida” rememora el hoy seleccionador de Ecuador… que descubre su presencia, casi por casualidad, en aquel partido.

Jordi Cruyff llegó al Alavés en el verano de 2000, tras acabar contrato con el Manchester United y tener “casi hecho” su fichaje por el West Ham. “Teníamos el acuerdo cerrado. Ya estaba el precontrato por tres años, con un buen sueldo, me ofrecía la posibilidad de vivir en Londres… Pero algo me hacía dudar cuando me llamó el Alavés, hablé con Mané (el entrenador) y, de pronto, pasé de una seguridad de tres años en el West Ham jugármela con un contrato de una temporada, con otra opcional, con el Alavés. ¿Me arriesgué? Desde luego… pero nunca me arrepentí”.

Aquel año fue “de lo mejor de mi carrera” sentencia. “Me encontré un gran entrenador y, por encima de todo, un vestuario enorme. Había muchísimo compañerismo… Pocas veces he visto una plantilla tan especial, con alegría, apoyándonos todos siempre y una afición que siempre estaba a tu lado”.

El Alavés se estrenó en Europa eliminando al Gaziantepspor en Turquía, ganando por 3-4 después de haber empatado en la ida sin goles en Vitoria. Le siguió el Lillestrom y fue en la tercera ronda cuando “empezamos a ver las cosas diferentes”. El Rosenborg sacó un 1-1 de Vitoria y, otra vez, el Alavés tuvo que llevarse la eliminatoria como visitante, ganando por 1-3 en Noruega a un rival “que era muy fuerte en casa”. Y de ahí… al Inter.

3-3 en Vitoria, con doblete de Recoba para un Inter con estrellas como Vieri, Zanetti, Jugovic o Seedorf que les convertía en firmes candidatos al título y, por supuesto, favoritos para la vuelta en San Siro. Pero el 22 de febrero de 2001 el Alavés hizo saltar todo por los aires. “Marcamos Tomic y yo. Ganamos 0-2 y eso nos dio mucha fuerza. Ya veíamos el sueño de meternos en la final cerca, quedaban dos eliminatorias y disfrutábamos mucho de esa sensación”.

En cuartos superó al también sorprendente Rayo Vallecano que dirigía Juande Ramos y en la semifinal cayó el Kaiserslautern, hoy hundido en la 3ª División alemana pero entonces grande en la Bundesliga. 5-1 en Vitoria y 1-4 en el Fritz-Walter Stadion. Histórico. “Sí, fue una eliminatoria impresionante. Nos marcaron el 1-0 muy pronto y había mucha presión… Pensaban en remontarmos y acabamos goleando”.

LA FINAL DE LA VIDA

“Si hemos llegado hasta aquí es para ganar” proclamó el 15 de mayo de 2001 Jordi Cruyff. Daba igual que delante estuviera un Liverpool que cuatro días antes había ganado la FA Cup y que ya tenía en el zurrón, también, la Copa de la Liga inglesa. Un equipo con Owen, Gerrard, Carragher, Babbel o McAllister, favorito para, casi, todo el mundo.

“Es curioso porque ahora lo piensas y crees que estábamos locos… Pero es que nos plantamos en Dortmund convencidísimos de ganar. Sí, sí, nos sentíamos favoritos. No teníamos miedo de nada” rememora al cabo de 19 años Jordi, que mantiene fresco el recuerdo de aquella final, tan triste entonces como inolvidable ahora.

“Queríamos disfrutar del momento, sin presión. Ahora lo piensas y te preguntas ‘¿cómo podíamos tener ese descaro?’ Pero eso fue lo que nos empujó hasta el límite”. Límite es la palabra, probablemente, porque al cuarto de hora Babbel y Gerrard habían puesto un 2-0 que se entendía irrecuperable y a los 40 minutos McAllister, de penalti, logró el 3-1 que hundía la esperanza de remontar. Quedaba, sin embargo, un mundo por delante…

Javi Moreno en un abrir y cerrar de ojos anotó un doblete para el 3-3, Fowler puso el 4-3 a los 70 minutos y cuando la hinchada red celebraba el título, en el 89, la cabeza de Jordi Cruyff se adelantó al portero Westerveld para, a la salida de un corner, obrar el milagroso empate. “Le pusimos mucha casta. Nos sentíamos fuertes porque ir remontando a un equipo como el Liverpool no es cualquier cosa” resume, admitiendo que la prórroga fue ya un calvario.

“Ellos tenían más energía, estábamos muy cansados y además nos expulsaron primero a Magno y ya al final a Karmona… Llegó un momento en que solo pensábamos con llegar a los penalties” conviene Jordi, refrescando el momento trágico y definitivo.

“Ya es mala suerte que fuera la época del gol de oro” sonríe, al otro lado del teléfono maldiciendo ese instante. Era el minuto 116 cuando McAllister lanzó un falta ‘a la olla’ y la cabeza de Geli peinó el balón hacia atrás, marcándose un autogol definitivo. “Fue muy duro. Durísimo porque no tienes ni la posibilidad de dar un pelotazo. Costó mucho de digerir para todos la forma de perder, el no poder ofrecer el título a toda esa gente que había viajado desde Vitoria para estar a nuestro lado… Por eso decía entonces que ojalá nos hubieran goleado pero con el paso de los años, aquello es inolvidable”.