Ta-ta-tá. O cam-pe-ón. Al que gana el claxon de la barra 25 le suena como mejor sienta. Es la música de títulos desde 1970. La que empuja, la que cree, la más fiel, patrimonio cardenal para toda la vida. En las buenas siempre, en las malas mucho más.
En un semestre Santa Fe tuvo tres técnicos, una ecuación que contradice la gloria. Pero la mística fue tan fuerte que se sobrepuso a todo. A la eliminación temprana ante Iquique de Conmebol Libertadores en Techo, a la adaptación de Jorge Bava en la mitad del torneo, a la desconfianza, a los reproches por el rendimiento de local, ¡a tantas cosas!
De visitante construyó la autoridad del campeón. Clasificó con la victoria al Cali en Palmaseca y encadenó victorias a Once Caldas en Manizales, a Nacional en Medellín, el clásico y ante el DIM en el Atanasio. En el camino dejó postales épicas, spoilers de esta alegría. El golazo de Yilmar Velásquez de mitad de cancha, los cinco de Hugo Rodallega, las atajadas de Andrés Mosquera Marmolejo...
El 0-0 de la primera final de El Campín agitó fantasmas de derrotas recientes. El 1-0 de Francisco Fydriszewski en el de vuelta apenas lo afectó. Remontó con su identidad de pelota quieta y redefinió lo que significa el coraje con el corazón de su capitán.
Herido y lastimado, Hugo fue Santa Fe en estado puro. Su convicción edificó una jugada impensada en esa condición. La inició y la remató en una pierna. Pero con todo el linaje del león. Fue el 2-1 del título, el que multiplica ídolos, banderas en la tribuna y emoción en el alma.
"Lo que yo siento ahora mismo por Santa Fe es un cariño impresionante, es un amor ya incondicional porque han sido dos años en los que he vivido muchas cosas que quizá antes no había experimentado en mi carrera. Mi familia está enamorada de la ciudad, del entorno Santa Fe, es por eso que Santa Fe queda en mi corazón, no solo por el título sino por haber conseguido cosas a nivel personal, en convertirme en uno de esos jugadores que entra en esa historia, eso para mí es motivo de orgullo", destacó el vallecaucano.
A esta décima estrella le sobra personalidad, carácter y orgullo. Puro ta-ta-tá, ta-ta-tá. Ahora mismo, suena cam-pe-ón, cam-pe-ón