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Se terminó una Copa América fría y con poco fútbol

RIO DE JANEIRO (Enviado especial) -- El estado de los campos de juego, los estadios vacíos, el VAR, las críticas de Lionel Messi a la organización, la respuesta de la Conmebol. La de Brasil 2019 fue la Copa América de las cuestiones externas, de aquello relacionado solo de forma lateral con el fútbol, de las luces alumbrando hacia afuera del campo de juego. Por eso fue una Copa América mediocre, gris, olvidable. Nadie se emocionará cuando recuerde a este Brasil campeón, algo que sí podría ocurrir con el Perú subcampeón, quizás el único motivo de sonrisa perdurable para los futboleros del continente.

El pueblo brasileño nunca terminó de apropiarse de este torneo. El ambiente copero solo se sintió en los días de partido y en los alrededores de los estadios. Faltó el color y el calor que el público de este país ha sabido aportar a lo largo de la historia. Quizás el recuerdo de la extraordinaria Copa del Mundo 2014 está muy fresco y la comparación fue odiosa, aunque es real que el interés popular fue mucho menor al esperado.

Salvador de Bahía, Sao Paulo, Belo Horizonte, Porto Alegre y Rio de Janeiro fueron las sedes que recibieron la Copa América. En todas hubo estadios semi vacíos incluso hasta las instancias de definición. La imagen de estos imponentes escenarios mundialistas con su capacidad al veinte o treinta por ciento le quitaron emoción a los partidos, porque el fútbol es el fenómeno social que es sobre todo por su masividad. Fue normal ver cómo los habitantes de estas ciudades se enteraran de la disputa de la competición internacional más antigua del mundo solo después de los encuentros.

Las razones de esto son varias. La primera es la crisis económica que atraviesa el país, evidenciada en los insultos al presidente Bolsonaro en la final del Maracaná. La mayoría de los tickets más baratos se vendieron en todos los juegos de primera fase, mientras que el resto de las categorías no salieron de las boleterías. Los amantes del fútbol querían ver la Copa, pero tampoco poner en juego su presente financiero. Solo los partidos de Brasil mostraron un lleno (casi) total en la primera fase e incluso el duelo semifinal entre Chile y Perú tuvo varios claros en las tribunas.

El hecho fue tan notorio que la Conmebol se vio obligada a emitir un comunicado en el que destacó la cantidad de boletas vendidas. El 27 de junio, la organización confirmó un promedio de 29.000 espectadores por encuentro, un 15 por ciento más que en Chile. Esto es cierto, como también lo es que los estadios en Brasil son mucho más grandes que en Chile, lo que obliga a trabajar más y mejor para convocar todavía a más hinchas. Solo se logró con la llegada de los momentos de definición.

Poco público y poco césped hubo en la Copa América. El estado de los campos de juego fue otro de los temas del mes. "No se puede jugar en esta cancha", afirmó el entrenador de Argentina Lionel Scaloni tras el duelo ante Qatar en Porto Alegre. Los jugadores y el cuerpo técnico de la Albiceleste también se habían quejado de la cancha del Arena Fonte Nova en Salvador. Lo mismo hicieron los uruguayos y los colombianos. Charles Aránguiz criticó al Arena Corinthians tras el triunfo en cuartos de final. E incluso Tite cuestionó este tema.

El Brasileirao se jugó hasta días antes del partido inaugural entre Brasil y Bolivia y no hubo oportunidad de acondicionar los campos para recibir a figuras de talla mundial. La "solución" adoptada por la organización fue suspender los reconocimientos y los entrenamientos oficiales del día anterior a cada encuentro. Otra decisión que mereció la crítica de las delegaciones.

Sin dudas, la gran polémica del certamen fue el mal uso del VAR y, sobre todo, lo que se generó por este motivo en el choque de semifinales entre Argentina y Brasil. El sistema ya había mostrado errores graves en otros partidos del campeonato. Tiempo perdido sin motivo, falta de comunicación, fallas en la interpretación. Problemas relacionados en su mayoría con equivocaciones humanas. La herramienta, implementada con coherencia en el Mundial de Rusia, fue utilizada muy mal en Brasil y generó más dudas que certezas, cuando su único objetivo es hacer lo contrario.

Lo ocurrido en Belo Horizonte superó todo lo anterior. Hubo al menos dos jugadas muy dudosas que el árbitro Roddy Zambrano ni siquiera se tomó la molestia de revisar, a pesar de que a lo largo de la Copa se habían revisado situaciones mucho más claras solo "por las dudas". El capitán argentino Lionel Messi criticó como nunca al organismo tras la derrota de su selección: "Se cansaron de cobrar boludeces durante toda la Copa América y hoy no le cobraron un penal a Otamendi. Es para analizarlo. Ojalá que la Conmebol haga algo, porque nosotros hicimos un sacrificio enorme. Igualmente, no creo que haga nada porque maneja todo Brasil".

Las palabras retumbaron fuerte en los hoteles de la dirigencia y más todavía cuando fueron ratificadas por el quíntuple Balón de Oro después de ser expulsado en el choque por el tercer puesto ante Chile. "Lamentablemente creo que (la Copa América) está armada para Brasil. Ojalá que el VAR y los árbitros no tengan nada que ver en esta final y que Perú pueda competir, porque tiene equipo para hacerlo, pero lo veo difícil". La final transcurrió sin grandes polémicas, pero el manto de dudas ya estaba extendido.

¿Y el fútbol? Apareció de forma tímida, como si solo hubiese podido asomarse entre todo lo demás. Porque lo único que importa de todo este circo pasó casi desapercibido. El campeón fue el que mejor jugó porque tuvo los mejores futbolistas y la idea más afianzada. De eso no hay duda. Brasil mostró autoridad y, sin brillar casi nunca, no dejó dudas. Con un Dani Alves rejuvenecido, un Arthur determinante por inteligencia y calidad y dos delanteros picantes como Gabriel Jesús y Everton, el Scratch se llevó el trofeo que medio continente sabía que se iba a llevar.

Hubo dosis mínimas de buen juego a lo largo de las más de tres semanas que duró el certamen. James brilló en la primera fase; Charles Aránguiz fue el motor de Chile hasta que se quedó sin combustible como el resto de la Roja; Perú apareció en su mejor nivel en las semis, con un partido perfecto de la mano de Yoshimar Yotún y el enorme Paolo Guerrero; Argentina encontró un mediocentro de clase en Leandro Paredes pero tuvo un Lionel Messi terrenal que se destacó más por sus declaraciones que por su talento; y Uruguay mereció más de lo que tuvo por la calidad de Rodrigo Bentancur y de Edinson Cavani. Muy poco para el que se supone es uno de los dos torneos de selecciones más prestigiosos del mundo.

El campeonato terminó como empezó, de forma tímida, casi imperceptible en un Brasil que vive entre problemas sociales y conflictividad política. El Maracaná armó una fiesta módica tras la victoria contra Perú y en las calles de Rio de Janeiro no hubo celebraciones populares ni mucho menos. Fue un torneo gris, que terminó en medio de la ola de frío que azota al país más cálido del planeta, como una especie de metáfora de lo que fue esta Copa América.