Peñarol y Vélez Sarsfield protagonizaron en 2011 una impactante serie de semifinales de la CONMEBOL Libertadores. Repasamos cómo se vivieron esos partidos que derivaron en la clasificación del aurinegro a la final.
Antes de que estos equipos vuelvan a enfrentarse en la fase de grupos de la edición 2025, es imposible no recordar la llave de semifinales de 2011, que terminó con una definición increíble en el estadio José Amalfitani.
Peñarol llegó a esa instancia tras superar a Universidad Católica de Chile en los cuartos de final, mientras que Vélez había dejado por el camino a Libertad de Paraguay. Los dirigidos por Ricardo Gareca eran líderes del fútbol argentino por entonces, y unánimemente reconocidos como el mejor equipo de ese país. En cambio, el Carbonero de Diego Aguirre había clasificado de forma agónica contra el conjunto chileno y haciendo una hazaña anteriormente para superar de visitante a Inter de Porto Alegre, los campeones vigentes.
Vélez era el claro favorito, pero el fútbol siempre tiene lugar para las sorpresas. El conjunto argentino contaba con figuras como el “Tanque” Santiago Silva, Maximiliano Moralez, el “Burrito” Juan Manuel Martínez, Augusto Fernández, Guillermo Franco, Ricardo Álvarez o Fabián Cubero. Peñarol tenía a referentes en defensa como Darío Rodríguez, Carlos Valdez y Guillermo Rodríguez, un centrodelantero de jerarquía como Juan Manuel Olivera, y nombres que forjaron allí un gran momento en sus carreras como Alejandro Martinuccio, Matías Mier o Luis Aguiar.
El juego de ida se celebró en un Estadio Centenario repleto el 27 de mayo de 2011. El trámite fue parejo en cuanto a opciones de gol, con intervenciones muy importantes de los arqueros Sebastián Sosa y Marcelo Barovero, pero terminó con victoria 1-0 para los aurinegros. El único gol lo marcó Darío Rodríguez de cabeza tras un tiro de esquina sobre el final del primer tiempo.
Pero lo más importante se iba a dar en el juego de vuelta una semana más tarde en Liniers. El Estadio José Amalfitani se mostró colmado de hinchas del Fortín y también recibió a una multitud de aurinegros que cruzaron el charco. Peñarol intentó plantarse firme en defensa y aprovechar la velocidad de Alejandro Martinuccio para contragolpear. A los 33 minutos, el aurinegro recuperó la pelota en campo de Vélez y llegó la apertura del marcador por medio de Matías Mier. La cuenta era clara: al ser un gol de visitante, el Fortín necesitaba marcar ahora tres goles para pasar a la final y tenía una hora para hacerlo realidad.
A nada de llegar al entretiempo, Moralez puso un tiro libre en el área, Sosa dio rebote y Fernando Tobio remató de primera para colocar el 1-1. El gol ponía la serie a tiro para los locales e iba a convertir al Amalfitani en un foco de tremenda tensión para el segundo tiempo.
Vélez salió a la segunda mitad decidido a lograr un gol más que los acercara al objetivo, y Peñarol comenzó a retroceder en el campo y a cuidar más su ventaja. A los 65 se dio una de las tantas jugadas increíbles de la serie: Martinuccio escapó a toda velocidad, tocó al medio para Juan Manuel Olivera que recibió la pelota cerca del punto penal, pero desvió su remate, dándole una oportunidad más al Fortín. Y el equipo argentino no la dejó pasar: en la respuesta de esa jugada errada, el “Burrito” le bajó de pecho la pelota en el área al “Tanque” Silva, que puso el 2-1 para Vélez.
El gol fue una declaración del equipo de Gareca, demostrando que Peñarol no se iba a llevar la llave tan fácil, y la efervescencia del estadio seguía en aumento. Si el 2-1 fue de un impacto tremendo, qué decir de lo que sucedió menos de diez minutos después cuando el árbitro Enrique Oses pitó penal a favor de los dueños de casa. El Amalfitani estalló, y el público aurinegro se derrumbó.
En el que es, sin duda, uno de los penales más famosos del fútbol uruguayo en el siglo XXI, pasó lo impensado. La historia es tan conocida como merecedora de ser repasada. El “Tanque” Silva tomó la pelota bajo el brazo y se preparó para patear, su amigo de la adolescencia Juan Manuel Olivera se arrimó, le tocó el balón y le dijo que lo iba a errar. Acto seguido, Silva se resbaló al ejecutar y su remate se fue por encima del travesaño. Los peñarolenses presentes saltaron en un grito de alivio, mientras que Gareca y los hinchas de Vélez quedaron inmóviles, incrédulos de lo que había sucedido.
Increíblemente, aún con 15 minutos en el reloj, la llave pareció terminar en esa jugada. Peñarol, que estaba alicaído desde los jugadores a los que ocupaban la tribuna visitante, renació desde lo anímico en esa acción. Vélez no tuvo ninguna otra acción clara de gol, salvo un remate lejano de “Ricky” Álvarez, que Sosa controló sin problemas.
El Carbonero terminó celebrando la clasificación a la final de la CONMEBOL Libertadores por primera vez en 24 años, en la que terminó cayendo contra el Santos de Neymar, Ganso, Elano, Danilo y Alex Sandro, entre otros. Pero los aurinegros todavía recuerdan hasta el día de hoy aquella noche increíble en Liniers y los hechos que se llevaron a cabo entre el Centenario y el Amalfitani.
