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Racing finalista de la Sudamericana: crónica de la noche perfecta que ni el hincha más optimista había soñado

AVELLANEDA--- Sufrido. Así se suele caracterizar al hincha de Racing. En realidad todos los futboleros hinchas de algún equipo se califican a sí mismos así, pero con la Academia es en serio. Aunque no esta noche, porque el equipo de Avellaneda tuvo una jornada perfecta ante Corinthians en el triunfo por 2-1 en la vuelta de las semifinales de la Sudamericana... O casi. Por lo menos, una que ningún hincha, ni aún el más optimista, podía imaginar.

Tuvo algunos escollos que resolver que podrían haber cambiado una historia que estuvo escrita para Racing desde el momento en que salió a la cancha, con un recibimiento impactante. Las luces del Cilindro se fueron y todo se iluminó con bengalas y pirotecnia. Un infierno que hizo desaparecer el terreno de juego. Hinchas con hinchas, no había nada más.

Sabían tanto los académicos de las sanciones que podía acarrear esa decisión -que River y Peñarol conocen porque también lo hicieron en Libertadores- como sabían los jugadores que estaban ante un partido crucial que tenían que ganar; una oportunidad que quién sabe cuándo podía repetirse.

Pero, claro, mantener el temple frente a 50.000 personas y con un recibimiento así es difícil. Por eso el equipo de Costas salió algo acelerado y pasó lo peor: le dejaron espacio a un Memphis Depay sensación en Corinthians, que con un pase asistió a un letal Yuri Alberto que parecia abrirse y fue atorado por un Arias al que la definición se le escabulló entre las piernas.

Ese momento, sin embargo, no fue el más complicado para Racing. La gente no condenó el error y fue paciente, aunque el equipo jugaba directo y mal. Y mientras tanto, los monstruos de Corinthians arriba, que ya habían fabricado el primero y casi que jugaban mano a mano con la defensa académica, generándole problemas a un equipo al borde del knock-out y con un Gabriel Arias brillante tomando riesgos para evitarlo.

El único distinto del equipo, por la experiencia y la calidad, era Juanfer Quintero . Y los goles llegaron por él, claro. Parado como un extremo derecho, de derecha a izquierda fue indescifrable para los dos o tres jugadores de Corinthians que salían a apretarlo. Sin embargo, curioso es que las conquistas no llegaron por una genialidad del colombiano sino por lo colectivo, lo que les da más valor.

Ya en los últimos 15' de la primera mitad Salas apareció casi que por primera vez en el partido, filtrándose por izquierda y buscando un centro atrás para alguno que llegara. La pelota dió en la mano del futbolista del Timão Martinez, quien se barrió y no recogió el brazo. Penal claro.

Y por la experiencia, cantado para un Juanfer que aseguro fuerte y al medio.

El Cilindro se vino abajo y Racing sabía que se había abierto una ventana de oportunidad para hacer el segundo. La intención era que el juego no se detuviera y los alcanzapelotas, como todos los presentes en el estadio, lo sabían. Así llegó el segundo, por esa comunión entre los hinchas, los jugadores y todos los que pudieran hacer algo para que las cosas sucedieran. Primero un envío largo en un avance racinguista termino con uno de los zagueros de Corinthians tirándola con fuerza y sin resquemores a la tribuna. Porque, claro, los brasileños querían disminuir el ritmo académico. Y ahí el alcanzapelotas se la dió rápido a un Gabriel Rojas que tiró un lateral muy largo contra una defensa dormida. Maravilla peinó y Juanfer se escapó para, con toda su clase, poner el 2-1 en una ráfaga. El Cilindro, aunque incrédulo por lo que estaba viviendo, explotaba en un grito de gol y un abrazo.

La responsabilidad la tenía ahora Corinthians. Responsabilidad que le pesó. Quedará para la estadística la cantidad de errores forzados y no forzados (sobre todo) de un equipo en una instancia de este nivel. El equipo de Ramón Díaz fue un saco de nervios, adelantándose a cada jugada antes de recibir la pelota y jugando acelerado. ¿Y Racing? Aprovechando, tal y como hizo el Timão en la primera mitad, de las equivocaciones. Llegando con peligro, pocas veces, sin efectividad. Pero imponiendo las condiciones. El encuentro, aunque al hincha académico quizás no le pareció por la adrenalina, estuvo más que controlado. La entrega del equipo en la segunda mitad, la concentración y el convencimiento fueron decisivos para cortarle todos los caminos al Timão.

Tampoco cayó Racing en el error de regalar tiros libres y córners para acortarle caminos al rival o buscar desbocado el tercero. Tuvo la pelota, manejó los tiempos sin desesperarse, buscó sacar rédito del error y aprovechó cada chance para hacer correr el reloj.

El pitazo final desahogó a un Cilindro que vivió una noche mágica de un equipo que demostró que se puede. Que no es imposible competir contra los brasileños ni contra Memphis Depay. Que no solo ellos llegan a las finales, aunque las frecuenten. Y que después de 32 años de la última final internacional no hay imposibles.

Ahora toca Cruzeiro, en Asunción.