Siendo una competición que a través de la historia ha demostrado su gusto por la promoción de talento joven, como fueron los casos de Fernando Torres, que se convirtió en capitán del Atletico Madrid a los 19 años; Ansu Fati, que a los 16 fue el jugador de menor edad en marcar en Champions League, e Iker Casillas, que a esa misma tierna edad fue recogido de su colegio para viajar con el Real Madrid a jugar en Champions; LaLiga se tardó demasiado en disfrutar el talento emocionante e inspirador del delantero del Rayo Vallecano Isi Palazón.
En parte se debe a que este cohete en una botella, diminuto y peligroso a partes iguales, estaba ocupado como jornalero agrícola cosechando melocotones, manzanas y albaricoques mientras sus colegas ya alzaban trofeos, cobraban millones de euros y se convertían en nombres reconocidos por todos.
Palazón tiene una apariencia que podría confundirse por inglesa, como tantos propietarios de villas o arrendatarios de apartamentos en la región de Murcia, llena de campos de golf y bañada por el sol, donde nació. Su estatura es de 1.70 metros si lleva tacos más largos en sus botines, lleva cabeza rapada y muestra actitud de guerrero, con propensión a tener la cara un poco colorada si en el día de partido hace un calor abrasador o si está en medio de una de sus actuaciones con el Rayo, donde aparenta hacer el trabajo de tres hombres. Es probable que esos elementos formen la primera impresión que se tenga de "Isinho".
Pero ¿qué pasa cuando lo vemos jugar? Es toda una delicia.
A pesar de su eficacia e importancia para el club madrileño con sede en el bullicioso barrio de Vallecas, de clase obrera, Isi (Isaac) Palazón es diversión pura. Su zurda talentosa es elegante y precisa en su distribución, aunque también es poderosa y explosiva cuando lanza uno de esos disparos a puerta que, francamente, no deberían ser factibles para un jugador tan compacto.
En lo que va de temporada, Palazón suma cinco goles y tres asistencias, encaminándose a acumular las mejores estadísticas creativas de su carrera. Sin embargo, Palazón es mucho más que eso para la causa del Rayo. Es un feroz quitador del balón y el centro neurálgico por el que debe fluir gran parte del juego del equipo si éste quiere atacar bien. Ejerce liderazgo expresivo y es un símbolo inspirador para la hinchada ultra leal y ruidosa: lo tiene todo. Es el paradigma del "capitán sin brazalete".
La selección de España tiene un nuevo director técnico, Luis de la Fuente, que ha sido claro en afirmar que actualmente tiene en la mira a aproximadamente 12 jugadores candidatos a vestir la camiseta de La Roja bajo su mando. Se refiere a la campaña de eliminatorias para la Eurocopa 2024 que deberá disputar ante equipos de la talla de Noruega y Escocia. Y cuando los subcampeones de la edición 2021 de la UEFA Nations League se enfrenten en junio próximo a Italia en la semifinal de la competición de este año, Palazón debe formar parte de ese debate. Eso hace aún más sorprendente el hecho de que, hace pocos años, debió ganarse la vida recurriendo a la tarea sofocante, agotadora y plagada de insectos de recoger frutas bajo el inclemente sol de Murcia para llegar a fin de mes.
Si bien este jugador de 28 años actualmente destila talento, causa grata impresión y es pieza importante de su plantilla, vale la pena mencionar que no incursionó plenamente en el mundo del fútbol profesional hasta 2019 y que debutó a los 26 en LaLiga. En ese día, el Rayo perdió 3-0 ante el Sevilla. Palazón pasó aproximadamente una hora en la cancha.
Quizás la parte más enternecedora de todo esto, aparte de que es uno de esos jugadores por los que vale la pena comprar una entrada para ver el partido, encender la televisión o la radio para seguir su actuación, es que a los 14 años estaba llamado para formar parte de la realeza del fútbol. Sin embargo, sufrió un doloroso revés tras otro, hasta alcanzar el excelso nivel del que disfruta hoy en día.
A todos nos encanta una historia de superación, ¿cierto?
Palazón era ese chico talentoso que fue extraído de su escuela y el equipo de su localidad para experimentar un vertiginoso proceso en la cantera del Real Madrid tan pronto se hizo adolescente. Una vez llegado a Valdebebas, compartió canchas con Raul de Tomas, Gonzalo Medero y Jese Rodríguez (que suman cerca de 300 partidos en LaLiga entre ellos, comparado con la media centena de encuentros ligueros disputados por Palazón). Sin embargo, fue liberado de forma sumamente brutal antes de brillar en las academias del Villarreal hasta que, eventualmente, se le informó que tampoco lo querían en el club.
Entonces, se vio obligado a volver a casa con el rabo entre las piernas. He allí, también, la razón por la cual debió asumir un duro trabajo bajo el sol de media mañana, separando delicadamente los melocotones de sus ramas sin dañar la preciosa fruta: una "experiencia de vida" que le cambió por completo y le inspiró la actitud de "a todo o nada, todos los días" que ahora ostenta.
Su lema es: "Espero cada partido con impaciencia, sin importar el rival y la cancha donde juguemos. Gane, pierda o empate, disfruto cada segundo. Antes odiaba perder: siempre me ponía de mal humor, pero ahora me duele mucho menos porque estoy consciente de lo afortunado que soy al jugar fútbol de primer nivel".
A pesar de que su fichaje y posterior rechazo por parte del Madrid sigue siendo una cicatriz que Palazón no ha podido curar del todo, sigue siendo un indicio de lo talentoso que era este dinámico jugador en su infancia. Tal como le comentó a su periódico local: "Lo recuerdo como si fuera ayer. Mi padre sacudiéndome para despertarme, mandándome a hacer mis maletas. ¡El Real Madrid me iba a probar por una semana!"
"Debo confesar que me costó mucho estar tan lejos de casa. Los primeros meses fueron brutales y lloraba después de todas las visitas de amigos y familiar. Pero entendí que debía endurecerme mentalmente. Me decía a mí mismo lo afortunado que era, que la mayoría de los niños darían su brazo derecho para estar en mi situación. Y funcionó. Me adapté y las cosas mejoraron, aunque en el fondo seguía sintiendo mucha nostalgia".
No sorprende saber que, cuando el Madrid decidió que Isi no era apto para el club, el final fuera brusco. Sin advertencias, sin preparativos: lo llamaron a una oficina y le informaron que debía recoger sus pertenencias. Solo un chico, humillado, herido y si nadie a su alrededor que lo llevara a su casa, en un trayecto de cientos de kilómetros hasta la pequeña Cieza (población: 35,000 habitantes) en Murcia. Palazón sigue calificando el proceso como "devastador".
Luego, ingresó a la academia del Villarreal, donde pasó 3 años y medio. Confiesa: "Fueron los mejores años de mi vida. La filosofía futbolística del Villarreal me ayudó a ascender táctica y técnicamente a pasos agigantados. Pero también me dejaron ir".
"A los 19 años, todo parecía ser el fin del mundo. Comienzas a cuestionarlo todo: '¿Tiene sentido seguir con esto? ¿Acaso puedo seguir jugando al fútbol?' Y las dudas comienzan a roerte por dentro".
Había vuelto a casa, el chico con gran reputación que había fracasado a juzgar por las miradas que le dirigían los escépticos lugareños. Sin dinero ni oficio, le pidió a un amigo si podía trabajar con él en la industria local de cosecha de frutas. Sin embargo, Isi no entendía del todo lo brutal (o útil) que terminaría siendo la experiencia.
Afirma: "Estaba acostumbrado a ganar un buen sueldo y de repente, me quedé sin un céntimo. Uno de mis amigos gestionaba una granja de melocotones y le pregunté si podía contratarme como peón. Pasé las mañanas recogiendo melocotones y entrenando por las tardes. Es la clase de experiencia que te enseña un poco de humildad. Me decía: "Jo... hace unas semanas estabas jugando en una de las mejores canteras de España y ¡mírate ahora!'"
"No quiero faltar el respeto a los agricultores, pero eso me abrió los ojos a un mundo totalmente distinto. En el Villarreal vivía en una burbuja de privilegio y seguridad económica que no se parecía en nada al mundo real. Ahora, trabajaba codo a codo con gente que vivía al día, partiéndose las espaldas para sobrevivir hasta fin de semana. De verdad me abrió los ojos".
"Sigo en contacto con muchos de ellos... ¡y nunca olvidare esos tiempos! Fue una lección dura, pero me cambió por completo. Me hizo mucho más centrado y decidido. Si tuviera que esforzarme al máximo todos los días y correr más rápido de lo que jamás había corrido, pues lo haría".
Y eso lo ayudó a destacarse.
Cuando Palazón fichó por el Rayo en enero de 2020, el equipo ocupaba el puesto 12 en la tabla de Segunda División. Hasta ahora, Palazón ha marcado en el playoff de ascenso, los Franjirrojos están cerca de jugar en Europa (llevan 22 años sin disputar competiciones UEFA) y el "Factor Isi" ha sido clave en las victorias del Rayo sobre Athletic Club, Real Madrid, Sevilla, Valencia y Barcelona (en dos ocasiones) en LaLiga y en su clasificación a semifinales de Copa del Rey. Un gran impacto para un jugador que tardó en brillar.
Para completar esta historia de regreso tras haber sido pieza central en esa victoria sobre el Real Madrid (el mismo equipo que lo rechazó) poco antes del Mundial, se requeriría de una victoria en Copa, una convocatoria a la selección española y una gran victoria en el fútbol europeo. Todo lo anterior sería abundante recompensa para este talentoso jugador diminuto. Si aún no han presenciado su espectáculo y esta es la primera vez que se topan con el nombre de Isi Palazón, háganse un favor: no se pierdan a este ex recolector de frutas que acaba de conquistar la madurez futbolística.