Con 17 años Lamine Yamal tiene todo para convertirse en el mejor futbolista del mundo y construir una carrera de esas que se recuerdan generación tras generación.
El futbol de Lamine Yamal no puede medirse a través de las estadísticas. Su juego invita a la apreciación, al deleite, al disfrute.
Es poseedor de una gama de recursos cual mago que inventa un truco tras otro sin que nadie sea capaz de advertir ni qué ni cómo lo hace.
Una gambeta, cambio de velocidad, un túnel para escapar de los adversarios, la finta para sembrar a otros tantos o la diagonal con el objetivo de enfilarse hacia su mejor perfil y disparar al arco. Es impredecible.
Un diamante que maduró de forma prematura amparado en un talento que no puede explicarse con palabras y que remonta al futbol más puro alejado de la táctica, la disciplina y el físico. Es rápido, hábil, atrevido y no le teme a los grandes escenarios. Nació preparado para lucir en ellos.
Hay que agradecerle a Xavi Hernández la visión y valentía para acelerar el proceso de este prodigio que no podía seguir en el anonimato de las categorías inferiores. Evidentemente le quedaban muy chicas con todo y que se trata de un adolescente que todavía lidia con la preocupación de jugar bien y los exámenes del colegio.
“Especialmente llamativo es el caso de Lamine Yamal, un chico que todavía no salió del cascarón y, desde su colosal instinto, nos está contando la verdad del futbol. Si es para confundirlo, no le enseñen nada más, por favor. Déjenlo ser”, escribió hace poco el argentino Jorge Valdano.
La joven estrella del Barcelona indicó que, por la cerrada lucha en la cima, el club azulgrana aún no piensa en que puede ganar LaLiga.
No es casualidad que los futbolistas jóvenes del Barça que emergen y deslumbran con su calidad en la cancha tienen también una educación y madurez inusual para su edad, una formación integral que les permite tener los pies bien plantados en el piso.
Lamine tiene apenas 17 años y declara como si tuviera 40 y más de 300 partidos en la espalda.
En la cancha no suele hacer aspavientos ni se enfrasca en reyertas baratas con los rivales, mucho menos discute con los árbitros ni provoca a la afición rival. Ignora los insultos y se dedica a lo suyo, jugar, que no hay otra cosa que haga mejor.
No cabe la menor duda de que este chamaco es un elegido, está tocado por una varita mágica y llamado a escribir una historia brillante en el futbol.
Es el heredero del ‘10’ que más tarde que temprano será suyo en el FC Barcelona, sin que esto implique que esté obligado a emular a otras glorias. Escribirá página por página su propia leyenda, la de Lamine Yamal, el niño genio.