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El Barcelona impone varios récords con su cuarta Copa consecutiva

BARCELONA -- El Barcelona convirtió la final de la Copa del Rey en una noche para la historia. Atribulado el ambiente alrededor del equipo desde que fuera eliminado en la Champions por la Roma y puesta en cuestión la continuidad de Ernesto Valverde en las horas previas, el equipo azulgrana aplastó al Sevilla como nadie pudo imaginar.

Desde que en 1915 el Athletic de Bilbao ganó por 5-0 al Espanyol en Irún, ninguna final de la Copa de España había terminado con este resultado. Fue una goleada para la historia, igualando la diferencia de 5 goles (6-1) que logró el Real Madrid en 1980 sobre su filial, el Castilla, para entrar en los libros del torneo.

Logró, además, el cuarto título consecutivo en este torneo que domina de manera indiscutible, la cuarta corona en cinco finales enlazadas, el cuarto trofeo al hilo que no conseguía nadie desde que lo hizo el Athletic de Bilbao entre 1930 y 1933. De una manera incuestionable. Completando el mejor partido que se recuerda.

Y fue, desde luego, la mejor medicina, la mejor inyección de autoestima, para un equipo herido en el orgullo desde aquella fatídica noche en el Estadio Olímpico de la Ciudad Eterna.

Si en media hora había sentenciado su victoria con los goles de Luis Suárez y Lionel Messi, al final de la noche redondeó su mejor partido de los últimos tiempos. Habría que remontarse varios años atrás para encontrar una versión tan bestial del Barça, cuya exhibición devolvió al plano las mejores actuaciones del equipo que dirigió en su momento Pep Guardiola, pensado para atacar sin descanso y jugar, de principio a fin, como si le fuera la vida en cada jugada.

“El mayor respeto para un rival es no rebajar nunca la intensidad”. La frase, más o menos, la dijo así Guardiola una noche copera en que su Barça destrozó en el Camp Nou al Hospitalet por 9-0 para argumentar, más allá del resultado, el que su equipo siempre fuera en busca de aumentar su victoria. Y esto es lo que hizo, ni más ni menos, el Barça de Valverde con un Sevilla tan impotente como rendido a la evidencia.

Completó la primera mitad con un 3-0 que ya daba la sensación de definitivo... Y apareció en la segunda con la misma intención. Nunca rebajó el nivel, siguió presionando, combinando, corriendo, posicionándose y convirtiendo al equipo de Montella en un juguete, incapaz de discutirle cualquier situación en el terreno de juego.

Ganó por 5-0 como pudo hacerlo por 7-0, dando la sensación de hacer el partido perfecto para conquistar su cuarto título consecutivo, lo que solo había conseguido el Madrid en 1908 y el Athletic en 1933. Fue una noche de récord, una noche para la leyenda, una noche que no se olvidará en la historia de la

Y que, para algunos, devolvió al plano la decepción de Roma. ¿Cómo pudo un equipo con este sabor a perfección ser eliminado en la Champions?