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Despedida de Iniesta coincide con conmemoración de título de Europa del Barça en 1992

Hace 26 años, tal día como el 20 de mayo, Andrés Iniesta era un crío que, todavía en Fuentealbilla, ni imaginaba lo que le depararía el futuro.

Un 20 de mayo de 1992, Johan Cruyff dirigía al Barça a coronarse en el viejo estadio de Wembley como campeón de Europa. La primera, la siempre especial, la inolvidable del zapatazo de Ronald Koeman que hizo explotar a una hinchada que se sacudió, de golpe, todas sus desgracias históricas de encima.

La casualidad quiso que Iniesta fuera a vivir su última noche como azulgrana envuelto en una catarata de sensaciones en esta legendaria fecha y que a cada año que pasa, devuelve al plano a Koeman, Guardiola, Laudrup, Stoichkov, Ferrer, Goiko, Julio Salinas y todos aquellos futbolistas que conquistaron la eternidad en la capital británica.

El Barça de 2018 se asemeja en poco, apenas nada, a aquél de 1992 que rompió el maleficio. Este es un Barça campeón, tanto, que hasta un doblete provoca cierta desazón y decepción en algunos que contemplan con temor la posibilidad de que el Real Madrid conquiste la Champions en Kiev.

Los títulos hoy se descuentan de tal manera que se disfrutan con tanto énfasis como fecha de caducidad y entre todo ello, figuras como la de Iniesta se convierten en eternas por lo que significan por sí mismas. Como lo fueron Víctor Valdés, Puyol o Xavi antes que él y como lo será, cuando eso ocurra, Lionel Messi.

Con Iniesta se enlazó una era trágica con el renacer del club a través de la pelota y el Barça pasó de ser un club enganchado a los beneficios o el ladrillo a ser conocido por la pelota.

Aquél “si tenemos la pelota nosotros, ellos no nos pueden marcar un gol” que un día dijo Johan Cruyff, acabó por convertirse en la mejor razón de ser en el Camp Nou y el genio de Fuentealbilla tuvo mucho, muchísimo, que decir en todo ello.

Veintiséis años después de coronarse el Barça de Cruyff en Wembley, el Barça de Messi despidió con todos los honores a Andrés Iniesta, el infinito Iniesta que acabó por convertirse en el mejor de sus escuderos, el futbolista que dio razón de ser al futbol-control de Xavi, que supo interpretar la inteligencia de Busquets y acompañar al número uno.

Iniesta ofreció su última obra de arte como azulgrana y el Camp Nou supo agradecérselo y despedirlo como merecía. No fue un partido épico, ni brillante, pero fue el partido de Iniesta, quien dijo adiós después de 674 apariciones con una camiseta que ya forma parte de sí mismo.

Se presentó, humilde, el 29 de octubre de 2002 en Bélgica, a las órdenes de Louis van Gaal y ganando el Barça al Brujas por 1-0 con gol de Riquelme. Al cabo de 5 mil 683 días y ante la Real Sociedad, Iniesta dijo adiós con grandeza.

Se acaba una era. Empieza una leyenda.