Fútbol Americano
Graham Hunter 5y

Barcelona está perdiendo la ideología que los hace únicos

Veintiséis goles, seis tarjetas rojas, innumerables disparos y remates de cabeza al palo, los tres clubes ascendidos sumaron puntos, ninguno de ellos fue derrotado, y Real Madrid está arriba de Barcelona en La Liga por primera vez en varios cientos de días. Ah, y muchísimo VAR. La Liga está de vuelta y reboza de alegría de vivir con una sonrisa traviesa en el rostro y dándose aires tras una gran fiesta el fin de semana.

Pero incluso después de las fiestas más salvajes debemos hacer lo que generaciones de fiesteros han tenido que hacer cuando la vuelta de la semana laboral trae investigaciones, desconcierto y acuciantes preocupaciones. Tenemos que hablar de lo que sucedió el viernes por la noche, y no solamente porque los campeones perdieron de forma calamitosa contra un Athletic brutalmente intenso y trabajador, que convirtió un gol que seguramente seguirá compitiendo por el mejor de la temporada en mayo.

No.

En su entrevista posterior al partido en San Mamés, Gerard Piqué analizó con detenimiento por qué y cómo Barcelona perdió su primer partido de la temporada de La Liga por primera vez en 11 años. Pero discrepo con uno de sus puntos fundamentales. Piqué habló bien y señaló que la enorme presión, el caldero de las expectativas y la intensidad del deseo de consagrarse campeones eran precisamente lo que él y el equipo que ha ganado ocho de los últimos 11 títulos de La Liga esperaban encontrar.

"No fuimos nosotros los mismos. Nos superaron físicamente". Hasta ahí todo bien. Buen resumen. También señaló: "Es mejor pasar por este tipo de experiencias ahora y aprender de ellas que hacerlo al final de la temporada". De acuerdo.

Con una expresión muy acertada sintetizó perfectamente el patrón de los 90 minutos, por si te perdiste la derrota por 1-0 -- lograda gracias a un momento de genialidad acrobática de Aritz Aduriz, que combinó la elegancia aérea de los trapecistas, las agallas de David vs. Goliat, y la tremenda potencia de golpe de un joven Mike Tyson. Piqué sostuvo que si Barcelona no está afilado y juega, piensa o reacciona bajo par, entonces cualquier otro club de La Liga puede "pintarle la cara". Quiso decir que, si bajan un poco el nivel, aunque sea en un grado minúsculo, cualquier otro equipo es capaz de humillarlo y darle una paliza.

La expresión en sí misma, tomada en su sentido literal, ayuda a contar la historia de Piqué. Seguramente has estado en alguna fiesta en la que alguien ebrio se queda dormido en un sillón y alguien le pinta un bigote con un marcador indeleble. Pintar la cara del bobo o del dormido para humillarlo es algo universal.

En el caso de Piqué... Básicamente dio a entender quién era el pintado. El objeto de su ira fue Ousmane Dembélé, quien se perderá cinco semanas por una distensión en los músculos isquiotibiales.

Cuando Athletic ataca por la izquierda, Jordi Alba se deja engañar por Raúl García y pierde un tercio de metro contra el astuto luchador, y García recibe la pelota para jugar una pared con Ander Capa, quien le pasó la pelota en primer lugar. Capa deja atrás a Dembélé -- fuerza irresistible y objeto inmóvil. Y cuando Capa mete un centro perfecto, ahí está Aduriz, a quien Nelson Semedo le había dado un metro y medio de más.

La leyenda vasca de 38 años, cuyo nombre fue cantado de manera incesante por los fieles de San Mamés desde que entró a la cancha 90 segundos antes, levita trascendentalmente y patea con el pie derecho. La pelota cruza el área en diagonal y entra en el segundo palo del arco de Marc-Andre ter Stegen.

Genialidad pura y sublime. Y una gran historia.

Sin embargo, Piqué señaló acertadamente que cuando Alba corrió para intentar cortar el pase de Raúl García, dejó a Dembélé con más responsabilidad. Su reacción ingenua fue mala, pero ese no es el problema. Piqué, hablando con seriedad del tema como capitán, y, como un auténtico competidor, dispuesto a reconocer que su equipo había sido superado, señaló que "los detalles marcan la diferencia entre ganar y perder, y un solo detalle, la pared tras el saque de manos a los 88 minutos... y eso es todo, nos vamos a casa vencidos".

Bueno, aquí no estoy de acuerdo. Dembélé falló. Fue clave en el gol. Eso es cierto. Pero el gol se dio por un muy mal uso de la posesión, algo por lo que Barcelona era --y es-- famoso.

Déjame explicar.

Con el partido 0-0 y a dos minutos, 13 segundos de cumplirse los 90, Ter Stegen tenía la pelota en sus pies. Hay una presión organizada, pero no sofocante, de Athletic. Un pase a Clément Lenglet está impedido por Aduriz, quien gradualmente se aleja de su marca y trota hacia el arquero alemán. El pase por el medio a Ivan Rakitic --o incluso Rafinha, quien se desplaza hacia atrás para sumar opciones-- está anulado eficazmente por Dani García y Oihan Sancet, quien debuta en Athletic con 19 años y de quien espero grandes cosas.

Pero Ter Stegen tiene a Piqué y a Semedo disponibles por la derecha. No los cerraron bien. Lo más evidente sería construir desde atrás, a través de ellos, y mantener la posesión o atacar luego.

En cambio, le envía una pelota larga a un Alba relativamente bien marcado arriba y sobre la banda izquierda. El esfuerzo es apático, con la clase de atención al detalle que verías en una entrada en calor, e incluso entonces recibiría burlas de sus compañeros por el intento. La pelota pasa por arriba de la cabeza de Alba y sale, para dar lugar al saque de manos que resultará en el gol del triunfo, 28 segundos después de que Ter Stegen regala la posesión innecesariamente.

Tienen la pelota, no se encuentran bajo una presión asfixiante, el partido casi ha terminado, tienen un punto... y echan todo por la borda con el aire despreocupado que un millonario que deja caer un billete de 100 euros en la calle porque total tiene más.

Si Dembélé mereció un tirón de oreja de Piqué, ¿por qué no el alemán? Si Ter Stegen hubiera hecho el pase correcto, evidente e inteligente, Barcelona probablemente se habría ido de San Mamés con un empate, y quizá con un triunfo fortuito. Su culpabilidad es ineludible, más que la de Dembélé.

Pero la intención de esta columna no es discutir con Piqué porque sí, ni ser excesivamente crítico con Ter Stegen, quien siempre saca de apuros a Barça y sin lugar a dudas es uno de los mejores arqueros del mundo. Además de ser uno de sus competidores más aguerridos.

No sólo esta mezcla desconcertante de toma de decisiones y técnicas desprolijas terminó en derrota, sino que además ha sido simbólica, pensé, en doble sentido. Por un lado, en vez de conservar la posesión, la perdieron en un momento en el que tu mente tiene que estar tomando decisiones de porcentajes. Que la campaña europea de Barcelona haya llegado a un final espectacularmente estruendoso – que parece haber sido no más de una o dos semanas atrás – debido a la falta de atención en las jugadas de pelota parada no parece haber sido algo registrado por este equipo.

Ter Stegen le regaló a Athletic esa situación de pelota parada, y al igual que en Anfield, cuando Trent Alexander-Arnold alimentó a Divock Origi desde el ángulo, todos los hombres clave de Barcelona perdieron la concentración por un segundo. Alba, Dembélé y Semedo se quedaron esperando – quizá no tanto de manera individual, pero sí de manera acumulativa para que Athletic se quede con los tres puntos.

¿Cuánto tiempo hace que la posesión reinaba en Barça? No "reinaba" en el sentido de alabarla y rendir tributo, sino en el sentido de que nunca se la cedía por nada a cambio… Hace mucho tiempo.

En segundo lugar, la decisión de Ter Stegen de hacer un innecesario fútbol de alto riesgo y vistoso con 132 segundos de tiempo reglamentario restante, llegó cuando Ernesto Valverde ya había dictaminado que Sergio Busquets – en principio el emperador del "toma la pelota, pasa la pelota" (parafraseando a Pep Guardiola) – debía salir porque se había convertido en un jugador propenso a verse superado bajo presión y de esa manera cedía la pelota.

Los grandes cambios no siempre llegan de manera explosiva. De hecho, se van produciendo de manera incrementada. El viernes se pudo sentir que era mensurable.

Pero es la Semana 1. Es un pronto para juzgar a un escuadrón con nuevas incorporaciones que además se vio crudamente expuesto a esta apasionada prueba por una Junta Directiva que pensó que era buena idea llevar al equipo de Valverde a los Estados Unidos los últimos diez días antes de que arrancase La Liga… una locura.

Pero diría que Barcelona no sólo está perdiendo la concentración dentro de la cancha, sino que además están perdiendo el respeto por la posesión y la ideología detrás de eso de manera insidiosa.

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