<
>

Oscar García, el eterno candidato a dirigir el Barcelona, tiene fuerte examen en Camp Nou

EFE / Salvador Sas

BARCELONA -- A Oscar García le afeó Sandro Rosell en 2011 y no le convenció Josep Maria Bartomeu en 2015. Considerado en amplios círculos alrededor del FC Barcelona como el entrenador más similar a Pep Guardiola y tan o más visceral que el hoy técnico del Manchester City en su seguimiento de la doctrina cruyffista, este sábado se estrenará en el banquillo del Camp Nou… Pero como rival.

“No es el mejor lugar para empezar”, reconoció el último miércoles durante su presentación como nuevo entrenador del Celta, club que ya lo quiso en varias oportunidades durante el pasado y con el que se ha comprometido hasta final de curso. ¿Un simple apagafuegos? “Cuando acabe la temporada ya veremos qué piensa el club y qué pienso yo, porque a mí no me gusta cobrar sin trabajar”, explicó como argumento de firmar un contrato de apenas siete meses cuando probablemente habría podido arrancar uno más prolongado.

Oscar es un tipo extraño en el fútbol profesional de alto nivel. Culé de cuna y futbolista de excelente calidad que no llegó a triunfar plenamente de azulgrana, el nuevo entrenador del Celta se marchó cabreado del Barça en la primavera de 2012, meses después de conquistar al mando del equipo juvenil un triplete histórico (Liga, Copa y Youth League) porque el entonces presidente Sandro Rosell le dio las riendas del Barcelona B a Eusebio Sacristán cuando su nombre gozaba de unanimidad alrededor del club como sustituto de Luis Enrique, que había dejado el filial para dirigir a la Roma.

Casi tres años después, en enero de 2015 y en plena crisis, Josep Maria Bartomeu le llamó para ofrecerle la dirección deportiva del Barça como sustituto del cesado Andoni Zubizarreta y entendiendo que en cualquier momento podría sustituir a un Luis Enrique muy cuestionado en el banquillo. La oferta era firme, el salario no era cualquier cosa y el regreso a casa tentador… Pero lo rechazó, entendiendo que no era el momento adecuado.

Después, cuando anunció su marcha Luis Enrique, en la primavera de 2017, su nombre estuvo entre los candidatos a sucederle. Y volvió a aparecer durante la pasada temporada cuando se especuló con un posible cese de Valverde. Siempre Oscar en el plano, su ADN barcelonista y su indiscutible seguimiento del cruyffismo le colocan alrededor de un Barça ante el que pasará, este sábado, un primer y nada sencillo examen.

DUEÑO DE SU DESTINO
“Las cosas siempre pasan por alguna razón… Pero nunca he querido darle vueltas a aquello”, explicó al referirse a su salida del club en 2012, ya convertido en una personalidad en Israel, reclutado por Jordi Cruyff para convertir al Maccabi de Tel Aviv en campeón de Liga tras diez años de sequía.

Habiendo firmado por una temporada, en el verano de 2013 solventó abandonar Israel y aventurarse en la Segunda División inglesa, sustituyendo a Gustavo Poyet en el Brighton. Completó un curso notable superando no pocas vicisitudes, ya fuera en forma de lesiones o de desencuentros con el dueño del club, que le prometió fichajes que nunca se consumaron, para clasificarse para la disputa del playoff de ascenso a la Premier en el último minuto de la última jornada, con un gol milagroso de Leo Ulloa en Nottingham… Pero para entonces ya había decidido dejar el club.

Cayó en el playoff frente al Derby County y dimitió, con gran pesar de una hinchada local entregada a su apuesta futbolística, para volver al Maccabi, en el que permaneció apenas dos meses por el conflicto bélico que en aquel momento asolaba la región y firmó por el Watford, al que solo dirigió durante dos meses, decidiendo dimitir por una enfermedad y aunque Giampaolo Pozzo, dueño del club, le ofrecía el tiempo necesario para recuperarse.

Tras un año apartado del banquillo, en diciembre de 2015 fichó por el Salzburgo austriaco… Club que abandonó, también por deseo propio, en la primavera de 2017 tras conquistar el doblete nacional en dos temporadas consecutivas y duró solo tres meses en el Saint-Etienne francés, dimitiendo tras un doloroso 0-5 frente al Olympique de Lyon por sus discrepancias con el dueño del club y dejando al equipo en sexta plaza del campeonato.

“Las cosas me gustan a mi manera. Entiendo y acepto las directrices del club, siempre que vayamos en la misma dirección, pero cuando veo que no hay entendimiento considero justo marcharme”, repitió como argumento en aquel momento… Y lo mismo que pasó en Grecia, manteniéndose al frente del Olympiakos apenas tres meses, entre enero y abril de 2018 antes de irse, enfrentado al presidente.

“No tengo prisa por entrenar, pero quiero entrenar. Solo espero el momento y lugar adecuado, estar convencido”, explicó en diversas ocasiones durante este último año y medio, cuando se convirtió en uno de los analistas televisivos más reputados en Movistar. Hasta que el presidente del Celta logró convencerle.

CRUYFFISMO Y BARCELONISMO
Oscar es un enfermo del fútbol. En toda la extensión de la palabra. Mira partidos por convicción y porque “hay que estar al tanto de todo” con un convencimiento que le transmitió desde muy joven Johan Cruyff, quien le ascendió al primer equipo del Barça y a quien guarda un recuerdo reverencial, tanto en el plano deportivo como personal.

“Aprendí todo lo que sé de él”, suele recordar, tanto como futbolista como, después, como su ayudante que fue en la selección catalana, proclamando que el holandés “siempre tenía una razón para las cosas. Y siempre te obligaba a pensar por ti mismo”.

Cercano al holandés hasta los últimos días de su vida, Oscar nunca ha ocultado un sentimiento barcelonista que, advierte, le obliga a mantener una absoluta discreción al referirse al club azulgrana, no significándose nunca cuando su nombre se relaciona con el banquillo.

Ahora su figura, indiscutiblemente, estará en el escenario. Siete meses de examen continuado en Vigo para seguir de primera mano sus opciones de hacerse con el banquillo del Camp Nou… Pero como local. Este sábado lo hará por primera vez, pero enfrentado al club de su vida.