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Gareth Bale consigue impunidad absoluta en el Real Madrid, incluso de la afición

Hasta ahora a Gareth Bale le defendía el club, el entrenador y hasta sus compañeros en el Real Madrid. Incluso tras la polémica de la semana pasada, en la que el galés celebró la clasificación de su selección nacional a la Euro 2020 con una bandera que decía: “Gales. Golf. Madrid. En ese orden”, todos los estamentos de su club cerraron filas a su alrededor, recordando lo gran jugador que es, lo importante que puede llegar a ser su fútbol para el Real Madrid y restando importancia al incidente de la bandera.

Lo que no estaba tan claro era la recepción que tendría el 11 madridista al volver a vestir la camiseta de su club en el Santiago Bernabéu. Hacía más de un mes y medio que Bale no disputaba un solo minuto con su equipo, periodo en el que ni siquiera había entrenado con el grupo alegando unas molestias físicas que desaparecieron en cuanto llegó la convocatoria con Gales.

Las dudas se disiparon en el minuto 58 del partido ante la Real Sociedad, cuando Zinedine Zidane decidió dar entrada a Gareth Bale en sustitución de Rodrygo Goes. El Bernabéu dedicó una sonora ovación al brasileño, a pesar de que tuvo un partido de lo más discreto, pero a renglón seguido pasó a regalar una de las pitadas más sonoras que se recuerde a un jugador de la casa en este estadio.

Tras el partido Zidane diría que todos los grandes futbolistas merengues han pasado por algo similar en sus carreras. No iba mal encaminado, pues es cierto que a él, a Cristiano Ronaldo, a Raúl e incluso a Iker Casillas, en algún momento, les pitaron en el Bernabéu, pero en ninguna de esas ocasiones el ruido fue tan ensordecedor como en ésta en la que el protagonista era el cuestionado galés.

Ante tal coyuntura, en la cual cada balón que le llegaba a Bale era recibido entre pitos, al atacante madridista sólo le quedó enfocarse en jugar al fútbol. Y lo cierto es que eso --cuando quiere-- lo hace muy bien.

Pocas veces se ha visto a Bale con tantas ganas de agradar como en los 35 minutos que le regaló Zidane contra la Real Sociedad. El 11 merengue regaló esfuerzo, se desmarcó constantemente por la banda derecha, dejó un centro magistral para que Karim Benzema asistiera a Luka Modric en el tercer gol del equipo, y hasta firmó una jugada personal dentro del área en la cual se llevó a toda la defensa Txuri-urdin con un gran movimiento de cadera y disparó por debajo de las piernas de Remiro para luego ver pasearse la pelota por la línea de gol sin llegar a entrar por centímetros.

De repente, un gran sector del estadio dedicó aplausos al jugador, por lo que el castigo acabó durando poco menos de 25 minutos. Al final, parece que Zidane tenía razón al asegurar que alrededor de este episodio se había hecho demasiado ruido y que para ellos nada de esto importaba si Bale volvía en buenas condiciones y acababa siendo decisivo para el equipo.

Por lo visto ni siquiera la afición, tan comprometida siempre con temas que afectan al orgullo por el escudo y el amor a los colores de unos jugadores que ganan millonadas por ejercer su profesión en el Real Madrid, puede mantenerle el veto a un jugador que ya ha demostrado, una y otra vez, que está por encima del bien y del mal en Concha Espina.

Con Bale no importa que declare que prefiere jugar con su selección que con su club, que se pierda un mes entero de trabajo por una lesión que los médicos no son capaces de diagnosticar, o que se celebre la clasificación de Gales a la Euro burlándose del Real Madrid. 20 minutos de buen fútbol y el estadio vuelve estar rendido a sus pies. Existe una impunidad total para él desde todas las esferas de la entidad, incluida la más importante y crítica: La del público que acude los domingos al Bernabéu.