<
>

Cartas desde Barcelona: La hecatombe y las trincheras

BARCELONA -- Antoine Griezmann, desaparecido en combate durante más de una hora, salvó los muebles al Barcelona en Ibiza. De Jong se limitó a dar una asistencia de gol (el primero); Riqui Puig y Carles Pérez pasaron como dos fantasmas por el campo; Sergi Roberto, Lenglet, Semedo, Junior Firpo o Rakitic transitaron entre la mediocridad. Apenas la verticalidad y desborde de Ansu Fati en la segunda parte se salvó del desastre azulgrana en una noche para olvidar. Y que merecería ser olvidada lo más rápidamente posible para la buena salud del equipo. Y del club.

No puede pasarse por alto que el Barça del miércoles fue una calamidad y no pasa nada por apuntarlo. Ningún medio ahorró crítica al juego del grupo de Setién, quien en la propia sala de prensa convino sin aspavientos que su equipo “no me ha gustado nada”, sin entrar en más excusas e intentando, con lógica, cerrar el capítulo con urgencia.

El Barcelona bordeó el ridículo ante un rival de 2ªB... Tal como le ocurrió al Real Madrid en Salamanca, como lo rozó Osasuna en Huelva, el Granada en Badalona o lo temió el Valencia en Logroño. Mallorca y Valladolid cayeron ante rivales de 2ª y el Athletic sobrevivió en la tanda de penaltis. La Copa es esto, el “partido trampa” al que se refirió en la previa el entrenador del Barça en el que habiendo poco a ganar hay mucho a perder a nivel mediático. Pero de ahí a convertirlo todo en una hecatombe media un abismo.

Ni Riqui Puig merece la lapidación ni Quique Setién la burla. En este juego de extremos, donde solo existe el 10 o el 0 sin un término medio, el joven canterano malvive en el foco sin remedio. Quien no se conforme con admitir que es, hoy por hoy, un soberbio pelotero y le quiera elevar ya a la categoría de estrella aprovechará un simple pase, conducción, robo o gol para bramar que debe ser, sí o sí, intocable en el Barça; quien mantenga que no está preparado para serlo aprovechará cualquier resbalón como el sufrido en Ibiza para descalificarlo. Y entre ello, quien simplemente pueda elogiar o criticar en base a lo que haga en un partido concreto queda en irremediable fuera de juego. Alrededor del Barça hay que estar en una trinchera. Siempre.

¿Setién? El entrenador ha llegado al Camp Nou con un plan innegociable y, vistos sus dos primeros partidos, parece dispuesto a, como anunció el día de su presentación, “morir fiel a mis ideas”. Ha cambiado hábitos y juego respecto al pasado inmediato y sin entrar en comparaciones siempre injustas (tanto para él como para Valverde), merece un punto de confianza. Si eso no quita que se pueda acentuar el mal juego de su equipo en un partido concreto, tampoco debe evitar que disfrute de un periodo de gracia.

Es lícito considerar que el Barcelona hizo el ridículo en Ibiza. Pero no lo parece tanto hablar de hecatombes y menos aún instalarse en las trincheras para defender lo indefendible o destrozarlo todo sin más. Ya habrá tiempo para ello porque en el Barça siempre hay tiempo para todo.