Fútbol Americano
Graham Hunter 4y

Lionel Messi parece cansado en Barcelona. ¿Cómo podrán hacer el equipo y el astro para dar vuelta las cosas?

Hemos llegado a una etapa en la que nadie, realmente nadie, podría quejarse si Lionel Messi se estuviese preparando para dejar Barcelona sin tener que pagar la transferencia en el verano. En su contrato figura que puede hacerlo. Supongo que esa situación ha sido negociada en el caso de un escenario como este, y si bien siempre ha dicho que se quiere quedar y conquistar en el Camp Nou, sería entendible que en este momento esté cambiando de parecer.

En sus últimos dos partidos, Barcelona apenas ha sido un equipo competitivo. Apenas pudieron superar al equipo de Ibiza en la tercera división en la copa y después permitieron que un inicialmente tímido escuadrón de Valencia, sin su mejor jugador (el capitán suspendido, Dani Parejo) y con su segundo mejor jugador (Rodrigo) en la banca, los supere de manera tan radical que el marcador final tranquilamente podría haber sido 4-0.

Los Che han estado en medio de una racha abismal y, la semana pasada, se vieron completamente humillados por el equipo en peligro de ir al descenso, Mallorca. Pero, de todas maneras, desarmaron a Barcelona.

Messi cumplirá 33 años en junio. El tiempo ya no está de su lado. Y desde noviembre, tal como ya lo he comentado aquí, él ha estado jugando desencantado o sin la creencia de que Barça esté yendo en la dirección acertada. Esto es algo que le está comenzando a costar caro a él y a su equipo.

Sus momentos más radiantes – pantallazos contra Madrid, un hat-trick contra Mallorca, el gol ganador en el debut de local de Quique Setien, otro gol contra Alaves y Atleti – han sido superados ampliamente por su apariencia cansada, su reacción lenta ante una pelota perdida, sus elecciones pobres que terminaron en robos de sus rivales y, tal como fue el caso en los 30 segundos antes de que Valencia quedara adelante por 1-0, su falta de control sobre la pelota.

Paremos por un momento. Comprendo plenamente la seriedad de lo que estoy planteando: ¿Messi lento? ¿Qué es fácil quitarle la posesión a Messi? ¿Messi con falta de control sobre la pelota? Bueno, esos son hechos indiscutibles que han estado sucediendo durante los últimos dos meses. Messi parece estar como la primera vez que lo vi, jugando con el equipo B de Barça en 2004: un poco lento, un poco taciturno y sin dudas lejos de estar en el máximo de su potencial. Después, su capitán me dijo que Messi estaba molesto ese día, que no le gustaba que lo pusieran en la izquierda en una formación 4-2-3-1 y con la convicción de que ya era hora de estar jugando en el primer equipo. Y se notó.

Volvamos al presente, y eso es algo que vemos hoy. Lo que es peor es que fuera de forma y por momentos irreconocible, Messi sigue siendo por momentos el jugador más amenazante de Barcelona.

Ahora quiero ser el primero en admitirlo: las performances flojas que hemos estado viendo desde noviembre y la demolición de Borussia Dortmund puede que tengan su razón, en parte, física. Messi tuvo una pretemporada complicada y puede que esté en medio de una caída física como resultado. Eso, combinado con la ausencia de su socio favorito, Luis Suárez, quizá lo hayan perjudicado, pero esas excusas no parecen suficientes. Por ejemplo, mientras que Barcelona estaba teniendo problemas en toda la cancha de Mestalla el sábado, Messi fue parte del problema, no de la solución.

Todos tienen derecho a tener una mala racha, pero Messi es esencial para el bienestar de su equipo y en estos momentos, la mala racha es tal y se ha extendido por tanto tiempo que ya no es mera coincidencia. Pero ahora, piensen en el momento en que Arturo Vidal entró 10 minutos después del descanso en Valencia.

Fue una sustitución que Setien podría haber hecho 20 minutos después iniciado el primer tiempo y de todas maneras no hubiese sido visto como un visionario. De hecho, hacer que Vidal arrancara de titular parecía algo obvio de cara al partido. Esta versión de Barcelona no se puede arreglar sin él, pero quizá el entrenador cantábrico no haya estado en Barcelona el tiempo suficiente como para tomar las decisiones acertadas con la rapidez necesaria. Independientemente de cual sea el problema, es mejor que Setien tenga presente que el tiempo no es tu amigo en el Camp Nou.

¿Qué sucede con Vidal? Bueno, con la ausencia de Suárez, el chileno es el jugador talismán de Messi. Con Vidal dentro de la cancha, Messi se despertó. Hizo jugadas inteligentes, sus pases fueron más precisos, enlazó con Vidal y hasta que Barcelona quedó pasmado con el segundo y decisivo gol, el partido se puso interesante y equilibrado.

Ver a Messi en ese período fue como ver a Popeye, pálido y frágil antes de comer la espinaca y a partir de allí convertirse en un hombre imparable. Vidal es un futbolista inteligente, un líder y un ganador. Entre ellos hay un entendimiento nato, los dos saben perfectamente qué es lo que quieren hacer dentro de la cancha. El renacer de Messi cuando su socio entró en la cachan sugiere que su mala forma tiene una razón más psicológica y emocional que física. Pasó de estar rendido a mostrar una actitud dando a entender que podía ganar.

Lo que es absolutamente vital acerca de Vidal explica la razón por la que Messi está comenzando a verse bajonado cuando, hasta ahora, parecía que iba a poder disfrutar de los últimos años de su carrera.

Vidal es un competidor brutal y absoluto. Si le das más trofeos, se sentirá más sediento de victorias. Si le pones obstáculos, tratará de encontrar la manera de sortearlos. Él y Suárez comparten esa actitud de no te metas conmigo porque encontrarás mi mejor versión, al estilo de Carles Puyol. Dani Alves está hecho de esa actitud, Pedro también, la carrea de David Villa se construyó así. Javier Mascherano es la representación viva de esa actitud.

Seydou Keita, Samuel Eto'o, Pep Guardiola, Thierry Henry, José Pinto, Eric Abidal, Víctor Valdés: todos iguales. Xavi y Andrés Iniesta también son muy competitivos pero esa sed de victoria quedaba escondida detrás de su elegancia técnica y su genialidad.

Durante toda su carrera en Barcelona, con la posible excepción de 2007-08, Messi ha existido en un ecosistema en el que trabajo diario ha sido fundamental para la performance del fin de semana. Ha estado rodeado de gente que, como él, ha sido bendecida con talento y unas ganas feroces de ganar, dispuestos a hacer todo lo necesario para alcanzar la victoria. Compañeros absolutamente competitivos, imparables, dispuestos a sacrificarlo todo para alcanzar el máximo nivel y permanecer allí.

Hasta ahora.

La competitividad está presente, pero la manera de lograr ser competitivos no es la misma. Una vez que el óxido aparece, hay que trabajar duro para quitarlo. Piqué sigue arriba, Sergio Busquets vive por eso -- Jordi Alba, Ivan Rakitic y Marc-Andre ter Stegen, también. Pero los tres anteriores han sido en parte responsables de querer dictar la intensidad de la competitividad sobre una base diaria. Piqué ha mantenido las hordas a raya durante la mayor parte de las últimas dos temporadas, mientras que las formas de Busquets y Alba han estado palideciendo. Si Messi es el César, su Guardia Pretoriana se está cayendo a pedazos.

Se ha desarrollado un clima, con la idea entre los escalones más altos del equipo, de que tienen tanto talento, tanto conocimiento y tanta personalidad que el trabajo duro y la intensidad que han hecho de Barcelona el equipo más despiadado de los últimos 15 años, ya no son tan vitales.

Sin dudas, Messi también ha sido parte de esa atmósfera. Ha sido imposible que él, consciente o inconscientemente, no lo haya sido. Pero la vida es injusta.

Sea en parte culpable o no por el ambiente de entrenamiento que alcanzó para mantener al equipo encaminado, pero que no lo hizo lo suficientemente temible como para correr a la par de Roma, PSG, Juventus, Liverpool... y ahora Athletic, Levante, Granada o Valencia, tiene derecho a estar harto de lo que ve a su alrededor. Desde el punto de vista familiar o deportivo, no desea desarraigarse y mudarse a París o Manchester, pero el tiempo corre. Las posibilidades que le quedan de tener "grandes" temporadas (quizá dos más, tres, como mucho) bien podrían estar atadas al tiempo que le lleve a FC Barcelona solucionar sus problemas actuales.

Me dicen, y yo también creo, que Barcelona hará todo lo posible por intentar, como corresponde esta vez, repatriar a Neymar este verano. ¿Messi estará haciendo tiempo hasta entonces? ¿Le convendría irse, gratuitamente, a PSG (y ganar una suma astronómica porque el club no tendría que pagar el pase) y juntarse de esa manera con su amigo brasileño? ¿Él y Guardiola estarían contentos de compartir la última temporada (o dos) del catalán en Manchester City en un intento de dominar Inglaterra y Europa juntos antes de que Messi se vaya a Rosario para retirarse con su querido Newell's Old Boys?

Son preguntas que sólo él puede responder, pero en este momento creo que está jugando como un hombre que considera que su equipo no tiene equilibrio, que las personas a cargo no han hecho un buen trabajo de construir un club ganador en bastante tiempo, y está jugando como alguien que no está seguro de si seguir o si cambiar.

Seguir significa tolerar el resto de las ignominias europeas (o nacionales) que se presenten en lo que queda de la temporada, rezando para que el nuevo entrenador tenga algunas respuestas, y juntarse con Neymar en el verano. Y cambiar significa poner la filigrana en lo que ha sido una carrera celestial con un par de temporadas brillantes de despedida en PSG o Manchester City, y luego Inter Miami o Newell's Old Boys.

Con sinceridad, si fuéramos tú o yo, probablemente cambiaríamos.

Si existe una deuda moral o espiritual, es de Barcelona para con Messi, y no al revés. Él ha recompensado a su club muy por encima de lo que éste hizo por él. Pero Messi es Messi, siempre individualista y esquivo, y lo que podemos hacer por ahora es sacar conclusiones a partir de su lenguaje corporal, su nivel, y sus enigmáticas palabras y señales de humo.

¿Qué harías tu?

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