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Lionel Messi vuelve a rescatar al Barcelona en otra crisis

BARCELONA -- Dijo una vez Joan Gaspart, considerado por muchos el peor presidente de la historia del Barcelona, que si hubiera tenido a Lionel Messi durante su mandato “aún estaría en el cargo”. Afirmación palmaria, quizá exagerada, no es incierto, al contrario, que bajo el manto de Messi el palco del Camp Nou vive mejor.

Leo Messi, en compañía de Pep Guardiola y a los mandos de un equipo irrepetible, convirtió la agonía de Joan Laporta en éxtasis entre 2008 y 2010; después mantuvo con sus goles y su juego la calma de Sandro Rosell hasta que el escándalo del fichaje de Neymar ya no pudo ser ocultado por más tiempo, y más tarde, en 2015, salvó una crisis provocada por él mismo y que amenazaba con llevarse por delante a Bartomeu. Triplete, elecciones, reelección y a otra cosa.

Gracias, Messi. Es una frase, simple, corta y clara, que resume el Barça de la última década. O casi ya de los últimos quince años. Desde su eclosión al abrazo de Ronaldinho y desde que tomó el liderato del brasileño de la sonrisa eterna, Messi ha mantenido, y mantiene, a un club en el que las crisis institucionales no son ya como en el pasado.

El Camp Nou, en 1996, se poblaba de pancartas, medio centenar al menos, pidiendo la dimisión del entonces presidente Núñez en respuesta al despido de Johan Cruyff. El Camp Nou, en la década de los 80 del pasado siglo, se llenaba de pañuelos, por miles, para protestar contra el mismo mandatario. Y antes eran los ya olvidados cojines que se repartían entre los hinchas, a precios módicos, y que volaban hacia el terreno de juego en señal de desaprobación. Ya fuera para el equipo o para el presidente de turno.

Todo eso ha pasado a la historia. Pero aunque hoy las protestas se gestionan a través de las redes sociales y en este mundo tan globalizado cualquiera puede tener su voz para aplaudir, animar, descalificar y hasta insultar desde el anonimato o a cara descubierta convirtiéndose, o pretendiéndolo, en alguien a seguir, el estadio sigue siendo el templo en el que se acaba descubriendo la realidad del barcelonismo.

La realidad, hoy, es que Bartomeu está tan tocado, tan contra las cuerdas, tan discutido, que el poker de Messi al Eibar le tuvo que saber a gloria a un presidente cuya permanencia en el palco más allá de final de temporada empieza a estar en duda.

Messi, por activa y por pasiva, es la verdadera razón.