Fútbol Americano
Gabriiele Marcotti | ESPN FC 4y

El aplazamiento de la Eurocopa 2020 ofrece un consuelo en tiempos difíciles

Tenía previsto que este viernes me encontraría en Roma, cubriendo el partido inaugural de la Eurocopa 2020, viendo a la selección de Italia enfrentándose al combinado de Turquía. Quizás ustedes también estarían allá; o probablemente habrían viajado a Bakú, Azerbaiyán, para ver el partido entre Suiza y Gales; o en Copenhagen, presenciando el cotejo Dinamarca-Finlandia. O quizás, como lo haría la mayoría, estarían frente al televisor, prestos a participar del más delicioso de los rituales veraniegos: una gran competición futbolística.

No hay nada similar. Las ligas terminan y, dependiendo cómo le va al equipo de nuestros amores, extendemos nuestros ánimos o nos aferramos a una segunda oportunidad de alcanzar la gloria, transfiriendo nuestra pasión y adrenalina a la competición internacional. Si el último boleto de lotería que compramos sale favorecido, nos jactamos de nuestra suerte, porque estamos de buena racha. Si no es así, sentimos ansias por una nueva oportunidad.

Nos sentimos desesperados por ver deportes; sin embargo, hemos pasado casi tres meses sin presenciar fútbol competitivo. La Bundesliga está de vuelta, La Liga española ha regresado, la Serie A y la Premier League se encuentran a la vuelta de la esquina y si bien representan nuestro bálsamo en estos momentos, ¿a quién engañamos?

Tampoco se trata de las enormes tribunas vacías; es el hecho de que las ligas jugarán en verano. Esta es una época para una especie distinta de fútbol, la que se juega sin nombres de patrocinadores en el pecho de la camiseta. Entonando las notas de himnos nacionales antes del pitazo inicial y con naciones unidas detrás de 11 hombres (y 12 sustitutos). Junto con la sensación de que, durante el transcurso de cinco semanas y siete partidos (contrario al fútbol de clubes), cualquier cosa puede suceder. Hasta la pequeña Grecia, tal como sucedió en el año 2004, puede convertirse en campeona de Europa.

Por el contrario, la Eurocopa 2020 se mantiene congelada en el tiempo. Al extremo que, cuando finalmente se juegue en el próximo verano, seguirá siendo conocida como Eurocopa 2020. (Nota de editor: la Eurocopa será transmitida el próximo verano por las cadenas de ESPN en Estados Unidos).

La UEFA tiene definida la fecha inaugural (11 de junio) y nada más. Conoceremos mayores detalles el próximo miércoles tras la celebración de la reunión de su Comité Ejecutivo; pero siendo honestos, al igual que el resto del mundo, los ejecutivos del órgano que rige el balompié europeo han tenido que delegar sus destinos a la terrible pandemia que pocos podían imaginar y aún menos personas son capaces de controlar.

El eslogan oficial de la competición era "Construyendo Puentes", el cual conlleva un significado particularmente emotivo en estos momentos, especialmente porque la mayoría de nosotros ha pasado los últimos meses creando distancias y adoptando el aislamiento, al menos físico, entre nosotros. En el 60 aniversario de la primera Eurocopa, en vez de contar con uno o dos países sedes, el expresidente de la UEFA Michel Platini concibió una competencia que abarcaría todo el continente, juntando a 12 ciudades, desde Roma, capital de Italia, por el sur, llegando a San Petersburgo, Rusia, por el norte; y desde Dublín, Irlanda por el occidente, hasta Bakú, Azerbaiyán, por el oriente.

Sería una Eurocopa de digna expresión de la unidad europea, el poder del turismo aéreo y las multitudes presentes en países que nunca habían tenido la posibilidad de servir como anfitriones del torneo. Nadie ha sido indiferente al hecho que la gran ironía radica en que esas tres cualidades (unidad europea, turismo aéreo y grandes congregaciones de público) se han visto profundamente afectadas por la pandemia. (Tampoco sabemos si el formato con múltiples países anfitriones seguirá siendo viable en 2021).

Obviamente, podemos esperar. No tenemos otra opción sino esperar. Si hay algo que nos han enseñado estos últimos tres meses es que, por toda nuestra tecnología y ciencia, toda nuestra confianza y arrogancia, nuestra raza (la raza humana) es vulnerable.

Y, de hecho, sigue siendo vulnerable. Confiamos en que tendremos una vacuna pronto, confiamos en que en poco tiempo habrá un tratamiento efectivo, confiamos en que las pruebas y rastreo de contagios puedan evitar más horrores de los que hemos presenciado. Confiamos en que, por los momentos, podremos convivir con el virus y lo haremos con cierta apariencia de seguridad. Pero no lo sabemos con certeza.

Sin embargo, seguimos adelante. No solo se trata del fútbol, es el resto de la economía, el resto de la vida. No hemos presionado el botón de pausa en ese sentido. No podemos hacerlo. Encontramos maneras de hacerle frente: puertas cerradas, trabajo desde casa, ayudas gubernamentales, enseñanza a distancia, distanciamiento social, campañas educativas, lavado de manos... todos estos términos ahora forman parte de nuestra vida diaria. Todos forman parte de nuestra lucha. Y el fútbol (el cual, para muchos de nosotros, es la más importante de las cosas menos importantes de la vida) también es parte de ella.

Durante el pico de la pandemia, en la ciudad de Bérgamo, al norte de Italia, donde varias pruebas de anticuerpos revelaron que más de la mitad de la población se vio infectada, los niños desplegaron pancartas en sus ventanas, en las que se leía: "Andra' tutto bene" ... "Todo estará bien".

Por los momentos, no todo está bien y no lo estará por un buen tiempo. Y quizás nunca lo esté para quienes perdieron seres queridos; pero debemos creer que así será. Que esto también pasará. Somos la raza humana. Somos sobrevivientes. Hemos estado aquí durante cientos de miles de años y nuestro plan es permanecer aquí. Nos acostumbraremos a la nueva normalidad, con la creencia de que, en algún momento, podremos tener algo muy cercano a la antigua normalidad.

Todo estará bien. Y cuando la Eurocopa 2020 esté en desarrollo, un año después de lo previsto, cuando podamos oler el aroma del césped recién cortado, sumergirnos en el frenesí, oír a la banda y ver a los jugadores entrar a la cancha, con el fondo de miles de hombres, mujeres y niños aplaudiendo, la mayoría de nosotros sabrá que volvimos a estar bien.

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