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Menos amenazas y más acciones

ESPN

Las amenazas contra los equipos que aún no se han desmarcado de la Superliga, lejos de sumar en algo, no han hecho más que avivarla.

La verdad es que para el circo que se armó desde que se anunció la Superliga, lo más divertido sería que, más allá del ridículo y de la pena que dan todos los involucrados, alguno se animara a dar el siguiente paso.

Este miércoles de hecho, la UEFA anunció que abrió un expediente en contra del Real Madrid, Barcelona y Juventus, los tres equipos que se mantienen aún ligados al proyecto disidente, con el objetivo de determinar si dichos clubes violaron el marco legal del organismo. Sinceramente un comunicado demasiado rebuscado.

Explicar por qué considero un ridículo el anuncio como tal de la Superliga, creo que sobra. Suficientemente exhibidos en todo el mundo quedaron los personajes que sesudamente planearon todo esto sin medir las consecuencias, como para que desde este humilde espacio se pretenda seguir señalándonos. Tampoco es que aquí seamos la UEFA, LaLiga o la Serie A.

E igualmente penoso me resulta ver que organismos con tantos callos que pisarles como los tres ya mencionados, se pretendan ahora dar baños de pureza y quieran asumir el mismo papel que antes trató de interpretar la tropa rebelde. La realidad es que ni a unos les queda el traje de salvadores del futbol; ni a los otros el de defensores del deporte.

Pero tratando de ponernos un poco más serios, por más que haya sido de eso, de seriedad, de lo que más ha carecido todo esto, me parece igualmente torpe el manejo de quienes pretendieron echarlo a andar, como de quienes salieron para impedirlo. Sacó de esta última aseveración a los aficionados, sobre todo ingleses, que se manifestaron desde otro ámbito y movidos por otros intereses mucho más legítimos.

¿Por qué digo esto? Porque estoy convencido de que la persecución, las presiones y las amenazas por parte de los organismos de poder en contra de los tres equipos que aún no se han desmarcado del proyecto de la Superliga, lejos de sumar en algo o ayudar a una solución del conflicto, no ha hecho más que avivarlo.

El ejemplo de todo sucedió el domingo en España. Una decisión polémica, que no buena ni mala, basada en lo que dice un reglamento señalado durante toda la temporada, por lo confuso que resulta, permitió relacionar el hecho con el contexto y más de uno pensó si al Real Madrid le estaban cobrando el precio de la rebeldía.

El tema no es exagerado. Menos si pensamos que fue el propio presidente de la UEFA el que puso en duda que se jugara la vuelta de las semifinales de la Champions entre el Chelsea y el Real Madrid por el simple coraje que tenía contra el equipo blanco. O si recordamos que el presidente de LaLiga Española, Javier Tebas, ha dicho ya muchas veces que habrá represalias por el intento fallido de independencia.

Son esas amenazas las que, ante jugadas tan puntuales como la del otro día, abren un espacio a las teorías de la conspiración. Válidamente fundamentadas, si se quiere, desde toda la porquería de corrupción y de intereses sociopolíticos y económicos que tantas veces han ruborizado ya al deporte más popular en el mundo.

Porque si durante años hemos coincidido y hasta reconocido que ciertas decisiones en el desarrollo de un partido han favorecido siempre a los equipos con más nombre y recursos, no entendería por qué ahora, con todo lo que está sucediendo, no se pueda al menos considerar que en esas mismas decisiones se prefiera favorecer a la otra parte.

No se trata de alimentar el morbo. No pasa tampoco por inventar historias. Han sido las formas de hacer y de decir las cosas de todas las partes involucradas las que hoy permiten que se hable de esto. Entre que unos no pueden hacer lo que quieren y otros no se atreven a hacer lo que deben, el tema sigue igual. Porque el Madrid, el Barcelona y la Juventus podrían decidir no jugar por convicción la próxima Champions o romper con sus ligas. Y sus ligas y la misma UEFA podrían sancionar de una buena vez públicamente a estos tres subversivos y evitar así especulaciones sobre castigos por debajo de la mesa.

Por eso es que lo más sano, y sobretodo divertido a estas alturas, sería tener menos amenazas y más acciones.