Bologna dio el golpe en el Olímpico de Roma: venció por 1-0 al Milan con gol de Dan Ndoye y cortó una sequía de 27 años sin titulos al coronarse campeón de la Copa Italia, trofeo que no conseguía hace 51 años.
El conjunto que conduce Vicenzo Italiano fue inteligente de principio a fin en el partido decisivo: estudió al rival, se animó a jugarle de igual a igual, consiguió el gol y después supo cuidar su ventaja.
El Rossoblú tuvo en el colombiano Jhon Lucumí una fiera a la hora de marcar y en el argentino Santi Castro un soldado entregado a la causa, que fue más allá de buscar goles. Los dos sudamericanos fueron titulares, mientras que Benjamín Domínguez lo vio desde el banco.
Milan, en cambio, no pudo estar a la altura. Quiso, pero apenas duró unos minutos en cada etapa hasta que el rival le encontró la vuelta. El cuadro lombardo, a diferencia de Bologna, no supo contrarrestar lo que le propusieron.
Un arranque prometedor y un equipo más inteligente: Bologna
El arranque del partido tuvo a dos equipos bien distintos: Milan asumiendo el protagonismo ofensivo y Bologna cerrado atrás, a la espera de la contra´rápida y a la búsqueda de forzar errores en el fondo rossonero. Pero esa fue sólo una impre. sión inicial.
Parecía que sería una final de grandes emociones. A los tres minutos, Alex Jiménez no pudo controlar un centro pasado de Rafael Leao y le tiró muy alto delante del arco. La respuesta del Rossoblú fue inmediata: primero con una chance de riesgo, anulada por offside y luego con Santi Castro, que se encontró un rebote en el área chica, al que no pudo darle dirección.
En 10 minutos, Lukasz Skorupski salvó al Bologna con una doble atajada, cuando un centro de Jiménez fue rechazado por un defensor propio y casi le queda servida a Christian Pulisic, pero el arquero volvió a bloquear.
En poco tiempo, el parado inicial con roles bien definidos, tornó en un juego de igual a igual con ida y vuelta, donde el conjunto de Vicenzo Italiano se hizo del balón y el mediocampo es sólo una zona de paso.
Por su parte, el cuadro de Sérgio Conceição retrocedió y sin salir a presionar alto, por lo que el partido fue perdiendo parte de la intensidad del comienzo. Con el correr de los minutos, ambos perdieron profundidad. Aparecieron algunas infracciones fuertes, el juego se fue cortando, lo que benefició al Milan porque Bologna se había convertido en el más peligroso.
El paso por los vestuarios recargó a los dos equipos, que volvieron a pura intensidad e ida y vuelta. Milan quiso recuperar el control de los primeros minutos del partido, pero el Rossoblú pegó rápido con una jugada iniciada pasada mitad de cancha, Giovanni Fabbian filtró un gran pase en la medialuna, Riccardo Orsolini escapó hacia el arco, pero lo bajaron de atrás. El balón quedó en juego y Dan Ndoye no perdonó con un derechazo esquinado: 1-0.
Ahora todo el peso recaía sobre el Rossonero. Conceição hizo un triple cambio y mandó al campo a Kyle Walker, Santiago Giménez y João Félix buscando sumar poder ofensivo; Bologna, con la ventaja en el bolsillo, se cerró atrás, buscó bajar el ritmo y tratar de aprovechar algún contragolpe.
Bajo la presión del reloj, Milan no consiguió juntar pases, encontrar sociedades para llegar al área rival. Para los de Italiano, la misión pasó a ser una sola: aguantar, revolearla de ser necesario, cortar cualquier ataque milanés, aunque eso significó resignar casi cualquier opción de marcar un segundo gol para asegurar el título.
Los minutos se consumieron y la Copa Italia, en definitiva, quedó en manos del que hizo mejor las cosas: Bologna.