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Si finalmente juega con once, con el real aporte de Pocho y Alexis, Chivas es favorito

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Veljko Paunović: 'No completamente satisfechos en los primeros 90 minutos' (1:05)

El técnico de Chivas aceptó que, les faltó encontrar el gol en el partido de ida de la gran final del Clausura 2023. (1:05)

LOS ÁNGELES -- Fortuna es una manera diplomática y sensiblera de llamarle al chiripazo. Cuando enumerábamos la cantidad de chiripazos que encumbraban a Chivas en el Everest de lo imposible, nuestro compañero Alex Pareja acuñó en esa fértil y febril orfebrería de lo morboso, el apodo perfecto: #ChiriPaunovic. Y #ChiriPaunovic sería.

0-0, ese detestable rostro de bostezo que tiene el marcador. Así, con muy poca caridad al espectáculo, Chivas cosechó fe y esperanza para el Juego de Vuelta en el Estadio Akron.

Cierto: todo está en punto muerto. Un gol será el trazo breve, el pulso final, para una campaña felizmente regenerativa del Guadalajara, y una inesperada absolución para todos los pecados de Tigres en el torneo regular.

Aunque algunos miopes apenas empiezan a darse cuenta, Chivas ha jugado a veces con diez y a veces con nueve, los partidos recientes. Ocurrió ante Atlas y ocurrió ante América. Cuando sus hombres letales y creativos desaparecen, ha debido recurrir al milagro de sus defensas: Sepúlveda, Mozo y Chiquete, más allá de la anotación de Cisneros.

Chivas no ha contado con la exposición máxima de sus dos supuestos referentes: Alexis Vega y Pocho Guzmán. Cierto: aportan, porque están ahí, porque suman esfuerzos en recuperación, porque estorban al rival.

Recuérdese algo, cada uno en su momento, Alexis y El Pocho, llegaron a Chivas para trascender, para marcar una diferencia, no sólo en el sufrimiento, no sólo en la transpiración, sino en la inspiración.

Es provechoso que participen en la obra negra del equipo, pero sus facultades, además de ensuciarse en el trajín del juego, deben ser las bayonetas de la ejecución final del adversario.

Especialmente cuando estas Chivas tienen los cuernos rotos al carecer de un genuino y letal centro delantero.

Pero Paunovic hace su chamba. Jugar sin un 9 o con un 9 con la brújula rota, como le ha pasado, le obliga a buscar soluciones. Tal vez desde la era de Matías Almeyda, el Guadalajara no había logrado posesión y posición ventajosa en número y claridad en el ataque.

¿Se estorban Vega y Guzmán? Ocurre. Asumen, a veces acertadamente y a veces equivocadamente, lo que hará el otro. E irónicamente, en el afán de NO estorbarse, estorban el desarrollo de juego del equipo.

Una mente calenturienta diría que no quieren, por esa veleidosa y enquistada vanidad, casi soberbia, que ocurre en el futbolista. No parece ser el caso, a menos que ambos jugadores sean los “cum laude” de la hipocresía en la cancha.

Debe quedar descartado esto, porque los videos aislados que se filtran sobre esa relación boyante dentro de las #ChriripauChivas, muestran que el entrenador serbio ha infestado los sentimientos de sus jugadores de una solidaridad que, cuando se consigue, entre mexicanos, es capaz de consumar milagros.

La antiquísima Teoría de la Cubeta de los Cangrejos, explicada mejor que nadie por Albert Shanker en 1994 (no, no fue Hugo Sánchez quien la inventó), ha sido rebatida y abatida por Paunovic. De momento, sí, de momento, en Chivas, el mexicano no sabotea, colabora.

En los casos de Alexis y El Pocho es evidente que quieren, pero no pueden, y tal vez porque no saben, es decir, porque no entienden plenamente su función primordial en la cancha. No es culpa de Paunovic. Ambos jugadores arrastran la incapacidad natural del futbolista mexicano para discernir durante el juego mismo.

Recuérdese que, en uno de sus escasos momentos de lucidez, escapando de sus neurosis, Ricardo La Volpe heredó una sentencia: “El futbolista mexicano es un analfabeto táctico”. Y recuérdese también que en cierta medida lo respaldó Almeyda al ir a lloriquear en Argentina:

“Es que tengo que explicar tres veces y trabajar tres veces más porque son mexicanos”, dijo este Einstein exiliado en Grecia.

Y tienen razón ambos. En fuerzas básicas se les enseña poco a saber entender el futbol. Lo hacía Renato Cesarini con la hoy ya casi decrépita escuela de Pumas, y lo intentó Marcelo Bielsa fecundando en Atlas. En Chivas trató Hans Westerhof, pero el proceso quedó trunco y se volvió a la improvisación, hasta que ahora produce, nuevamente, pero no integralmente.

La lesión de Alexis en enero de este año, que lo mantuvo parado hasta abril, y el pasaje patético del Pocho al hacerse expulsar ante América y ausentarse ante Atlas, aparecen como percances lamentables para ambos.

Obviamente para conseguir el clímax de ambos jugadores, estará haciendo sus esfuerzos Paunovic, y seguramente, tratar de retomar videos, especialmente el de la noche del jueves ante Tigres, le puede servir, en una encerrona, exclusivamente con ellos, para dar la explicación final, definitiva, a ambos futbolistas. Especialmente porque ambos desaparecieron y debieron ser sustituidos.

De Tigres, este jueves, pudo verse su mejor exposición. El 0-0 no los condena, pero los condiciona al ir de visitantes, más allá de la gratísima resurrección de Sebastián Córdova, de la que vale precisar que no engañen, no es obra del diván de Siboldi, sino de ese fascinante francés que se siente ya mexicano, como es André-Pierre Gignac, y que seguramente, muy pronto, será presidente de Tigres.

Por eso el encabezado de este texto: si Chivas deja de jugar con nueve o con diez, si consigue amalgamar, si consigue catalizar, lo mejor de Alexis Vega y lo mejor del Pocho Guzmán, Chivas dará la vuelta olímpica, llegará a la 13 y, prepárese, porque la pelea por la 14, con el América, puede augurar un estremecedor Apertura 2023. Veremos.

Y sí, ya sé. Algunos dirán que Chivas jugaría con 12, porque el arbitraje de Fernando Guerrero bendijo al Rebaño, al no cantarle una merecida roja a Alejandro Mayorga. Deseable es, que no sea necesario.