Hace tres años Ibrahime escapó de Guinea, atravesó el Tapón del Darién, en México adquirió el estatus de refugiado y juega en Necaxa
Ibrahime Sylla es una de las 119 mil 78 personas que solicitaron refugio en México durante el año 2022. Antes de convertirse en futbolista de Necaxa y buscar su registro ante la Liga MX, escapó de la República de Guinea por una persecución derivada por la violencia que azota la región occidental de África. Recorrió 10 países, superó el temido Tapón del Darién para llegar a lo que él mismo llama el “sueño mexicano” y actualmente es conocido en Aguascalientes como “el hombre más feliz del mundo”.
El futbol acompaña a Ibrahime Sylla desde la infancia. En las paredes de su casa pateaba el balón para olvidarse de los problemas sociales que hay en su país y que le impedían salir a la calle a jugar. En la adolescencia reparaba computadoras para apoyar económicamente a su mamá y hermanas.
Hasta que hace tres años dejó Guinea, recorrió miles de kilómetros hasta llegar a México, donde Ibrahime ha recuperado la sonrisa de la mano del club de Aguascalientes, mismo que le abrió las puertas para luchar por una oportunidad en el deporte que más disfruta: el futbol.
La travesía de Ibrahime Sylla por el Tapón del Darién
La vida de Ibrahime Sylla cambió el día que salió de su casa para arreglar una computadora. Su madre le advirtió que estar en las calles era peligroso. Las disputas entre la policía y las distintas etnias ocasionó una nueva ola de violencia en Guinea Conakry. El adolescente hizo su trabajo con éxito, pero al momento de regresar a su hogar se encontró con un enfrentamiento y la amenaza que lo orilló a salir de su país.
“Me dijeron que si me encontraban me iban a hacer algo malo, pues ya, van a acabar conmigo. Entonces, desde ese momento ya todo fue complicado. No salía y se me complicaba ir a trabajar. Salgo y de repente una o dos personas te siguen. Fue peligroso para mí”, dice Ibrahime Sylla en entrevista para ESPN, desde las butacas del Estadio Victoria, donde sueña jugar.
Ibrahime dejó Guinea a los 17 años. Fue la noche del 25 de febrero del 2022, a través de un conocido de su familia quien ofreció llevarlo a Brasil para que abandonara Conakry. Con mochila al hombro, en la que guardó ropa, documentos personales y celular, tomó un vuelo que hizo escala en Turquía, para después aterrizar por primera vez en América. Apenas estuvo unos días, porque la desconfianza que le generó la persona que lo recibió lo obligó a huir de nuevo. Le mostraba fotografías de armas. “Me dio la idea de decir que tal vez él también está aquí para acabar conmigo”, recuerda Ibrahime.
En su cuarto día en Brasil, después de jugar futbol, se encontró a un grupo de cinco personas quienes le ofrecieron unirse en su camino a Estados Unidos, con la condición de que cargara las mochilas de todos los migrantes; a cambio, le pagarían a Ibrahime hospedajes y comidas rumbo al sueño americano. Aceptó el trato.
Ya con las maletas de las cinco personas al hombro, más la suya, Ibrahime Sylla comenzó la travesía de 10 países en un mes. Entre caminatas largas y autobuses, cruzaron la frontera de Bolivia, pasaron por Perú y Ecuador hasta que llegaron a Colombia, donde vivieron las condiciones más extremas del recorrido, cuando tuvieron de frente el Tapón del Darién, la espesa selva que se convierte en la barrera natural del paso de los migrantes.
Según cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en el 2022 intentaron cruzar el Tapón del Darién 250 mil migrantes, poco más de 10 por ciento eran menores no acompañados, como Ibrahime Sylla. La ruta es un desafío por sus montañas y el clima extremo.
“Llegó un punto que yo vi una casa de campaña, me metí, volteé y vi un niño abandonado, muerto. Eso me traumatizó mucho y cada vez que caminaba, me llegaba el pensamiento que voy a morir. Entonces, cuando me llega eso, te quita las ganas de seguir”, recuerda Ibrahime.
En la selva, Ibrahime Sylla escaló alrededor de 12 montañas con las maletas en la espalda. En la última cima que subió, vivió un momento de inflexión. Presa del cansancio, se quedó estático con sus dedos en las rocas que apenas le permitían sostenerse. La vista se le nubló y se le taparon los oídos, pensó en soltarse, pero una palmada en la espalda de uno de sus compañeros lo impulsó a terminar la misión.
“Ya mejor lo abandono y me caigo aquí. Si me muero está bien, pero no puedo, no puedo aguantar más. Me sentí muy diferente y ya dije tal vez es una señal de la muerte”.
Luego de pasar por Panamá y Costa Rica, Ibrahime Sylla sentía dolores en las piernas que no le permitían seguir con la pesada carga. Cuando llegaron a Nicaragua, uno de sus compañeros le ofreció ayuda y, ya sin maletas cargando, caminó por Honduras y Guatemala, hasta que finalmente pisó suelo mexicano el 1 de abril del 2022. Ahí tomó la decisión de separarse del grupo, quedarse en México y no seguir el camino hacia los Estados Unidos.
“Para mí fue un sueño mexicano en vez de un sueño americano”, menciona.
El sueño mexicano y el renacimiento de Ibrahime Sylla
De acuerdo con la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), México recibió la solicitud de 119 mil 78 personas que buscaron refugio en el 2022, pero menos de una cuarta parte fueron aceptadas (28 mil 351), entre ellas la petición de Ibrahime Sylla. Con el acompañamiento de ACNUR, la agencia del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados, fue trasladado a Mexicali y posteriormente a Tijuana.
“Uno de los principales derechos que se tiene que mantener es el no retorno, el que no tengas que devolver ese niño porque sabes que corre peligro en su país”, explica Paola Monroy, jefa de la oficina de ACNUR Bajío.
En Tijuana, Ibrahime se estableció en YMCA, casa para menores migrantes. Una canción de Maluma lo motivó a aprender español y consiguió una prueba con Xolos de Tijuana, aunque no pasó el corte con el conjunto fronterizo. Moisés Lievano, asistente de soluciones duraderas de ACNUR, consiguió una prueba cerrada en Necaxa con Edmundo Soto, coordinador de visorias del equipo de Liga MX, y después de una hora aceptaron a Ibrahime Sylla en las filas de los Rayos.
Ibrahime trabaja como capturista para solventar sus gastos en Aguascalientes. En el club lo conocen como el “hombre más feliz del mundo”. Los integrantes del Necaxa quedan sorprendidos porque, a pesar de lo que vivió en su infancia y travesía hasta llegar a México, bromea y regala sonrisas a las personas con las que se encuentra, sin importar si es Alberto Clark, director de futbol, o José Hanan, director deportivo de Necaxa.
“Por donde va pasando Ibra, va generando esa buena onda, esa buena vibra. Es un chavo querido aquí por todos los del club”, lo describe Alberto Clark.
Ibrahime Sylla entrena con la categoría Sub-23 de Necaxa y juega en un conjunto de la Tercera División, no profesional, en lo que se arregla el tema de su registro ante la Liga MX. Está por terminar la preparatoria y piensa estudiar una licenciatura relacionada a los videojuegos o la ciberseguridad; incluso, dedica su tiempo a crear un videojuego con la temática de las “escondidas” y una aplicación para ayudar a los preparadores físicos.
En algún momento, Ibrahime Sylla pensó que no volvería a sonreír, pero lo ha hecho en México, su segunda casa. Ya tolera el picante y sus alimentos favoritos son las enchiladas verdes, las quesadillas y los tacos de cabeza.
“Yo siempre llamo mi vida en México como el renacimiento, volver a nacer”.