Con la misma violencia competitiva de su gol, siete minutos después, Rivero le planta un pisotón brutal a Álvaro Fidalgo
LOS ÁNGELES -- Cruz Azul vs América: Ignacio Rivero hizo un golazo... y un ridículo. Artista y bufón. Genio y palurdo. Héroe y villano. Caudillo y desertor. Moisés y Judas. Todo en una misma noche. Todo en un intervalo de siete minutos.
Ignacio Rivero fue el hombre de la noche de este jueves y tal vez el hombre de la noche del próximo domingo. Marcó un golazo. Un seco remate de cabeza. Y la contorsión de Luis Ángel Malagón para embellecer toda la escena del 1-0 con que Cruz Azul llega a la Semifinal de Vuelta frente al América.
Y con la misma violencia competitiva de su gol, siete minutos después, Rivero le planta un pisotón brutal a Álvaro Fidalgo. Tal vez sin premeditación, tal vez sin alevosía, pero con todas las ventajas.
Rivero es a Cruz Azul lo que Fidalgo es al América: irremplazable.
1.- El español estará el domingo. Seguramente desde la tecnología de punta hasta las rústicas cataplasmas de ruda, romero, cúrcuma y yerbabuena, se usarán para tratar de curarlo.
2.- ¿El uruguayo? Esa roja directa encierra dos partidos de cárcel, aunque una buena gestión podría reducirle la condena, pero, igual, el héroe de la noche del jueves dinamitó su propia estatua.
3.- Vicente Sánchez tendrá que reacomodar a Rotondi, arrancar con Lorenzo Faravelli o con Omar Campos, para regatear con el 1-0, o con Alexis Gutiérrez para no conformarse con la escuálida ventaja. Y claro, rezarle con fe a la Virgen de los Treinta y Tres, la Santa Patrona de Uruguay desde 1962 con las bendiciones del Papa Juan XXIII.
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Victoria pírrica de Cruz Azul, eso fue. Un gol de su mejor hombre, para perder después a su mejor hombre para la Vuelta.
Partido intenso, sin duda. Trabado desde el principio, con Cruz Azul tardándose en asumir el rol, a sabiendas de la emboscada americanista. Por eso, el remate de cabeza de Rivero para el 1-0 parecía la ganzúa que podía abrir totalmente el partido.
Y después lo grotesco, lo absurdo. Todavía con la miel de su anotación y el guiño a la Final, Rivero embiste a Fidalgo, y el América reacciona de inmediato, pero poca respuesta hubo desde la banca: Alejandro Zendejas arrastrando fatiga y molestias, y con el cancel celeste cerrado, ni Javairo, ni Diego Valdés, ni Rodrigo Aguirre pudieron pepenar una.
Porque además, la exclusión de Rivero, el multioficios, no afectaba el entramado original de La Máquina, con su cordón de cinco en media cancha, y desdoblado en alianzas de tres en tres por los costados, más la intensidad y la devoción, no dejaban espacios ni para idear ni para construir al América.
Ciertamente los movimientos los ordenó André Jardine desde la tribuna, y sin poder clarificar las indicaciones. Entre él y el jugador de relevo, hubo teléfono descompuesto. Al técnico brasileño lo había echado Luis Enrique Santander por la fervorosa andanada de lindezas en “portuñol” que le recitó tras la agresión de Rivero a Fidalgo.
Y el técnico americanista le agregó folclor a su salida: con una mueca que pretendía ser sonrisa, le mostró un “tres” con los dedos de la mano, a la afición de Cruz Azul que vomitaba festiva sobre su expulsión. Sí, el Tricampeonato debería callar a la turba. El gesto, sacudió a la tribuna americanista que vitoreó a su entrenador.
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Así pues, todo queda abierto, con dos entrenadores ante dos distintos y antagónicos rompecabezas emocionales.
1.- Mucho deberá trabajar Jardine para encontrar surcos en el laberinto que presente Cruz Azul, con la esperanza de que Zendejas ya se encuentre totalmente recuperado, y entre médicos y sobadores, recuperar a Fidalgo.
2.- En tanto, Vicente Sánchez deberá encontrar al tipo que le dé al menos un cincuenta por ciento de las variables de Rivero, y ese 100 por ciento del compromiso del uruguayo. Lo demás será ajedrez y arenga.
Lo mejor, que la fiesta quedó a medias, con las páginas en blanco, para ambas Semifinales, tras el 1-1 entre Toluca y Tigres.